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Editorial

28-M: un plebiscito decisivo sobre Pedro Sánchez

Nunca unas elecciones autonómicas y municipales han sido tan decisivas para reforzar o desechar a un presidente del Gobierno

Actualizada 01:30

Las elecciones autonómicas y municipales del próximo 28 de mayo van a ser mucho más que la mera selección de los presidentes y alcaldes de las regiones y municipios de España. Con ser esto importante, la terrible situación institucional, política y económica que atraviesa el país las convierten en un plebiscito oficioso sobre el Gobierno y, muy particularmente, sobre quien lo encabeza, el presidente Pedro Sánchez.

Él mismo lo ha asumido al tomar de manera personal el liderazgo de la campaña, para pavor de muchos de los aspirantes, convencidos de que su protagonismo es un lastre y de que, si al final el resultado es negativo, no será el principal responsable quien asuma las consecuencias: Sánchez ya tiene preparado el absurdo relato de que, si el PSOE pierde comunidades y ayuntamientos relevantes, será a pesar de su titánico esfuerzo.

Pero la realidad es indiscutible: nunca unas elecciones de este tipo han sido tan claramente una especie de referéndum sobre la legitimidad de un presidente que lo es por las alianzas que, antes de someterse al escrutinio de las urnas, había rechazado con tanto ahínco.

La última vez que los españoles pudieron decidir quién les gobernaría, el aspirante socialista se comprometió a no hacerlo, en ningún caso, con quienes ahora forman parte de su Gobierno o lo sustentan a cambio de un lamentable derecho de pernada sin límites.

Incluso sus votantes lo fueron pensando que, llegado el caso, Sánchez no accedería al poder en un cambalache obsceno con Podemos, ERC y Bildu que pusiera en juego toda la arquitectura institucional del Estado y convirtiera la gestión en un popurrí de medidas anticonstitucionales y populistas.

Todo eso se enjuicia en dos semanas, y del escrutinio dependerá la consolidación de un proyecto lesivo o, por contra, la irrupción de una alternativa razonable: si el PSOE pierde las elecciones y el PP le arrebata algunas de sus principales plazas, en solitario o en una alianza legítima y necesaria con Vox, Sánchez tendrá pie y medio fuera de la Moncloa.

De hasta qué punto es consciente de ello el líder socialista da cuenta la perversa utilización de recursos e instituciones públicas para tratar de condicionar el voto, recreando un inexistente oasis donde cada penalidad tiene una respuesta salvadora por su parte, con un dinero público menguante que solo sirve para intentar comprar voluntades a costa de engordar la ya insoportable deuda.

El clientelismo del Gobierno, que busca votos a la desesperada con anuncios rimbombantes y medidas tardías o inútiles, es en realidad un canto desesperado que retrata la agonía de Sánchez y su negligente catadura.

Pero invita también a los ciudadanos a pronunciarse con contundencia: no se pueden lamentar los estragos del Gobierno para, después, insuflarle oxígeno por quedarse en casa sin ejercer el derecho democrático al voto. Que en circunstancias como las que padece España, ha de ser asumido como una obligación cívica insoslayable.

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