El universo conspirando con-tra Sánchez
Los indepes son verborreicos hasta el cansancio, y poseen una capacidad para la deformación de realidades que requiere demasiado tiempo y esfuerzo mental del que estoy dispuesta a invertir
Hasta hace poco he deseado ser Pedro Sánchez. Sobre todo por saber qué se siente al mirar al espejo y exclamar «¡pero qué guapa soy y qué suerte tengo de haberme conocido!». Quizá me bastaría con repetir un «si quieres, puedes» hasta el infinito. Esto y decorar la casa con multitud de post-it que rezaran «si deseas algo con suficiente fuerza, el universo entero conspira para que se haga realidad». Está fuera de toda duda que Sánchez cree en ese nietzscheano mandamiento de mercadillo del querer es poder, ¿o acaso no se ha hecho con todo lo que ha deseado? De todos modos, no le arriendo la ganancia. Va dando bandazos, ha perdido la fe en sí mismo, quizá cree que el universo sí conspira, pero ahora contra él. Será el estrés, que destroza los nervios y acaba con cualquier objetividad. Porque la realidad es que tiene todo a su favor: instituciones corruptas, gran parte del cuarto poder bajo su batuta, a su partido domeñado (¿alguien se cree a Page?) y a la ciudadanía más preocupada por la supuesta inminente venida del fascismo que por cada paso con el que nos conduce Sánchez hacia el precipicio político, social y económico.
Así que no, ya no quiero ser el presidente. Demasiado estrés, demasiado barajar estrategias, demasiado cambio de opinión, demasiado vivir en un ay. Debe de haber otra fórmula de transitar feliz por este mundo, libre de responsabilidad individual, ser capaz de obviar problemas reales y, al mismo tiempo, sentir que soy un ser de luz que alumbra a la humanidad con luz propia. Una forma sencilla habría sido la de presumir de ser una mujer empoderada, soltera y decidida a no tener hijos, pero me enteré tarde.
¿Qué opciones morales quedan que me permitan estar por encima del bien y del mal de forma cómoda, sencilla y con argumentos ramplones? Quizá hacerme indepe. Indepe catalana, por ejemplo. La gente de por sí ya cree que soy de allá, por mi nombre. Y el catalán lo perpetro porque soy de Valencia y lo he estudiado como segunda lengua. Debe de resultar sencillo vivir eternamente enfadado contra un opresor irreal, sentir que eres el pueblo judío en los años 30 al tiempo que disfrutas de las comodidades que ofrece una región europea del siglo XXI.
Pero. Siempre hay un pero. Los indepes son verborreicos hasta el cansancio, y poseen una capacidad para la deformación de realidades que requiere demasiado tiempo y esfuerzo mental del que estoy dispuesta a invertir. Necesitan mostrar de forma constante lo indepes que son, y cuánto odian a los «nyordos» (insulto con los que se refieren al resto de españoles). Una agonía vital. Asimismo, me sentiría muy engañada por mis líderes políticos. Yo querría la independencia ya, sin ambages y no por entregas. Con Sánchez en el poder es ahora cuando se puede, ¿a qué esperar?
No, mejor ser independentista vasca. No hablan, van a lo suyo. Tienen uniforme propio que les permite no tener que intercambiar palabra con quienes no desean trato de ningún tipo. No necesitan ni han necesitado nunca ir de civilizados o de superiores intelectualmente. En un extraño giro de los acontecimientos, compraron argumentario woke (lo que, en el fondo, es comprensible: ¡ellos luchan contra el fascismo!), pero ajustado a lo vasco. Así, sin dificultad se sumaron a lo de proclamar a los cuatro vientos que sus pueblos y ciudades no permiten las agresiones sexistas (hay violencias imposibles y violencias justificadas, siempre hubo clases) y a meter batucadas hasta en la sopa. Me haría independentista vasca solo para denunciar por apropiación cultural a indepes catalanes –y a progres en general–, por usar el flequillo cortado con un hacha, pendientes de aro para él y para ella más la estética Decathlon, esa forma de vestir en la que adquieres la ropa en una gran multinacional para sentirte de izquierdas, anticapitalista y antisistema.
En fin, la verdad es que quizá podría adaptarme a vestir como una borrokilla, pero los indepes tienen su radar anti-maketos muy afinado; sería un quiero y no puedo por mi parte. Además, no me hago el flequillo-hacha así me maten. No me queda otra que volver al mundo real, aspecto que comparto con Sánchez. ¡Ojalá la Fiscalía, el Tribunal Constitucional, el grupo PRISA, media ciudadanía atontá y el universo entero conspiraran para que se hicieran realidad mis deseos más profundos! No caerá esa breva. Les dejo, que el universo no me hace la lista de la compra ni me escribe los artículos.