La minoría impaciente
En el obsesivo ejercicio de la minoría se acurruca un sentimiento que mueve a las peores pesadillas políticas de un adulterado sentir democrático: envidia y rencor
Cuando un Estado es gobernado por una minoría, es el síntoma de la sepultura democrática. Quien lo permite es el enterrador de la misma.
Un millón y medio de votos posee la gobernabilidad de España, fundamentalmente, los que desean destruir nuestro sistema constitucional.
Pero esto ya lo saben ustedes, me refiero a las cifras, aunque dudo mucho que el encabezamiento se comprenda en su hondo calado.
No me estoy refiriendo a minorías étnicas, religiosas y las crisis humanitarias que se proyectan en los territorios como consecuencias del afán de control y poder de, precisamente, una minoría política.
La primera observación es ver cómo más de veinte millones de españoles, se quedan a esperar el autobús de ese embrabecido millón y medio al que hacia referencia.
Tengo que decirles, que este millón y medio, que se confiesa profundamente demócrata, desde su democracia teórica, pretende, porque son demócratas, decirle a los veinte millones con máscara de sorpresa, lo que se ha de hacer.
Tristemente, y sin ningún lugar a confusión, de manera general, es una demagogia democrática que desemboca en una dictadura. Ya lo decía Cicerón.
La segunda observación tiene que ver con el sentimiento. A estas alturas ya hemos podido comprobar que a nuestros políticos el bien común, y perdonen que me vuelva a reiterar en este asunto, el cual, a mi modo de ver es el meollo del problema, les importa muy poco.
Una vez más entienden que es el bien de su minoría que les vota, con lo cual, el término común se nos fue de las manos como un globo hacia el cielo.
Pero en este obsesivo ejercicio de la minoría se acurruca un sentimiento que mueve a las peores pesadillas políticas de un adulterado sentir democrático: envidia y rencor. Ésta es la razón de la crítica a los empresarios (es el emprendedor grande y pequeño quien provee trabajo, independizándose de papá estado). Subvencionar no motiva al hombre al trabajo, tan sólo compra el voto.
Es la crítica a los conservadores (fundamentalmente por su libre elección de católicos y monárquicos)...
Es la alienación de la cultura (se apropian del pensamiento al que se tiñe de ideología).
En fin, es un sentimiento destructivo hacia algo fundamental del ser humano: la prosperidad.
En tercer lugar, es la dependencia de los partidos políticos la que prevalece. El ciudadano nutre con su trabajo la simbiosis de unos con otros, en función de sus intereses y no de la obligatoriedad de servicio que deben los partidos al ciudadano. Entre cotizaciones a la Seguridad Social, IRPF, IVA y demás impuestos indirectos, por encima de 20.000 euros anuales de retribución, el ciudadano entrega al estado más del 50 por ciento de sus ingresos.
Ésta es la construcción de esa minoría. Pero ¿cuáles son las consecuencias de su poder?
El asunto es muy grave. Si el rencor, la envidia y la indolencia del ciudadano mueve su intención de voto, sólo alimentamos a una minoría impaciente que egoístamente velará por sus propios intereses en detrimento del bien común, de la libertad y de la paz de estado.
Debemos hacer una reflexión objetiva. Desde el momento en el que en nuestra democracia apareció el gobernante con rencor, comenzó la caída de la Constitución que tantas alegrías nos propició años pasados. Ese fue el momento en el que la minoría se volvió impaciente.
Ahora qué nos queda. ¿Encogernos de hombros? Muchos ya lo llevan haciendo desde hace tiempo asistiendo a un proceso revolucionario provocado por esa minoría impaciente que devorará a una mayoría indolente que, por no caer en el pesimismo, y con ese afán estúpido de «modernidad», nunca quiso ver la realidad.
Cada día que pasa, la sociedad española es más analfabeta y así es fácil que se produzca la progresión de la minoría que amarra la voluntad de esos casi veinte millones de votos.
Abraham Lincoln dijo: «El pecado del silencio cuando deberían haber protestado, hace cobardes a los hombres».
No es el caso de la eurodiputada de Hungría, la que fuera embajadora de Hungría en Madrid, cuando denuncia el fraude del gobierno de izquierda en España, expresándose en castellano.
- Pedro Fuentes es humanista