La ingeniería social: una amenaza
Una de las mayores amenazas que tiene la sociedad española, como buena parte de Occidente, es la ingeniería social que con tanto éxito ha ido implantando la izquierda europea a lo largo de las últimas décadas. En la entrevista publicada en El Debate viernes y sábado con el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, se le preguntaba por este asunto poniendo ejemplos de la máxima trascendencia como lo son la exigencia del Gobierno de crear listados de médicos objetores a la práctica del aborto o el empeño de que, con 16 años, Pedro Pérez pueda ir al registro y pasar a ser Petra sólo con manifestar la voluntad con la que ha despertado ese día.
Pablo Casado manifestó su voluntad de actuar en positivo y eso es bueno. El problema es que tal vez no se pueda actuar en positivo, es decir, en forma constructiva, frente a quienes demuestran un empeño negativo. Es decir, a quienes demuestran su capacidad de barrenar los cimientos de una sociedad.
De las declaraciones del presidente del PP sobre el aborto –«Frente a lo que anuncian en la ley del aborto, ley de maternidad, apoyo fiscal, en vivienda, laboral… que las mujeres que decidan ser madres tengan todo el apoyo del Estado para serlo»– cabe sacar la preocupante deducción de que el PP, como el Gobierno de Sánchez, tampoco tiene ningún interés en que el Tribunal Constitucional resuelva el recurso de inconstitucionalidad presentado por los populares hace casi una década.
Un candidato a la Presidencia del Gobierno debe demostrar claridad en la defensa de los principios más básicos que conforman una sociedad. El Partido Socialista, desde tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero, y ahora con el Gobierno de coalición social-comunista, ha demostrado un interés extremo en desmantelar los elementos que ahorman las raíces de nuestra civilización judeocristiana. La responsabilidad del jefe de la oposición es combatir ese destrozo y no responder diciendo que se va a ignorar el daño causado y a hablar «en positivo». Uno de los mayores daños que se hizo el PP en su última etapa de Gobierno fue no actuar contra la llamada Ley de Memoria Histórica perpetrada por el Gobierno Zapatero pese a la mayoría absoluta de la que disfrutaba. Ni contra la ley del aborto pese a sus promesas electorales y al proyecto de ley concluido desde el Gobierno. Pablo Casado debe aprender de la historia de su propia formación. Cuando sus rivales políticos hacen un envite, no cabe mirar para otra parte. Hay que contraatacar.