El progreso científico apunta a la existencia de Dios
'Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios' es el título de la última obra de José Carlos González-Hurtado (Madrid, 1964), director en España de la red EWTN
Las nuevas contribuciones de la física, la cosmología, la biología y las matemáticas apuntan a la existencia de Dios. Las evidencias se han acumulado en las últimas décadas. El mito de que cuanta más ciencia, menos fe se ha caído por los suelos. Lo cierto es que la ciencia siempre ha conducido a Dios, como no puede ser de otra manera, pero es que en la última generación los descubrimientos de «lo inmenso y de lo ínfimo», de la cosmología y la biología «imponen la idea de Dios» como dijo Max Planck, el padre de la física cuántica.
Por otra parte, la teoría del «Big Bang», aceptada y refrendada repetidamente, demuestra que el universo y el tiempo tuvieron un comienzo hace 13.700 millones de años, una teoría concebida por el Padre Lemaitre (sacerdote católico). Como dijo Antony Flew, famoso filósofo ateo que se convirtió en creyente al final de su vida: «Si el universo tuvo un principio, es completamente sensato, casi inevitable preguntarse qué produjo ese principio». El descubrimiento del Big Bang y también la 2ª ley de la termodinámica, que predice el fin del Universo, han sido responsables de muchas conversiones de científicos que en sus principios fueron ateos.
En las matemáticas, los teoremas de incompletitud de Gödel o la negación de los infinitos actuales de Hilbert o la probabilidad bayesiana muy favorable a la existencia de un Creador y finalmente también las evidencias que nos proporciona la biología o la química, como el genoma humano, o la misma existencia de vida conducen a la existencia de un Dios creador.
La pregunta clave es ¿por qué hay algo en lugar de nada? Roger Penrose, premio Nobel de física en el año 2020, ha calculado las increíblemente bajas probabilidades de la existencia de nuestro universo de baja entropía, algo que es necesario para nuestra existencia. Son uno entre un número tan enorme que no es posible imaginarlo y no hay ordenador capaz de computarlo. Y esa sólo es una de las «casualidades» que se han producido para que exista nuestro universo y la vida humana. Otra «casualidad» es la de la constante cosmológica, que está calibrada a un nivel de más de 120 decimales. Nadie piensa que eso sea accidental. Está ajustada de una forma enormemente precisa, y si no fuera así… no habría universo, no habría vida. En una carta de 1945 al físico Paul Epstein, Einstein escribió: «Dios juega a los dados incansablemente bajo las leyes que Él mismo ha prescrito». Viene a presentarnos un universo ordenado, con leyes y constantes prescritas de forma sorprendente pero que al tiempo permite la libertad humana y la «indeterminación» de Heisenberg.
Desde el ángulo de la biología y la evolución podemos añadir lo siguiente: Francis Collins, director del proyecto Genoma Humano era originalmente ateo. Después de estudiar el origen de la vida pasó a creer en la existencia de Dios y luego se hizo cristiano. Ahora es miembro de la Academia Pontificia de Ciencias. Escribió El lenguaje de Dios refiriéndose al genoma humano. Comenta así su proceso de fe: «Empecé el viaje intentando entender por qué personas intelectualmente sofisticadas podían creer en Dios. Para mi consternación encontré que el ateísmo resultó ser la menos racional de todas las posibles elecciones». Y termina afirmando «el universo tuvo un principio, sigue elegantes leyes matemáticas… Dios tiene que ser un asombroso físico y matemático. El Dios de la Biblia es también el Dios del genoma. Se le puede adorar en la catedral o en el laboratorio».
Arthur Compton, premio Nobel de Física, sostenía que «a medida que aprendemos sobre nuestro mundo, la probabilidad de que este sea el resultado de un proceso aleatorio deviene cada vez más remota, de tal manera que son raros los científicos actuales que defiendan una actitud atea». Como decía Werner Heisenberg, premio Nobel y uno de los mayores físicos de la historia: «El primer sorbo de las ciencias naturales te convertirá en ateo, pero al fondo de la copa te espera Dios».
Lo cierto es que si admites que Dios existe, cambia tu vida… y para bien. No se vive igual cuando uno sabe que es hijo de Dios y heredero del Reino que cuando uno piensa que es producto del azar y que el ser humano tiene la dignidad de un animal con procesos mentales complejos. Dios da sentido a la vida y con ello también nos proporciona uno de los ingredientes necesarios para ser felices.
- Manuel Sánchez Monge es obispo de Santander