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en primera líneaIgnacio Camuñas

Europa como mera fantasía

Y así los ciudadanos europeos de la noche a la mañana han podido descubrir que a la hora de la verdad Europa no cuenta para nada en el actual panorama internacional. Y no cuenta porque Europa como entidad política no existe

Actualizada 01:30

Europa, como unidad política, no ha dejado de ser una mera fantasía y no sé si algún día será una plena realidad. Geográficamente sí es reconocible y hasta culturalmente de alguna manera también, pero ni política ni militarmente puede decirse que haya existido en ningún momento. Estamos acostumbrados —yo diría malacostumbrados— a hablar cotidianamente de Europa como si Europa existiera como tal cuando en realidad lo que sí existen son los países europeos que conservan su soberanía y último poder de decisión. El reciente caso del Reino Unido cuando decidió aprobar el Brexit es una buena prueba de lo que estoy afirmando.

Euro

Lu Tolstova

Lo cierto es que Francia y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial decidieron iniciar un camino de paz y de una incipiente unión poniendo en común el carbón y el acero a través de lo que entonces se llamó la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero). Posteriormente con la incorporación de Italia y los países del Benelux se puso en marcha en 1957 la Comunidad Económica Europea llamada habitualmente Mercado Común. Años más tarde el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda en 1973 entraron igualmente a formar parte de la Comunidad y España junto a Grecia y Portugal en 1986 llegarían tras arduas negociaciones a formar parte del entonces Club de los 12. A día de hoy y después de la retirada del Reino Unido son ya 27 los países integrantes.

A falta de un verdadero liderazgo europeo la Unión se ha dotado de un poder de carácter más bien burocrático que se asienta en Bruselas y que se denomina la Comisión con unos poderes de marcado carácter intervencionista y reglamentario que se dedica a dictar multitud de Directrices y Regulaciones no siempre muy razonables que son recibidas a veces por los distintos miembros con indisimulado rechazo. Se trata pues de un mal gobierno de burócratas que deja en realidad el último poder de decisión política en manos del Consejo, donde tienen su asiento los jefes de gobierno de cada uno de los países de la Unión. El Consejo, a su vez, suele trabajar con enormes dificultades y obstáculos por cuanto que para adoptar una decisión de importancia política se hace necesario contar con la unanimidad de sus miembros. Recordemos las decisiones tomadas por el gobierno francés en el tema de la Comunidad Europea de Defensa y más recientemente a la hora de abordar el establecimiento y aprobación de una futura Constitución para Europa que finalmente fracasó. Por otra parte, el Parlamento Europeo se ha convertido en la práctica en una instancia poco relevante y meramente declarativa con poca incidencia e importancia en el funcionamiento de la Unión.

Ha bastado la fulgurante aparición de Donald Trump en el escenario político para que con su habitual lenguaje directo y abrupto haya producido un verdadero terremoto en la arena europea. Y no digamos nada del discurso de su actual vicepresidente que de forma más templada pero igualmente frontal ha cantado las cuarenta a los políticos europeos reunidos en Múnich. Y así los ciudadanos europeos de la noche a la mañana han podido descubrir que a la hora de la verdad Europa no cuenta para nada en el actual panorama internacional. Y no cuenta porque Europa como entidad política no existe. Por eso se ha dicho tantas veces que en realidad no hay nadie que se ponga al teléfono para responder en nombre de Europa cuando alguno de los líderes mundiales lo precisa. Europa no existe porque las naciones que componen la llamada Unión Europea han decidido no ceder ni un ápice de la soberanía que ostentan y así es imposible que pueda existir un Ejército europeo que de consistencia a una política de defensa creíble. Por eso hemos tenido que ceder nuestra propia defensa a los EE.UU. que la ejercen a través de la NATO. En definitiva, los europeos hemos preferido la mantequilla a los cañones y hemos disfrutado por ello de un Estado de bienestar envidiable a ojos de la mayoría de los países de nuestro entorno. Y ahí radica probablemente una de las razones por las que nuestro continente está siendo invadido por olas de emigrantes del Tercer Mundo que sueñan con vivir en algunos de nuestros países para poder disfrutar de nuestro Estado de bienestar. De esta manera hemos vivido y estamos viviendo como auténticos gorrones permitiendo que EE.UU. nos pague nuestra defensa para poder disfrutar de un nivel de vida que en realidad no nos corresponde.

Es hora pues de que despertemos y decidamos que queremos ser de mayores. Si queremos seguir viviendo a costa de papá o decidimos de una vez por todas independizarnos, pero eso conllevará asumir costosos sacrificios. O cedemos soberanía para unirnos de verdad o si no que cada uno se las arregle como pueda porque de momento la fiesta parece que se ha acabado. Elijamos pues entre ser verdaderos actores políticos o simplemente vasallos y a las órdenes de quien mantiene nuestra seguridad y defensa porque como dice muy acertadamente Ángel Villarino en un reciente artículo en El Confidencial: «Si no nos levantamos ahora es que ya estamos muertos».

El proyecto de unificación europea que se inició a mitad del siglo pasado tiene ahora una oportunidad de oro para revitalizarse y dar un paso al frente, pero si no lo sabemos aprovechar es que tanto nuestros líderes como la propia sociedad europea ha preferido la holganza al sacrificio y al espíritu de lucha y si es así no tenemos por qué quejarnos.

  • Ignacio Camuñas Solís fue ministro para las Relaciones con las Cortes (1977-1979)
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