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TribunaTino de la Torre

Nos falla la memoria (histórica)

Ya estamos en campaña electoral y la afrenta está servida. La memoria como arma arrojadiza. Se abren tumbas y los coches fúnebres se ponen en marcha trasladando los restos de un lugar a otro

Actualizada 01:30

Líbreme Dios de querer meterme en el laberinto de la memoria histórica con su retorcido recorrido actual. Pero es imposible evitar el tema cuando se arranca con elocuencia Narciso, amigo, historiador y confidente de muchos silencios, el cual mantiene que habría que tener cuidadito con eso de andar juzgando la historia con criterios de un hoy tan arrogante, no sea que el día de mañana los de las colonias de Marte (o más allá) hagan lo mismo y vengan a tumbar estatuas y abominen de homenajes actuales, avergonzados de las cosas que estamos haciendo.

Siguió comentando el descoloque que le produce que juzguemos con severidad a los que tomaron parte en la «aventura americana», que fue en otro tiempo siglos atrás, en otra sociedad y no lo hagamos con contundencia con asesinos más recientes que metieron a nuestro país en el terror durante décadas. Los chicos de instituto ya no saben quiénes son Ortega Lara o Miguel Ángel Blanco. Tanto olvido habiendo tanta memoria.

¿Dónde comienza esa memoria? ¿Hace un siglo, hace cinco, llegamos hasta el Imperio Romano? ¿Y cuándo se detiene? Por ponernos de acuerdo, vamos.

En ciudades europeas eso no se hace. De hecho, héroes nacionales (de allí) aquí se nos enseñó ya desde el colegio que eran forajidos. Para ellos, un navegante que ensanchaba las fronteras de su país y su cultura; para nosotros un pirata sin escrúpulos pagado por su Rey. Y al revés lo mismo. O si no que se pregunte en zonas de Holanda (seguiremos llamando Holanda) por el Duque de Alba.

Recuerdo estatuas pequeñas en cualquier esquina de las ciudades (antes metrópolis) dedicadas a los así considerados como héroes en tiempos de la colonias. Bueno sería que se pregunte lo que piensan los de la excolonia. Allí siguen esos monumentos; no los van a tirar.

Tenía en la cabeza estos pensamientos, sentado en el viejo paseo marítimo en la hora vulnerable, con su pavimento de ondas (siempre me pareció curioso ese pavimento que pretende integrar el mar en la tierra). Deslucidas las ondas de lo que fueron colores más brillantes reconforta pensar que han sido generaciones las que por allí han caminado; seguro que algunos que por allí han caminado de críos hoy pasean con los suyos de la mano. Memoria histórica.

Que no lo cambien. Ya sé que recuerda a no sé qué temporada de Cuéntame. Alguno piensa que es hortera y que hay que cambiarlo. Pero miedo me da lo nuevo que puede llegar, lleno de alardes que desentonan con el resto del conjunto, pretendiendo dar una imagen de pueblo o de ciudad que no es. Todo «ad maiorem gloriam» del grupo municipal en el intento por perdurar más allá del tiempo de poltrona. Memoria histórica, pero al revés.

Al fondo, en la playa, un chaval, posiblemente con un perro. Bastante lejos, desenfocado para mí. No sé si iba o venía ni qué andaría pensando en aquella hora que no estaba oficialmente abierto el día. Cualquiera de nosotros podría ser, hace unos años. Memoria histórica nostálgica.

Ya estamos en campaña electoral y la afrenta está servida. La memoria como arma arrojadiza. Se abren tumbas y los coches fúnebres se ponen en marcha trasladando los restos de un lugar a otro. De esa forma se puede hablar de un pasado que está claro que no va a volver. Me gustaría, de todos modos, preguntar a los alborozados que tanto celebran si conocen realmente de la vida y milagros del finado, aparte de llamarle «fascista».

Con este barullo, evitamos hablar un presente inquietante y un futuro aún más inquietante para los que pretendemos llevar la cada vez más absurda vida de contribuyentes obedientes.

Hasta que nos cabreemos de verdad.

  • Tino de la Torre es empresario y escritor
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