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08 de septiembre de 2024

TribunaPedro Fuentes

El reloj de la democracia

El verdadero pecado de nuestros representantes es la debilidad. Una debilidad que les ha llevado a no estimar el tiempo perdido. La falsa bondad es convertir al tiempo en cómplice de la irresponsabilidad política

Actualizada 01:30

Decía Goethe «qué insensato es el hombre que deja pasar el tiempo esterilmente». Una reflexión que podríamos hacer a nuestros representantes políticos. Estamos en tiempo de descuento hacia la recesión democrática. Hemos visto la actitud de los dirigentes de los distintos partidos. Unos con rancio glamour televisivo, otros con una invisibilidad que causa cierto temor y otros con carácter aguerrido de lobos que se despedazan.

Lo cierto es que el ciudadano se siente desvalido ante el adormecimiento del auriga elegido que ha de gobernar el país. Que ilusión la de aquel que pide «una mayoría suficiente para gobernar el país ». Que soberbia la «sobreexposición mediática» del señor presidente. ¿Se le irá difuminando el rostro del poder cincelado en moneda de cambio?

Que tranquilidad la de Yolanda Díaz al ser citada por Sánchez como «socia fiable». Que incongruencia la de nuestros duelistas del centro derecha. La tranquila ilusión de la soberbia es la que arrastra al reloj de la democracia en España, con los lobos a la puerta del circo para devorar «la piel de toro». Ya, resulta difícil averiguar quienes son los lobos.

El verdadero pecado de nuestros representantes es la debilidad. Una debilidad que les ha llevado a no estimar el tiempo perdido. La falsa bondad es convertir al tiempo en cómplice de la irresponsabilidad política. Tiempo perdido es la inoperancia gubernamental respecto al deterioro de nuestro sistema de derechos fundamentales. De estos, ustedes, todos juntos, y cada uno con sus razones de poder, se han mofado, incluso ahora, a las puertas de unos comicios.

No han defendido el derecho a prosperar, de ahí las leyes que no voy a enumerar respecto a la indefensión. No han respetado el derecho a la identidad y a vivir en la paz de la familia, en tanto se tiende a romper el concepto de hombre existente por el de hombre producto de la ingeniería social. Ni siquiera sabemos si son buenos o malos sus diseños de nueva sociedad, simplemente, no nos rediseñen. Nos han dejado sin la ilusión del progreso y desarrollo integral a cambio del deseo fatuo de poder, a cualquier precio.

Sus comportamientos demuestran que no respetan a los ciudadanos, nos hacen perder el tiempo, mientras ustedes se divinizan en sus relatos, los cuales, a estas alturas del naufragio democrático, son absolutamente inaceptables mientras se reparten las papeletas de ese poder perfilado desde el esfuerzo de los españoles.

Este tiempo estéril está garantizado por el desgobierno, la estupidez y el desconcierto. Repasen sus intervenciones, los actos públicos de campaña, sus frases delirantes, inocuas... Desde el sillón, se visiona con desagrable estupor como nuestro país se está volviendo más inculto, más ajeno al enriquecimiento que ofrece el pensamiento.

Son ustedes, con su absurda ambición de gobernar, los que con sus planes de estudios, atontamiento tecnológico y series enlatadas, nos tienen como a peces dentro de una pecera que nombran como democracia y en mor de ella, ni siquiera son capaces de aceptar que gobiernen los representantes más votados.

Sepan que el reloj de la democracia lo han detenido hace tiempo y esta partida de ajedrez, al quedar inconclusa, la perdió el ciudadano de a pié, ese que paga impuestos, se levanta a las siete de la mañana para ir a trabajar, hace colas en los bancos, en las listas de espera sanitarias, se empobrece con la inflación...bMientras tanto les vemos a ustedes derrochando el tiempo en estas semanas veraniegas, con ensayos secretos en puertas traseras y con pactos de maldad.

¿Qué es lo siguiente? Una sociedad dividida, anticlerical, antimonarquica, antiliberal...? Un país que ha construido de la política un oficio, que ha gestado década a década un pozo de incultura y de demagogias de «todo vale...».

«La falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose, de modo que cuando la gente se da cuenta del engaño, ya es demasiado tarde». Ya lo dijo Cervantes.

  • Pedro Fuentes es humanista y ensayista
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