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En primera líneaPedro Fuentes

La lealtad inconsciente

La lealtad se ha esfumado porque nos empeñamos en romper los principios de la unidad de la Soberanía Nacional, porque las promesas se han convertido en un muñeco fantasmagórico...

Actualizada 01:30

Esa imperturbable realidad que ahora ya nos duele, porque dejó de ser ficticia, se ha convertido en la enorme desesperanza hacia la democracia. Por eso nos causa sufrimiento.

De alguna manera, una gran mayoría del país se quedó dormido. Fue un dejar hacer inmaduro a la lealtad inconsciente. Esa ha sido la construcción paulatina de un caballo de Troya que se aparcó en el patio de una España frágil, manipulada por su incultura y por todas las ideologías que los ciudadanos han ido asimilando en esta última década.

La lucha ha sido pueril entre la cordura y la locura. De ahí el resultado. Hemos necesitado del relato fingido y cochambroso para dibujar una realidad deforme que tiene como resultado el suicidio de nuestra convivencia constitucional.

Desde fuera ya nos están gritando para que paremos el esperpento de nuestra «pelea a garrotazos», a la usanza de un Quijote desgastado por la cansina ficción que pretende ser verdad y, tan sólo, es verosimilitud. Es decir, la apariencia de la verdad.

En honor a las circunstancias que nos acontecen, esto nos ha sucedido por perder del horizonte a la lealtad. La singular y la general; la del ciudadano y la del conjunto de la sociedad.

Perdimos la estima que teníamos hacia el consenso del 78, esfuerzo de todos.

Los caminos tortuosos del Gobierno de España, por su carácter improvisador, aunque definidos como progresistas, nos han alejado de la rectitud y, como decía Dickens, «los caminos de la lealtad son siempre rectos».

La lealtad se ha esfumado porque nos empeñamos en romper los principios de la unidad de la Soberanía Nacional, porque las promesas se han convertido en un muñeco fantasmagórico, porque los sueños de poder han devorado al esfuerzo del progreso real, no comprado, no subvencionado. Porque se ha vulnerado el respeto a la dignidad de nuestra propia democracia, porque se ha sustituido por la fidelidad que otorga el dinero y no el corazón libre del hombre...

Ilustracion: lealtad corazon constitucion

Lu Tolstova

Ortega y Gasset decía que «la lealtad es el camino más corto entre dos corazones». Por fin la clase política ha conseguido romper ese corazón constitucional del 78. El espectro de las dos Españas está trazado en el cielo como dramáticas líneas de un Blasco Ibáñez. Estoy seguro que ustedes sabrán poner a los jinetes adecuados en sus monturas. La lealtad es tan inconsciente, que el camino entre esas dos Españas vuelve a ser largo.

Los que aún tengan conciencia que se examinen, ciudadanos, gobernantes...

Hemos despertado de una pesadilla y nos trae cansancio, amargura y ansiedad...

Pero este es nuestro pasado. El presente de mañana y el futuro se deben al esfuerzo por recuperar la identidad y dignidad que nos merecemos y que nos otorgará la ansiada lealtad.

No nos volvamos a dejar abrazar por la «vanidad de vanidades», por el «todo vale», luchemos por nuestro sentido de Estado, porque el orden y la unidad la ejercitamos cada uno de nosotros.

Debemos de recuperar la claridad, el juicio crítico, porque las circunstancias actuales requieren del ejercicio del pensamiento.

Intentemos ser lúcidos con nosotros mismos porque, como dijo Stendhal, «el hombre poco claro no puede hacerse ilusiones: o se engaña a sí mismo, o engaña a otros».

La mayor lealtad consiste en no engañarnos a nosotros mismos y, señor presidente, si su progresismo se explica con sus propias palabras, «en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defendiendo hoy la ley de amnistía, porque es la única alternativa posible para que no haya unas nuevas elecciones, y por tanto, no dar una segunda oportunidad al PP y a Vox que nos harían retroceder décadas en tan sólo unos años», entonces, su progresismo es una lealtad inconsciente que se sustenta desde la deslealtad a la democracia, a la alternancia de partidos y esto no es por el bien de España.

En la Tradición Clásica se escribe con letras de fuego que la demagogia de una democracia se rubrica con una tiranía y que la lealtad inconsciente es el apodo de la deslealtad a un pueblo y por lo tanto a un país.

  • Pedro Fuentes es humanista
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