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Cartas al director

El tránsfuga más corrupto

Sánchez ha calificado este domingo el transfuguismo como la mayor corrupción política. Aplicando esta definición suya, sería suyo el récord de corrupción política ya que lo tiene de transfuguismo de sus propias promesas y compromisos y de las esencias fundacionales de su partido.

Hubo un tiempo en que Sánchez era un diputado fijo del PSOE que, dicen, fue sorprendido manipulando la urna en una votación interna. Hoy es sólo fijo discontinuo en el PSOE, ya que tiene que cursar órdenes a las secciones de 17 comunidades y dos ciudades autónomas cuyos líderes locales parecen pintar poco, pero también a los 15 partidos de Sumar, además de gestionar el mercadeo con cuatro partidos separatistas. Por no hablar del Sahara, que no toca.

¡Homérico! Ni con Falcon podría una abeja libar tantas flores en su recogida de polen. Es verdad que lo hace mal, compra carísimo y vende muy barato, pero ha conseguido convertir el Parlamento en un trampantojo que finge democracia y sus gobiernos en costosísimas aplausocracias. Seguro que le duele pero, ¿cómo podría él abordar esa titánica tarea si estuviera condicionado por convicciones políticas firmes, vergüenza torera, sentido del honor, conciencia personal, compromiso con sus votantes y respeto a sus diputados? Un caudillo no puede ceder a esas debilidades. España es primero, pensará Sánchez.

En las democracias como EE. UU. o Gran Bretaña la disensión entre diputados de un mismo partido es frecuente, porque los intereses de sus representados son diversos. Esa es una prueba de democracia. En cada estado y distrito los diputados saben que se deben a sus votantes, y los partidos necesitan que sus candidatos sean los mejores. Los ciudadanos eligen y deciden. Aquí, en esta miserable partitocracia con miedo a la inteligencia, el caudillo selecciona a los más obedientes y no tiene sentido que los votantes sepan ni cómo se llaman. Así nos han condicionado la mente (1998, Pacto Antitransfuguismo).

La disensión en situaciones límite no es transfuguismo, caudillo Sánchez, no es corrupción, es una obligación casi heroica. Soy mayor y me gustaría ver una acción de valentía democrática antes de morir. Ojalá algunos de sus hombres y mujeres en el Congreso le den una lección de defensa del pueblo soberano frente a un golpe de estado por etapas.

Pablo Espinet

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