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Cartas al director

¡Mamá, no me mates..!

En el pueblo fenicio era habitual el sacrificio de niños quemados vivos en honor al Dios Moloch. En Atenas no había ningún tipo de prohibición para que un padre pudiera matar o vender a sus propios hijos. Decía Aristóteles: «Un hijo o un esclavo, son propiedad y nada de lo que se hace con la propiedad es injusto». En la Roma clásica, los hijos no deseados eran asesinados por sus padres o abandonados a una muerte segura. Un padre tenía derecho a matar a su propio hijo ya que existía la antigua creencia de que «aquellos que crean pueden destruir lo que han creado». En la Edad Media y en el Renacimiento, el asesinato de los propios hijos era una práctica habitual, aunque la influencia del cristianismo, logró la disminución de este tipo de muertes infantiles.

Hay una gran similitud de las salvajadas de entonces con las de ahora. El derecho a la vida era ignorado, como ahora lo hacen los políticos «progres» y algunos intereses económicos que se burlan del respeto que merece todo ser vivo, todo feto, todo niño en formación. Pensemos además en las formas en las que se matan a los niños en el aborto: unas veces se envenenan, otras se extrae al niño y otras se descuartiza.

Las salvajadas de aquellos tiempos, se repiten ahora, pero más «elegantemente», es decir, el niño se mata igual, pero ahora se hace en el útero de la propia madre, tras la condena que ésta ha decidido para matar a su propio hijo, con todo desprecio a su vida y el aplauso de los políticos progres, aunque a veces hay otros políticos no progres, que se venden a no se que intereses y también aplauden esa matanza, cual es el caso del Partido Popular que da toda su aquiescencia a estos asesinatos, degradándose como si fueran ellos también «progres», o «ultraizquierda» y apoyando al más bochornoso de los crímenes: «el aborto».

Pablo D. Escolar

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