¿Censura? Nada nuevo bajo el sol
Nada me sorprende ya, ni nada espero. En dos semanas ya estaremos a otra cosa, mil aspavientos ante la última animalada del PSOE. Esta de la libertad de prensa será la penúltima y yacerá, por tanto, en el cajón del olvido
Todos tenemos claro que el gobierno atenta ahora contra la libertad de expresión y la libertad de información para perpetuarse en el poder. Todos sabemos que la suya es una labor de zapa, inadvertida por paulatina, una operación para fulminar de a poquito el Estado de derecho. Sabemos, además, que lo hace en nombre de la democracia, del bien del pueblo. Las proclamas acarician los oídos de la gente con objetivos que, en abstracto, resultan loables: la lucha contra la mentira, el odio, la discordia. Todo por la paz, la convivencia, la democracia.
Nada de esto es nuevo. El arte de la propaganda está más que estudiado. El debate sobre los límites de la libertad de expresión lleva siglos rodando. La libertad de información y de prensa es uno de los presupuestos de nuestro sistema político desde hace tiempo, tampoco es reciente la polémica sobre lo que ahora se ha dado en llamar desinformación y bulos. Ni siquiera es novedoso que muchos aplaudan como focas la intención del gobierno de meter sus zarpas en todo lo que tenga que ver con los mecanismos que influyen en la opinión pública. El despotismo ilustrado del «todo para el pueblo, pero sin el pueblo» se disfraza desde hace mucho de paternalismo y condescendencia: protejamos a la ciudadanía de toda pérfida mentira.
En el fondo, lo de Sánchez y su ataque al cuarto poder resultaría tierno, como pillar a un niño de cuatro años robando una galleta, si no fuera por todo lo que implica. Atacar a los medios de comunicación tradicionales es muy del siglo XX, pan para hoy, hambre para mañana. Es ponerse en evidencia sin necesidad, debe de estar desesperado: ¿a qué ese movimiento, cuando existen internet y las redes sociales? La información, datos, bulos, vídeos, imágenes y reflexiones se abrirán paso aunque reviente el cuarto poder. Quizá este último movimiento del PSOE es un aviso a navegantes, un ir desbrozando el camino para una futura persecución a internautas, como ha ocurrido hace poco en el Reino Unido. No resulta incompatible este objetivo con el de distraer a la opinión pública y a la oposición de problemas acuciantes, como el de la vivienda, la inflación, la pauperización progresiva, la crisis migratoria, etc. Por supuesto, a nadie se le oculta ya que éste es sólo un paso más hacia un autoritarismo oculto bajo ropajes democráticos y garantistas.
Lo que me sorprende de todo esto es la tranquilidad, casi impasibilidad, con la que escribo estas líneas. Nada me sorprende ya, ni nada espero. En dos semanas ya estaremos a otra cosa, mil aspavientos ante la última animalada del PSOE. Esta de la libertad de prensa será la penúltima y yacerá, por tanto, en el cajón del olvido. Andará todo el mundo hiperventilado con el nuevo asunto, el PP lanzará catilinarias de mercadillo desde el congreso, en esta sección comentaremos la gravedad de la última iniciativa. Pero todo seguirá igual. Nada nuevo bajo el sol.