Cartas al director
El viaje
Cuanto más lejano de nuestro lugar de origen, equis, y si el destino es exótico, doble equis. Parece que estamos rellenando una cartilla de Gallina Blanca de las de antes, en la que se pegaban los sellos con la enorme ilusión de ganar el premio final. Aún conservo una joya, un álbum de cromos llamado Vida y color, herencia sentimental de mis hermanos que atesoraban las estampas con mimo infantil. Aquellos fueron años de álbumes coleccionables, estos lo son de acopio de viajes.
Tan pronto como vislumbramos un resquicio de ocio, las ganas de salir de viaje nos arrebatan. Es más, solo en el hecho de verbalizar que nos vamos a… encontramos un placer inefable. Qué mordaz es el deseo. Y tanto nos gusta vagar por el mundo, dejar nuestra huella impresa allí donde pisamos, que los gobiernos de numerosos países se ven obligados a poner tasas, véanse como impuestos culturales que minimicen el impacto del turismo de masas, en otras palabras, la degradación medioambiental que causamos. Sucede en Venecia o Ámsterdam o París. Y también en Mallorca, Barcelona o Madrid.
Y no satisfechos con ir completando la cartilla de forma compulsiva vacación tras vacación, corremos a sacralizar el momento feliz con la foto correspondiente, aquí y ahora, para trasladárselo de inmediato a amigos y a conocidos y, lo más extraordinario, a ¿desconocidos? ¿Para qué? Viajero: detente un instante, aparca para más tarde la foto, silencia el móvil y saborea con todos tus sentidos lo que oyes y lo que ves, pues eso mismo no lo volverás a oír ni a ver de igual manera. Quizás, reflexiona, deberías admitir que en una foto no caben sensaciones ni emociones, solo formas y colores que el recuerdo arrinconará finalmente en galería. Claro, cierto es, si no muestras cuánto disfrutas, dónde y con quién, si no lo compartes con ¿el resto del mundo?, tu felicidad no tendrá entidad, no existirá, pues esa instantánea se convertirá en algo íntimo, solo tuyo, mientras estás suspirando por recibir likes de los demás: la engañosa reafirmación de que gustas.
«Pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias», escribió el sabio poeta alejandrino no hace tanto, cuando lo real y lo valioso era vivir el viaje.