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20 de septiembre de 2024

Cartas al director

Propósitos para 2024

«¿Te imaginas cómo será el mundo en el año 2024?». Muchos jóvenes acaban de cumplir en estas fechas los 18 años y están dispuestos a comerse el mundo, se lo han preguntado recientemente. Estaban deseando hacerse mayores para ganarse lo que creen ellos que es la libertad, que hasta hace unos días no tenían y consideraban un monopolio de los adultos. Todavía les falta mucho rodaje para descubrir que los mayores viven atados a mil y una servidumbres, algunas voluntarias, otras menos, y que el único espacio en el que uno puede permitirse de verdad pastar sin rendir cuentas a nadie más que a uno mismo reside en la libertad de pensamiento y conciencia. Deben tener en cuenta que la libertad no es una licencia para hacer lo que uno quiera, sino una responsabilidad para hacer lo correcto. Pensamiento y conciencia. Y como co­rreas de transmisión de ese sagrario, dos libertades más: la libertad de opinión y expresión. Las dos primeras son más difíciles de achicar, puesto que exigen quebrar lo más íntimo de un ser humano. No es imposible, claro, pero exige esfuerzos que sólo el tirano y el totalitarismo pueden permitirse. Las otras dos son en cambio más frágiles porque su cercenamiento puede darse en entornos en los que está plenamente garantizado a nivel formal su disfrute. Para limitarlas es innecesario incluso un ejercicio consciente de acallamiento. Basta con que las opiniones hegemónicas gocen de tan buena salud y sean tan compartidas que señalar al disidente acabe considerándose, paradójicamente, un síntoma de buena salud democrática. En estos tiempos están demasiado poblados los ejércitos de quienes confunden la libertad de expresión con el insulto. Desgraciadamente, de un tiempo a esta parte hay demasiada gente ordenando silencio y también están demasiado poblados los ejércitos de quienes confunden la libertad de expresión con el insulto y la ofensa gratuita con el idéntico objetivo de amilanar a quien no está dispuesto a comulgar con lo que a su criterio son ruedas de molino. Aclararemos, aunque no debería hacer falta, que estos centuriones del silencio habitan por todo el espectro ideológico.Quienes gozamos del privilegio de juntar letras para que sean leídas por terceros, o disponemos a ratos de un micrófono para analizar u opinar sobre temas de actualidad, tenemos una especial responsabilidad derivada de tales prerrogativas. Una responsabilidad que puede resumirse en la defensa de la libertad de expresión para uno mismo y para los demás haciendo uso de ella sin más límite que el de la propia conciencia y acompañándola de un mínimo de educación a la hora de convertir en palabras lo que creemos cierto. Lo del mínimo de educación no es cursilería. Sin ella es imposible que la discusión que pretende alimentarse tenga un sentido constructivo a pesar de que el acuerdo con quien ve la realidad con otros ojos no sea más que una utopía. Mis mejores deseos para el año recién comenzado.

Genaro Novo

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