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TribunaManuel Sánchez Monge

Recuperar el alma de Europa

Verdaderamente una de las principales causas de la crisis europea actual es el abandono de la moral cristiana. Pero también se necesita una regeneración del cristianismo que es más que moral y cultural

Actualizada 01:30

Dentro de muy poco tiempo tendremos las elecciones para el Parlamento Europeo, que no suscitan el interés debido entre los ciudadanos. Incluso algunos hablan de que Europa lucha por su subsistencia y otros sostienen que corre peligro de muerte. No es tanto que pueda extinguirse, como que deje de ser lo que debería ser. Los obispos de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE) destacan que la Unión atraviesa «tiempos difíciles e inciertos» juntamente con unas «crisis» difíciles de afrontar en el futuro próximo, como guerras en Europa y en sus países vecinos, migración, asilo y política agraria, cambio climático, auge de los populismos, creciente digitalización, el uso de la Inteligencia Artificial y la ampliación de la Unión Europea.

Necesitamos, continúan diciendo los obispos, una Europa «unida en la diversidad, fuerte, democrática, libre, pacífica, próspera y justa». Es verdad que el proyecto europeo nació como un proyecto económico, pero muchos de los fundadores de la Unión Europea eran católicos creían firmemente en la dignidad de cada ser humano y la importancia de la comunidad. Una Europa sin valores y sin referencia a la transcendencia, es una Europa sin alma, como ha dicho el Papa Francisco. Ya san Juan Pablo II, el 11 de octubre de 1988 se enfrentó al problema con toda claridad: «Es mi deber subrayar con fuerza que si el sustrato religioso y cristiano de este continente fuese marginado en su papel inspirador de la ética y en su eficacia social, no sólo sería negada toda la herencia del pasado europeo, sino también estaría gravemente comprometido un futuro digno del hombre europeo, quiero decir, de todo hombre europeo, creyente o no creyente».

Es bueno volver la vista a los orígenes de la Unión Europea para revitalizarlos. Adenauer, De Gasperi y Schuman, tres fieles católicos que intervinieron en el nacimiento de la Europa salida de la Segunda Guerra Mundial, trataron de restaurar la civilización cristiana. Con el paso del tiempo ese intento se debilitó y se favoreció la soberanía ilimitada del gobierno político. En consecuencia, el Estado se constituyó creador de derechos que usurpan los inalienables de la persona, basándose siempre en una «mayoría democrática».

El peligro actual es que los europeos caigamos en la tentación de pensar que ya no necesitamos la aportación del espíritu cristiano. Pero ¿serán suficientes los acuerdos económicos para levantar la Europa que necesitamos? ¿Puede hacer algo la Iglesia para que Europa renazca de sus cenizas?

Josef Ratzinger, antes de ser Benedicto XVI, subrayó el vacío de valores en Europa: «Para sobrevivir, Europa necesita una nueva –ciertamente crítica y humilde– aceptación de sí misma. La multiculturalidad, que es alentada y favorecida continuamente y con pasión (…) no puede subsistir sin constantes en común, sin puntos de orientación a partir de los valores propios. Seguramente no puede subsistir sin respeto a lo que es sagrado (...) y mostrar el rostro de Dios que se nos ha manifestado, del Dios que tiene compasión de los pobres y de los débiles, de las viudas y de los huérfanos, del extranjero; del Dios que es tan humano que él mismo se hizo hombre, un hombre sufriente, que, sufriendo junto con nosotros, da dignidad y sentido al dolor» (Ratzinger. Europa, raíces, identidad y misión. ed. Ciudad Nueva, 2005, 32-33).

Verdaderamente una de las principales causas de la crisis europea actual es el abandono de la moral cristiana. Pero también se necesita una regeneración del cristianismo que es más que moral y cultural. En Francia hay dos visiones contrapuestas del futuro de Europa. E. Macron representa la visión cortoplacista, que piensa solo en las elecciones. Otro francés, Fabrice Hadjadj con visión largoplacista, piensa en batallas actuales y eternas. Los europeos no somos como los demás, sostiene Macron, basándose en el aprecio de los europeos a la libertad, la democracia, el Estado de derecho y la igualdad. Pero estos valores sufren hoy la amenaza de la desinformación y la propaganda. Hadjadj, por su parte, destaca que antes Europa animaba a vivir y transmitir la vida, hoy favorece el derecho a morir y promueve el aborto.

Votemos a personas y partidos que apoyen claramente el proyecto europeo y que promuevan los valores que le dieron origen como el respeto y la promoción de la dignidad de cada persona humana, la solidaridad, la igualdad, la familia, la democracia, la libertad, la subsidiariedad o el cuidado de nuestra casa común.

En pocas palabras tenemos en nuestras manos la oportunidad de recuperar el alma de Europa.

  • Manuel Sánchez Monge es obispo emérito de Santander
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