Ucrania en una nueva encrucijada
Lo que consideran realmente urgente y definitorio de la posición de occidente de cara a las pretensiones expansionistas de Putin, es que se formalice la invitación oficial de la OTAN para el ingreso de Ucrania en la misma
Desde que, en marzo de 2014, Rusia se anexionase la península de Crimea, anexión declarada ilegal y constitutiva de una violación de la integridad territorial de Ucrania por la Resolución 68/262 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Ucrania viene viéndose enfrentada a sucesivas encrucijadas existenciales promovidas por su poderoso vecino del este, Rusia.
El 24 de febrero de 2022 se desencadenó la brutal e injustificada invasión militar de Ucrania por parte de las Fuerzas Armadas rusas. Estamos a punto de alcanzar el tercer aniversario del comienzo de esa invasión en unas circunstancias considerablemente inciertas, tanto desde la perspectiva de la confrontación militar como de la del posicionamiento político de los diversos actores que respaldan a uno u otro beligerante en este conflicto, desencadenado, como digo, por Rusia y confrontado con extraordinaria eficacia, para sorpresa de no pocos, por parte de Ucrania.
Los países occidentales y especialmente los pertenecientes a la Alianza Atlántica y a la Unión Europea se han posicionado muy significativamente del lado de Ucrania y de la defensa de su población y de su integridad territorial. Así, de muy variadas maneras y con apoyos de muy diversa naturaleza han venido respaldando las actuaciones defensivas del país invadido con recursos de todo tipo, tanto humanitario, financiero o armamentístico como mediante sanciones impuestas a Rusia, cuantificándose el apoyo económico, de manera regular, al margen de otras ayudas puntuales, en una asignación de 40 mil millones de euros anuales para su esfuerzo de defensa, aproximadamente el triple del que dispone España en la actualidad para cada anualidad.
Durante la campaña electoral de las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos de Norte América, el candidato del Partido Republicano, finalmente vencedor de las elecciones, Donald Trump, repitió, incansablemente, que, si él ganaba las elecciones, el conflicto en Ucrania finalizaría en 24 horas. Sabido es que los compromisos electorales siempre son tentativos hasta el momento en el que el que los ha asumido tiene que enfrentarse con la inapelable evidencia de la realidad. El Presidente Trump tomó posesión el pasado lunes, día 20 y de momento, sobre la posible evolución del conflicto en Ucrania siguen existiendo más incertidumbres que certezas.
Precisamente, el mismo día de la toma de posesión del Presidente Trump, antes de que ésta se produjera, debido al cambio horario, tenía lugar, en el Cuartel General de la OTAN, en Bruselas, una reunión del Consejo Interparlamentario de la OTAN y Ucrania entre parlamentarios de los países miembros de la Alianza y de la Rada de Ucrania. Los parlamentarios ucranianos se mostraban agradecidos por el apoyo proporcionado por la OTAN y por sus países miembros hasta el momento, pero ansiosos por conocer, como es lógico, cuál podría ser la evolución de este apoyo, una vez se produjese, definitivamente, el relevo presidencial en la Casa Blanca.
Una de las certezas con las que, inicialmente, contaban, era que, después del esfuerzo asumido hasta el momento por sus aliados occidentales, este esfuerzo no caería en saco roto de la noche a la mañana y se mantendría hasta que, si había que llegar a una mesa de negociaciones con Rusia, se haría cuando Ucrania lo decidiera y en condiciones de obtener algún resultado satisfactorio para Ucrania. No se habían asumido tantos sacrificios y penalidades para otorgar una victoria absoluta a Putin en sus aspiraciones.
En este orden de cosas, el requerimiento fundamental que presenta actualmente Ucrania es el de que tanto la Unión Europea como la OTAN agilicen los procedimientos por los cuales se asegure la adhesión de ese país a ambas organizaciones, aceptando, incluso, que, de momento, esa adhesión pueda no comprender toda la integridad territorial internacionalmente reconocida como perteneciente a Ucrania, sino sólo aquella que no se encuentre bajo control fehaciente de Rusia, lo cual, con excepción de Crimea, es difícilmente dimensionable.
Lo que consideran realmente urgente y definitorio de la posición de occidente de cara a las pretensiones expansionistas de Putin, es que se formalice la invitación oficial de la OTAN para el ingreso de Ucrania en la misma. Algunos analistas comparan esta posibilidad como una réplica de la vivida por Alemania durante la Guerra Fría, cuando la República Federal de Alemania pertenecía a la OTAN y la República Democrática de Alemania se encuadraba en la órbita soviética y del Pacto de Varsovia. En todo caso, reivindican, como desde antes del comienzo de las hostilidades, el derecho soberano de Ucrania para elegir sus aliados y sus alineamientos internacionales.
Transcurridas más de las 24 horas anunciadas por el presidente Trump en su campaña electoral para poner fin al conflicto, sus actuaciones iniciales se han orientado a instar a China de disuadir a Rusia de continuar con su agresión, así como a dirigirse públicamente a Putin para advertirle de las consecuencias que podría tener que asumir, mediante la imposición de determinadas sanciones, aún no descritas, en caso de no cejar en su empeño de mantener las hostilidades y las agresiones contra el territorio y la población de Ucrania.
De momento, por tanto, mantiene su apoyo a Ucrania y a la defensa de su integridad territorial. Lo que también parece claro es que Trump no cuenta con un mantenimiento de ese conflicto abierto de manera indefinida en el tiempo, sino que persigue encontrar una solución que, en todo caso, ha de ser durable y garantizar que Rusia no vuelve, después de un tiempo de pausa, a reanudar las hostilidades.
Con una Rusia exhausta en su esfuerzo bélico, aunque con su arsenal nuclear intacto y la amenaza de su empleo, vigente, habiendo incorporado a sus efectivos soldados norcoreanos que, al parecer, no han sido empleados en territorio ucraniano, pero sí en la defensa de Kursk frente a la ofensiva ucraniana y precisando del apoyo imprescindible de China, bien pudiéramos encontrarnos ante el comienzo de una nueva guerra fría mundial entre dos bloques antagónicos con Estados Unidos y China ahora en los roles principales de cada uno de los bloques, situando, durante el año 2025, a Ucrania, en una nueva encrucijada.
- Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu es senador por Melilla