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Cartas al director

San Juan de la Cruz

La Fiesta de san Juan de la Cuz es siempre una oportunidad para reflexionar sobre su figura y admirable doctrina, que de manera excepcional y permanente está presente en la vida del cristiano y de la humanidad entera, porque su contenido es universal: para todos los hombres y para todos los tiempos.

¿Por qué cambió su nombre religioso? Su primer nombre fue Fray Juan de Santo Matía y cuando Teresa de Jesús le invita a adherirse a la reforma carmelitana tomó el de Fray Juan de la Cruz. ¿Existía alguna idea premonitoria de lo que significaba? Tal vez fue consciente de que su vida, a partir de ese momento, estaría marcada por la Cruz de Cristo, como así fue.

Y él vivía, por supuesto, todo lo que recomendaba a otros. De ahí que hiciese realidad en su vida lo que escribía a la M. María de la Encarnación, en Segovia, el 6 de julio de 1591: «No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios; y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor…». San Juan era un experto en Amor a lo divino por eso, a veces, su lenguaje es de una elevación suprema: «el alma que ama a Dios más vive en la otra vida que en ésta, porque más vive el alma adonde ama que donde anima, y así tiene en poco esta vida temporal», en expresión de su «Cántico Espiritual» (Manuscrito de Jaén).

Este es el secreto de san Juan de la Cruz: El Amor de Dios y el Amor a Dios. Dios nos amó primero, por eso somos, por eso existimos. Y la consecuencia lógica, por tanto, es corresponder a ese Amor de Dios amándolo también nosotros como Él quiere ser amado. Es el camino directo y seguro, no existe otro.

Juan Antonio Narváez

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