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Dar crédito al adversario

La absurda y reiterada condena de Vox es una trampa aderezada en Ferraz y Moncloa que, ahí sí, se percataron hace tiempo de la tozuda realidad: si no suma la derecha, centrada o no, Sánchez afrontará tranquilo las próximas elecciones y acaso las siguientes

Actualizada 04:51

Las evidencias no precisan explicación. En aritmética 2+2 suman 4. Y de sumas, en este caso políticas, van estas líneas.

Las elecciones en Castilla y León depararon algunas evidencias no deseadas por unas u otras fuerzas políticas concurrentes, pero que están ahí. El Partido Popular ganó las elecciones por mucho que algunas televisiones sumisas al poder no recordaran en la noche electoral que hace tres años las había perdido; en ese sentido fue un vuelco. El PSOE las perdió, Podemos y Ciudadanos sufrieron un descalabro, y algunos partiditos provinciales obtuvieron representación en ciertos casos mayor de la esperada.

Mañueco ha salvado los muebles y el observador común, por lo visto los sabios no, pensó que, con el apoyo de Vox, mantendría el Gobierno de la Junta. No era aventurado suponer que las negociaciones serían complejas. El gran salto electoral de Vox no debe hacer perder la perspectiva a este partido que se presentaba con un candidato –que para Abascal tenía ya «cara de vicepresidente», primer desliz al anticiparse a la negociación– sin la mínima experiencia política ni de gestión, perfil que cada vez se da más en nuestro devaluado panorama. La marca Vox, y no el candidato, ha conseguido el gran logro de pasar de un escaño a 13, y para ello contó con la presencia constante de sus líderes nacionales. Lo mismo puede decirse del PP con presencia reiterada de Casado; del PSOE con excursiones electorales de Sánchez y de casi todo su Gobierno, además de la utilización muy discutible de decisiones del Consejo de Ministros; de Arrimadas en apoyo de su candidato (por cierto, viejo adversario interno suyo), y la fugaz aparición de Yolanda Díaz en Castronuño, municipio de 825 habitantes y una rara avis en la región: su alcalde es comunista.

La tozuda realidad hace pensar que la cúpula del PP no se percata de que la posible –y deseable– salida de Sánchez de Moncloa pasa por sumar y no discutir ni restar apoyos, el error de negarlo sería probablemente no enmendable a medio plazo. No pocos temían que en Génova no fuesen conscientes de ello. Puedo, en parte, entenderlo. Pero aceptar de la izquierda lecciones sobre ubicación ideológica es otra trampa. Dar crédito al adversario cuando define a tu aliado natural es un error. «Del enemigo, el consejo» no es otra cosa que una línea en el Refranero. El enemigo siempre te aconsejará lo que más le conviene a él. Sánchez, que no tuvo empacho en formar Gobierno con los comunistas –y compañía– de Podemos, de pactar con los herederos del terrorismo de ETA, con independentistas y declarados enemigos de España, de la Constitución y de su fórmula, la Monarquía parlamentaria, se rasga las vestiduras porque el PP pueda gobernar o pactar con Vox que no reniega de España, todo lo contrario, ni está frente a la Constitución ni se declara republicano ni ataca a la Monarquía. Sánchez no tuvo complejos y no escuchó ni a la honestidad política ni a la lógica. Ni siquiera se escuchó a sí mismo pocos días antes.

Algunas televisiones engrasadas empezaron ya la cantinela que vamos a padecer los próximos días y semanas: el coco de Vox. Dijeron que en la UE no gusta Vox. Pero lo indiscutible es que en la UE no gusta el comunismo. Y en Washington, tampoco. La deriva entreguista de ciertos estamentos dirigentes de la UE es conocida. Ya aconsejaron no celebrar la Navidad para no molestar a «otras creencias». ¿El islamismo? Trataban de expulsar al cristianismo, asiento y raíz de la propia Europa. La absurda y reiterada condena de Vox es una trampa aderezada en Ferraz y Moncloa que, ahí sí, se percataron hace tiempo de que si no suma la derecha, centrada o no, Sánchez afrontará tranquilo las próximas elecciones y acaso las siguientes. Eso podría figurar incluso en su manual de resistencia.

Tras las elecciones castellanoleonesas la duda era –y lo es cada vez más– si el PP afrontaría con generosidad, realismo y tino encrucijadas venideras o caería en las argucias de un tramposo. Quiero no creer esta última posibilidad aunque la temo. Se recuerda que el 8 de diciembre del año pasado, en una entrevista en La Nación de Buenos Aires, Casado se abrió a pactar con el PSOE tras ganar unas hipotéticas elecciones generales, y citó como antecedente una propuesta similar de Rajoy en 2016 que, por cierto, Sánchez ni respondió. El equipo de Casado tardó sólo 24 horas en aclarar que ese pacto no sería nunca con el PSOE de Sánchez. Ciertamente el Sánchez de 2016 no es el Sánchez de Moncloa vendido a los comunistas, a los herederos de ETA y a los independentistas. El votante del PP no entendería un pacto con Sánchez ni para ponerse de acuerdo en qué programa seguir en la tele. El sanchismo es el socialismo de los años treinta pero en el siglo XXI. Un anacronismo.

Un pajarito –un buitre, claro– me contaba ya en la noche electoral que en Ferraz barajaban proponer a Casado un pacto en Castilla y León «para que no tenga que pactar con la extrema derecha». Qué rara generosidad. Mi fuente era seria. Sería una operación inteligente de Ferraz-Moncloa si encontrase comprador. De un lado, Sánchez aparecería como gran paladín en el alejamiento del coco de Vox en el campo experimental de una autonomía; de otro, si Casado no lo aceptase, se le acusaría de aliado del extremismo –¡acusado por Sánchez!–, y si el líder del PP cayese en la trampa su partido sufriría en las elecciones siguientes, municipales, autonómicas y generales, una enorme fuga de votos en favor de Vox mientras este partido no supondría una amenaza real para el PSOE en las elecciones, solo en su espacio y con un PP tocado tras su supuesta decisión pactista con el socialismo. Como ventaja política adicional, Sánchez comenzaría a visualizar el alejamiento que tanto desea de un Podemos declinante, lo que sería bien visto en la UE, en la OTAN y en Washington. A Sánchez le interesa cada vez más un disfraz centrado.

Lo más relevante en estrategia que un líder ha expresado en la campaña electoral de Castilla y León fue la afirmación de Isabel Díaz Ayuso de que ella prefiere pactar con el partido de Ortega Lara que con sus secuestradores y quienes pactan con ellos. Los complejos son pésimo equipaje para un político de fuste. Así está el patio.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando
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