Cartas al director
La tiranía del «bello sexo»
La mujer es observada y sometida a un duro escrutinio en función de su imagen corporal. Su valía se centra en su apariencia física, convertida en objeto de deseo y valoración, cuyo mérito reside en cumplir los estándares de belleza impuestos. Lipovetsky sentencia: se ha construido el «bello sexo», y la identidad biológica femenina se reduce a características y normas que definen una belleza idealizada.
La imagen de la mujer se asocia, por lo general, a celebridades e «iconos» que encarnan un ideal específico: delgadez extrema, juventud perpetua y rasgos alejados de la «vejez». Ser «sexy» se traduce en una combinación contradictoria de delgadez y voluptuosidad, curvas sin celulitis, audacia y recato, juventud sin vejez. La ausencia de cualquier signo del paso del tiempo se convierte en un requisito indispensable para alcanzar el opresivo canon de belleza.
Cualquier desviación se interpreta como una negligencia, una falta de cuidado, y se la tacha como «persona poco fiable», por no haber intentado aproximarse a los objetivos ideales. El mercado se aprovecha de los sentimientos de culpabilidad, bombardeando con mensajes que instan a «cuidarse», cuando en realidad es una invitación a «fabricarse» según moldes «naturalizados» y sostenidos en la llamada «tendencia científica».