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18 de septiembre de 2024

VertebralMariona Gumpert

Cuerpo escombro

Todos los días doy gracias a Dios por haber tenido un abuelo cojo, disfrutón de la vida y siempre presto a reír a carcajada limpia de sí mismo

Actualizada 01:20

Además de haber estirado la pata hace tiempo, mi abuelo y Frida Kahlo tienen algo en común: ambos resultaron heridos de gravedad por viajar en un tranvía. A raíz de esto pasaron mucho tiempo en cama, donde descubrieron el amor a la pintura. Acaban aquí todas las coincidencias, empezando porque lo de Frida fue un descarrilamiento del coche en el que iba, y mi abuelo se fastidió la pierna al saltar del vehículo en marcha: era un niño que no había pagado su billete y huía del revisor. La pierna herida ya no le creció igual que la otra, por lo que se quedó cojo al crecer.

No recuerdo haber sido consciente de que mi abuelo renqueara; lo llevaba con total naturalidad y le encantaba presumir de cuánto había ligado en su juventud. A mi abuela le ponía negra –mientras él se mondaba de risa– cuando nos contaba que había sido ella la que tomó la iniciativa definitiva durante incipiente noviazgo: le tomó ella a él de la mano la primera vez. Nos relató también la vez que –en un verano tórrido, siendo ya adulto– se vio en la situación de bajar una llanta que ardía lo suyo por el calor desde lo alto del pueblo hasta un llano. Agarró un palo para no quemarse y comenzó a hacer rodar la llanta, que se aceleraba de forma exponencial conforme acumulaba la inercia del camino cuesta abajo. Debió de ser un espectáculo ver a un señor cojo, corriendo, arreando a un armatoste y metiendo un ruido de mil demonios. Justo debieron pensar en una piara diabólica dos señoras del pueblo al cruzarse con él. Mi abuelo, al ver la cara de espanto de las mujeres, dejó escapar un aullido demencial al pasar a su altura. El susto que se llevaron le dio para reírse en ese mismo momento, y todas las ocasiones en que lo rememoró.

Dani Rovira estrenó hace poco una comedia titulada Cuerpo escombro, en la que se hace pasar por alguien con discapacidad para poder encontrar trabajo rápido, y no perder así la casa de sus padres. Se armó un follón monumental en redes sociales, protagonizado por gente indignada con la película. Sin haberla visto yo, me dio curiosidad indagar qué se comentaba. Me extrañaba la polémica, Rovira es de lo más políticamente correcto que hay, no me lo imagino sacando los pies del tiesto. Por lo visto, molestaba el título en sí. Lo curioso es que la mayoría de los que se quejaban tampoco habían visto la película. Al final fui a verla y, oh, sorpresa (y spoiler, deje de leer aquí si quiere verla), justo en la película acaba recibiendo quien emplea ese palabro en términos despectivos. Es más, el personaje de Rovira acaba pagando su estafa como Dios manda. Eso sí, a lo largo de la trama se exponen de forma amena problemas y aspectos de lo que implica tener una discapacidad. Es muy pedagógica sin resultar moralizante. Y siempre de forma positiva.

Argüían algunos internautas, indignados, que no se muestra en la película lo duro que resulta tener discapacidad. Quizá no comprenden que existen géneros de todo tipo (el propio Rovira llevó al cine la historia de un paciente con esclerosis múltiple, con sus dosis de comedia, pero también de realidad dura). Cuerpo escombro no ha hecho ningún hallazgo, desde hace tiempo se ruedan películas protagonizadas por personas con discapacidad, ya sean comedias o dramas. Lo que ha cambiado han sido las actitudes de ciertos espectadores. Vivimos en una eterna competición por ver quien es más víctima que nadie, algo que parece demostrarse según el grado de indignación ante determinadas situaciones. Quienes actúan así no caen en la cuenta de que acaban siendo ellos mismos su peor enemigo.

Yo también soy un cuerpo escombro, desde que tengo 14 años. En mi caso, lo tullido resulta invisible, lo que no quita que dependa de una persona sana para vivir de forma digna. Todos los días doy gracias a Dios por haber tenido un abuelo cojo, disfrutón de la vida y siempre presto a reír a carcajada limpia de sí mismo. Sus lemas, «hay que adaptarse al medio» y «o te aclimatas o te aclimueres». Gracias a ellos voy saliendo adelante, con mis limitaciones, tropiezos y frustraciones. Bueno, y quizá gracias también al maestro que me dijo que, dadas mis circunstancias, sería imposible que consiguiera acabar bachiller. No hay nada que me motive más que el que me digan que no puedo hacer algo. Será mi parte aragonesa.

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