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Cartas al director

La triste vanidad

Desde finales de octubre asistimos al 'boom' consumista, que tiene su clímax en diciembre. El capitalismo salvaje ha lavado miles y miles de cerebros para que compren lo que no necesitan. ¿Qué relación guarda esta práctica, la oniomanía en algunos casos, con la rememoración de la llegada del Mesías, del Ungido, que se hizo humano para salvarnos a todos? Ninguna, obviamente. Basta echar una ojeada a la Biblia para constatar que este proceder comprador patológico no es Navidad, sino Vanidad. En vanidad ha devenido el final de año. «Vanidad de vanidades —dice el predicador—. Todo es vanidad». ¡Cuánta razón le asiste!

Vayas a donde vayas, encuentras pasquines sobre juguetes, relojes, móviles, tabletas, televisores y lo inimaginable, para que sacies tu apetito consumista, inoculado por los gurús del 'Black Friday' y campañas similares.

No, oiga, la Navidad proviene del latín 'nascere'(nacer). Se celebra que hace, 'grosso modo', 2024 años, nació el Redentor. ¡Hasta yo, que soy agnóstico, lo sé! Por eso, por coherencia con mis conocimientos, deploro el mercado persa en el que se han convertido estas fechas. ¡Qué hartazgo de esta triste vanidad! ¿Hasta cuándo?

Manuel Castellanos

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