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Editorial

Ya está bien, señor Sánchez

El líder socialista se ha puesto ya al margen de la ley con su desprecio a la Constitución y al Parlamento

Actualizada 01:30

Que Sánchez lleva años sometiendo a la democracia y al Estado de derecho a unas tensiones inaceptables, es una evidencia. Desde su estreno en la Moncloa, con una moción de censura espuria que compensó sus contundentes derrotas electorales y le permitió librarse de su marginación en el PSOE, todo en el personaje ha bordeado o superado los límites legales, morales y estéticos previstos y esperables en alguien con tan alta magistratura.

Esa degradación ha sido incesante, camuflada a duras penas con un asalto sin precedentes de las instituciones del Estado, para colocar en ellas a adeptos acríticos que le ayuden a maquillar la realidad y arrimarla a los intereses de su patrocinador, y ha llegado a su máxima expresión con la rebelión que el mismo Gobierno está encabezando en estos momentos, con un incumplimiento constitucional de la máxima gravedad.

La ausencia de mayoría parlamentaria siempre ha estado presente en la Presidencia de Sánchez, por mucho que aritméticamente la camuflara con una malversación infame del espíritu de los pactos: solo han de buscarse para construir un proyecto común; no para un burdo intercambio entre un puesto no ganado en las urnas y concesiones incompatibles con la legalidad.

Y ahora se constata con la incapacidad de presentar al Congreso unos Presupuestos Generales y de lograr un respaldo mayoritario a algo tan relevante como invertir al menos el 2 por ciento del PIB en el nuevo sistema de Defensa europea.

Es en el peor momento cuando más necesario es un Gobierno unido, sustentado en un proyecto coherente y respetuoso con las instituciones del Estado, donde han de diluirse las fronteras ideológicas en determinados asuntos e imponerse una visión conjunta y conocida.

Para eso está el Parlamento y, en esos escenarios, es donde precisamente la Constitución define los procedimientos a seguir. Que Sánchez se los salte y transforme su precariedad en una coartada para despreciar al Parlamento, y, por tanto, a los ciudadanos, es un salto cualitativo que bajo ningún concepto ha de asumirse.

Quien impide que España tenga presupuestos e incluya en ellos la Defensa de Europa es quien no cuenta con los socios que le auparon a una Presidencia de cartón piedra, no cuenta con el respaldo del Congreso, no es capaz de explicar sus planes a la ciudadanía y pretende saltarse la Constitución para imponer sus objetivos, de manera caciquil y opaca.

Sánchez se ha situado al margen de la ley, intervenido desde Waterloo por siniestros personajes como Puigdemont y Otegi, y picoteando los procedimientos que distinguen una democracia de una dictadura. Ya está bien de excusas.

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