Cartas al director
La amnistía
Corría octubre de 1977 cuando se aprobó la ley de amnistía tras la ley para la reforma política de 1976: había que transitar de la ley a la ley y entonces, salientes de un régimen dictatorial de casi cuarenta años, España sí contaba con presos políticos; cualquier facción de izquierdas era condenada simplemente por sus ideas y la rehabilitación de todas las ideologías resultaba indispensable para poner en marcha el juego democrático en España, siendo, por tanto, las derechas franquistas más jóvenes las que iniciaron la devolución de las libertades democráticas a nuestro país con Adolfo Suárez a la cabeza.
Sin embargo, la amnistía que socialistas y comunistas preparan hoy como voladura a la separación de poderes y al estado de derecho en que se sustenta España juega el papel contrario, esto es, no solo va en contra de la constitución, extralimita las funciones del ejecutivo asaltando el poder judicial y pone en jaque la igualdad de todos los españoles ante la ley, sino que legitima el falso discurso desde tiempos de Pujol de que «España nos roba», «España es un Estado opresor, persigue nuestras ideas y nos impide votar», constituyendo, a su vez, una carta blanca, un olvido que permite a los independentistas volver a cometer un nuevo golpe contra nuestro andamiaje democrático.
La histórica vieja guardia del PSOE con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza comienzan a mostrar su desacuerdo mientras que la ministra portavoz, Isabel González, sale al paso de tales críticas argumentando que «el PSOE vive una nueva época»: sin duda, la de la infamia, esa que hace que las siglas del PSOE manchen a todo aquel que comulgue con las ruedas de molino que un delincuente fugado impone, arrodillando así a todo un país ante sus exigencias por capricho del cuasicaudillo Sánchez.