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En primera líneaPedro Fuentes

¿La levedad del vértigo?

Cuando la sociedad pierde su esencia y se convierte en un rebaño ideológico, se intelectualiza ideológicamente el vértigo y nos abandona en los márgenes del desastre

Actualizada 01:30

Hace tiempo que vivimos instalados en la levedad de la vida. Una sociedad carente de valores que desconoce si fue antes la carencia que la levedad, o viceversa.

Aristóteles conversaba con el hombre prudente, un hombre que sabía unir el saber hacer con el saber ser, y así convertir los deberes civiles y sociales en una premisa fundamental en su vida. Por otra parte, Milan Kundera escribió que aquel que quiere «llegar más alto» debe contar con que algún día le invadirá el vértigo. De ahí considerar vértigo una reacción que sucede lejos del concepto ético, instándonos a preguntarnos si una sociedad instalada en el vértigo puede subsistir dentro de un universo carente de sentido común ético. Ya no es una cuestión de liderar el bien común. Es más sencillo. Simplemente consiste en saber si los que tienen que representar al ciudadano son dignos de representación y son dignos de gobernar al propio ciudadano. Nuestro futuro político diseñado con un elevado factor de incertidumbre debería ser dirigido con algún atisbo de esperanza. Ante este escenario disfrazado de una comparsa irrelevante no podemos quedarnos al margen y, al menos, la situación merece que alcemos la voz con la libertad que nos proveen unas urnas democráticas. Vértigo es la falacia del voto servil en una sociedad política corrompida, que nos recuerda los tiempos de Roma. Aquellos tiempos donde la República se deshizo en un Imperio lleno de púrpura, laurel, pan y circo. Estamos instalados en el pan y el circo. Así podemos comprender que el «ser» ya no es leve. Simplemente vivimos dormidos en la evasiva levedad del ser. Nos cuesta tanto entender el momento que vivimos, que preferimos evadirnos de él. Esta evasión encierra en su seno el grave problema de no entender que entre todos estamos construyendo una sociedad banal y que el tiempo necesitará de sí mismo para poner las cosas en su sitio. Cuánto más tardemos, más necesitaremos de empleo de libertad y de esfuerzo para restaurar una sociedad que no sea leve.

Por su naturaleza, el vértigo no ayuda a organizar un Estado. Cada día, los hechos, los actos de nuestros políticos son la confirmación del vértigo. Ahora, de forma irreversible, el Gobierno de nuestro país, ese país que se llama España, se ha aposentado en el vértigo. Los sucesos políticos de los últimos días, meses, e incluso años, sólo ponen en evidencia la categoría moral que rige nuestra sociedad. Cuando la sociedad pierde su esencia y se convierte en un rebaño ideológico, se intelectualiza ideológicamente el vértigo y nos abandona en los márgenes del desastre. Las declaraciones políticas de estos días son el lodo de esos márgenes. El sinsentido político se adueña de la levedad del ser.

Ilustración: pedro sánchez

Lu Tolstova

En estos próximos meses vamos a convivir con más vértigo aún. Estamos en tiempo de desahucio. De «mediadores», de «ocultistas», de falsos librepensadores y en tiempos de evasión. El pensamiento se quedará oculto en un estadio donde sólo el vértigo será capaz de producir un cambio. ¿Existe algún político que nos vaya a librar del vértigo?

Debemos discernir si estamos ya en ese momento del vértigo. Seis meses para pensar si nos instalamos en la levedad del ser, o en la evasiva levedad del ser: no debemos aceptar que no nos queda otro remedio.

Señor presidente, ¿de verdad cree que si «los del IBEX» se quejan, estamos en el camino adecuado? ¿Qué sucede en Indra? ¿Qué significa el 8-M?… Aunque no le guste reconocerlo, esto es vértigo y más vértigo. ¡Qué espectáculo!

  • Pedro Fuentes es humanista y ensayista
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