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Cartas al director

Las autonosuyas

Hemos podido ver estos días la bonita fotografía de la cumbre catalano-vasca acaecida en la entrañable localidad belga de Waterloo. En ella, el anfitrión, l'honorable Carles Puigdemont, recibía a la comitiva encabezada por el señor Ortúzar, presidente a la sazón del Euzkadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco. No es la primera vez que el president agasaja a un prócer de la nación hermana: ya en 1981(lo contó Fernando Vizcaíno Casas en Las autonosuyas y Rafael Gil filtró las imágenes en su película homónima de 1984), ya en aquella lejana fecha, como digo, viajaba a Barcelona el «primer representante plenipotenciario del gobierno de Euzkadi, Iñaki Pagazaurtundúa Gómez».

En ocasión tan solemne, bajo los techos del Palau de la Generalitat y el cobijo de la ikurriña y la senyera, ambos dignatarios, ataviados elegantemente con pajarita, txapela y barretina acabaron entendiéndose en español o castellano a pesar de contar con un intérprete bajito y calvo.

Ignoro si en este reciente encuentro se ha hecho uso de los famosos «pinganillos», símbolo moderno de la «rica multiplicidad de las regiones», como alguien diría. En cualquier caso, a lo que no hay derecho es a meterse con don Andoni porque llevara unos zapatos con los cordones blancos. Tiene en mí desde este momento el señor Ortúzar un aliado en la defensa de tan distinguido calzado. Y es más, estoy seguro de que el embajador Pagaza nos hubiera apoyado «con vasca sobriedad»: nola ez, nola ez…

Diego Pardos

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