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Cartas al director

Los Goya y sus canonjías

Este sábado se celebra la 38 edición de los Goya. Llevo subvencionando que me pongan a caer de un burro desde su nacimiento.

Ni ellos me conocen a mí ni yo a ellos, pero si me oyeran me enviarían a la isla del Diablo con Papillon, la fachosfera ya debe de estar llena.

Que fueran objetivos y coherentes sería pedirles demasiado, pero sin bicocas, como dijo Redford en Memorias de África, «No hay nada malo en arriesgarse si quien paga es uno mismo».

Ana y Víctor, por ejemplo.

Hace demasiados años, ellos me llevan siete, leí en Disco Expres que Víctor Manuel se había comprado un Ford Mustang y un chalet en Torrelodones –escribo fiándome de mi memoria–. La noticia carecía de tinte político alguno, sólo ensalzaba su triunfo.

Le echan en cara a Víctor «Un gran hombre», canción en la que loaba sin escatimar adjetivos a Franco. Tenía diecinueve años.

Alberti en 1928 fue capaz de hacer rey al vizconde de Almocadén en «Bajo una luz de interrumpidos oros», el panegírico que hizo a la casa Domecq. El regio vizconde lo quiso premiar con un caballo, pero el bardo que, como buen comunista ya apuntaba maneras, acabó sacándole cinco mil duros.

Ítem más: En El poder y la noria –de 1995 y el autor rondando los sesenta– Jorge de Esteban, dedicaba el libro «Al juez Baltasar Garzón, en reconocimiento por su defensa de la democracia y del Estado de Derecho»

Si yo fuera hombre notorio y se expurgara mi obra seguro que encontrarían cosas peores, así que ni critico ni juzgo, cuento.

¡Yo no sé quiénes actúan y ellos no saben que acabo de comprar en Todocolección Hasta que llegó su hora, blu-ray aún nuevo y precintado por 6 euros! C'est la vie.

Felipe Sánchez Gahete

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