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VertebralMariona Gumpert

Leyes para comprender la actualidad

Cuéntenle a un extranjero que un exterrorista como Otegi es más respetado ahora que Santiago Abascal. ¿Qué digo Abascal? ¡Feijoo es temido por la mitad de la población española, esa misma mitad que escucha con atención a Arnaldo, el hombre de paz!

Actualizada 01:30

Existe una serie de fenómenos psicológicos, sociales, y políticos que son estudiados y bautizados por las personas que se dedican a estas áreas del conocimiento. Tenemos, por ejemplo, la llamada regla o principio de Pareto: el 20 por ciento de los esfuerzos es el causante del 80 por ciento de los resultados efectivos. ¿No se han preguntado nunca cómo, con tanta incompetencia humana, el mundo sigue rodando, la economía no quiebra y los edificios no se derrumban? Es gracias a un 20 por ciento de la población: su pericia, diligencia, honradez, intelecto y/o saber hacer. En España nos acercamos de forma temeraria a estas proporciones en lo que a población activa se refiere.

A muchos de ustedes le habrá venido a la cabeza la navaja de Ockham: en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Lo cierto es que este principio no es aplicable a todos los casos, tanto a lo que se refiere al mundo físico como al humano ¿O acaso no han pasado por situaciones rocambolescas que, plasmadas en una novela, serían tachadas de fantasiosas? La misma actualidad está trufada de ellas: cuéntenle a un extranjero que un exterrorista como Otegi es más respetado ahora que Santiago Abascal. ¿Qué digo Abascal? ¡Feijoo es temido por la mitad de la población española, esa misma mitad que escucha con atención a Arnaldo, el hombre de paz!

Es entonces cuando podemos calcar la estructura formal de la navaja de Ockham. Si ésta recomienda no emplear demasiadas y extrañas conjeturas cuando se puede echar mano de explicaciones sencillas, podríamos reformular así la ley: no atribuyamos a la maldad lo que es fruto de la estupidez. He aquí un dilema interesante: quien admira a Otegui y le salen sarpullidos al oír el apellido Feijoo, ¿es malo o es idiota? Habrá quien diga que la pregunta plantea una falsa disyuntiva, la mala suerte es acumulativa y hay quien, además de malo, es idiota, feo y tiene halitosis. Lo que cuesta creer es que media España sea mala e idiota, entre otras cosas porque esa media opina igual respecto de quienes se detienen a escuchar a Feijoo o a Abascal, y a Otegi lo querrían apartado de la política y criando vacas en un caserío mientras le da la euskal turra a su euskal artzain txakurra (a su pobre perro, vaya).

Suele resolverse este enigma culpando a los medios de comunicación, ahora también a las redes sociales (de ahí el empeño de algunos en querer censurarlas). Para los progresistas, por culpa de los poderes fácticos existen los idiotas de derechas, que son pobres que, aun así, votan al PP (de los de VOX piensan que son perversos, por lo que si son pobres o no carece de importancia: merecen todo lo malo que les ocurra). Los que no nos alineamos con la izquierda dominante señalamos a los piji-progres, izquierdistas de visa oro que hablan en nombre de los desfavorecidos sin tener la menor idea de en qué consiste esto y, por supuesto, sin sufrir en sus carnes los efectos de sus ocurrencias políticas. Es aquí donde el equidistante nos habla de los hunos y los «hotros», desde la atalaya impoluta de sabiduría ponderada. No proporciona ninguna explicación razonable (menos aún soluciones) sobre cómo encarar nuestra situación política pero, ¡ah!, ¿y lo bien que se siente?

Sucede que la realidad es tozuda, y acaba por imponerse de una forma u otra. Y es aquí donde entra en juego el último concepto político que deseo exponer: la ventana de Overton. Dentro de dicha ventana se encuentran las ideas que un determinado público es capaz de aceptar. Hace cincuenta años, el aborto quedaba fuera de la ventana de Overton en España, hoy resulta impensable su ilegalización, incluso la reducción de los supuestos en los que es legal. Bien.

De un tiempo a esta parte, la capacidad de ampliación o reducción que tiene Overton es sorprendente. Hace apenas unos meses, el PP prefería romper sus acuerdos con VOX a cambio de aceptar la acogida de MENAs propuesta por el gobierno y votó sin problema a favor de regularizar 500.000 inmigrantes ilegales. Apenas unos meses después, Feijoo critica el efecto llamada de las políticas de Sánchez y las mafias de tráfico de personas. No queda ahí la cosa, el mismo presidente del gobierno ha denunciado estos días la existencia de estas organizaciones criminales, sus efectos nefastos y la necesidad de retornar a sus países a quienes han llegado a España a través de ellas. Gracias a Sánchez, la ventana de Overton en lo relativo a la inmigración ilegal se ha ampliado de forma sustancial. Ya puede, ya podemos, preocuparnos por el tema y decirlo en voz alta sin temor a ser tachados de fachas. Dos preguntas quedan por resolver: ¿es demasiado tarde? ¿Hasta cuándo dejaremos que sean otros quienes establezcan qué resulta tolerable y qué no?

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