Ojo, peligro de engaño

Mi gente cercana sabe mi gusto por los buenos libros, y que por ello, en toda mi casa está repartida una cada vez más amplia biblioteca donde refugiarse. Pero a uno de mis amigos más bromistas se le ha ocurrido con mala leche que los Reyes Magos me hayan traído la agrupación de páginas encuadernadas que es ese pseudolibro narcisista de Tierra firme, supuestamente escrito (¿cómo su tesis?) por Pedro Sánchez. Y aceptando dicho «regalo», he procedido a intentar leerlo al menos en diagonal. Pero cuando llegué a la página donde Sánchez dice: «Soy un político con convicciones», he optado por cerrarlo quedándome casi ojiplático y con una subida de tensión considerable. Ahora, para que no parezca una descortesía hacia mi querido amigo (hablo del que me lo ha regalado, no de Sánchez), no puedo arrojarlo a cierto contenedor de reciclaje de papel que hay en mi calle. Pero tampoco puedo manchar mi biblioteca verdadera, conservando este mamotreto de egocentrismo. Por eso, creo que saldré a pasear con estas hojas rebosantes de autobombo presidencial y… me parece que sufriré el «inesperado accidente» de extraviarlo sin mirar atrás. Pido disculpas anticipadas a aquella persona que lo encuentre, y que, caritativa, se atreva a perder el tiempo en recogerlo. Para sentirme menos culpable, lo dejaré semiabandonado con una nota de aviso –en plan prospecto medicinal– que diga: «Ojo; peligro de engaño. Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia».