El día que soñé con Pedro Sánchez
Al final, atribuí mi inesperado sueño a la habitual omnipresencia mediática de Sánchez, una omnipresencia que a mediados de 2023 se había acentuado todavía un poco más con su voluntaria y rotunda sobreexposición televisiva, que parecía, ay, que no iba a acabar nunca
Uno de los escritores y periodistas mallorquines que más admiro, Miquel Segura, soñó hace algunos meses con la gran e irrepetible Carmen Sevilla. Y así lo dijo en la columna del diario Última Hora que publicó el 29 de junio de 2023: «Anoche soñé con Carmen Sevilla. Ella era joven y yo también. Me desperté feliz».
Curiosamente, aquel mismo día yo también tuve un sueño en cierto modo inesperado, pero no con Carmen Sevilla, sino con Pedro Sánchez. Ahora les hablaré con detalle de ese duermevela con el presidente del Gobierno, pero de momento ya les puedo adelantar que, sin ser tampoco una pesadilla, no me desperté con el mismo sentimiento de dicha con el que se despertó mi querido Miquel.
El sueño se desarrollaba en Palma, en distintas ubicaciones que iban apareciendo y desapareciendo en mi ensoñación de manera sucesiva. En cada uno de esos escenarios, como por ejemplo el viejo taller familiar de reparación de radios y televisores o el Parque de las Estaciones, había más personas aparte del presidente y de mí, pero él siempre se dirigía sólo a mí, tuteándome y llamándome por mi nombre de pila, como si ya nos conociéramos o hubiéramos coincidido quizás antes en alguna rueda de prensa en La Moncloa, algo que nunca había sucedido.
Tanto en el viejo taller familiar como en el citado parque y en el resto de espacios en que nos vimos, sólo habló nuestro actual mandatario. En cada uno de esos lugares, Sánchez repetía poco más o menos las mismas palabras, haciendo un balance positivo de su gestión hasta aquel momento, criticando y equiparando al PP y a Vox, y afirmando que ganaría las elecciones generales previstas para el 23 de julio del pasado año. Sin ser en sentido estricto un sueño incómodo o desagradable, sí me iba produciendo poco a poco una creciente sensación de cansancio.
Finalmente, me desperté en torno a las cuatro de la madrugada, supongo que en parte por ese agotamiento mental progresivo que había ido acumulando a lo largo de la noche y en parte también porque mi próstata ya no es la misma de cuando yo tenía veinte años, pues ahora mismo tengo cuarenta y un años más. Así que tras ir brevemente al cuarto de baño, volví de nuevo a la cama, con la intención de seguir durmiendo un par de horas más y con la esperanza de tener quizás algún otro sueño algo más distendido y emocionante.
Al poco de cerrar los ojos, y para mi sorpresa, se me volvió a aparecer de nuevo el presidente, que siguió reiterándome varias veces más lo que, a su juicio, serían las hipotéticas bondades de su presidencia y las presuntas maldades de la oposición. Su segunda aparición en mis sueños no tuvo tampoco nada de molesto o de inquietante, por lo que se encontraría en las antípodas de, por ejemplo, las apariciones nocturnas de Freddy Krueger en la terrorífica saga de Pesadilla en Elm Street. Esto último lo digo, más que nada, para intentar tranquilizar por completo a mis posibles lectores antisanchistas, que intuyo que deben de ser casi todos, incluidos hoy no pocos votantes socialistas.
Por otra parte, y a diferencia de lo que había ocurrido unos minutos antes en mi primera fase de sueño REM, en esta segunda fase sí me atreví a plantearle a Sánchez, de manera educada y serena, algunas objeciones a sus argumentos. Sin embargo, al poco tiempo me di cuenta de que no me escuchaba en absoluto, como si yo fuera Emiliano García-Page o Alberto Núñez Feijóo, así que opté por dejar de hablar, ante la evidencia de que probablemente no tenía demasiado sentido continuar haciéndolo.
Instantes después, nos dimos amigablemente la mano y nos despedimos. Fue justo en ese momento cuando volví a despertarme, en esa segunda ocasión ya con la intención de levantarme, ducharme, desayunar e ir al trabajo. Aun así, antes de partir eché una breve ojeada a La interpretación de los sueños, del maestro Sigmund Freud, por si pudiera encontrar tal vez alguna posible explicación consciente o inconsciente a lo que me había ocurrido esa noche.
Al final, atribuí mi inesperado sueño a la habitual omnipresencia mediática de Sánchez, una omnipresencia que a mediados de 2023 se había acentuado todavía un poco más con su voluntaria y rotunda sobreexposición televisiva, que parecía, ay, que no iba a acabar nunca.
Había quienes aventuraban que en caso de que Sánchez volviera a ganar las elecciones, podría, incluso, optar por crear poco después su propio programa televisivo, a la manera del popular Aló Presidente de Hugo Chávez, pero yo no acababa de verlo del todo en un formato así. O no al menos en aquel momento.
El actual líder socialista no ganó las elecciones del 23 de julio de 2023, pero resultaría reelegido presidente el 16 de noviembre de ese mismo año, gracias al acuerdo de investidura o de legislatura suscrito entre 23 partidos distintos, incluidos los 16 que entonces conformaban Sumar. A veces me pregunto qué hubiera dicho Freud sobre esto.
Ha pasado ya casi un año y medio desde mi encuentro nocturno con el presidente, que afortunadamente no se ha vuelto a repetir. En el futuro, no sé si volveré a soñar o no con Pedro Sánchez, pero, puestos a soñar, me gustaría poder hacerlo con otros políticos algo más centrados o con algún lejano amor de juventud, como la maravillosa Nastassja Kinski. Si ello sucediera, yo también podría decirles, como Miquel Segura en su preciosa columna dedicada a Carmen Sevilla: «Ella era joven y yo también. Me desperté feliz».
- Josep María Aguiló es periodista