Revertir el invierno demográfico
Occidente ha cambiado sus valores y se ha hecho más egoísta. Los hijos no se ven como riqueza, sino todo lo contrario. La cultura actual es antinatalista
Abundan hoy los más variados razonamientos para no tener hijos: los gobiernos en vez de ayudar a las familias con hijos, las consideran problemas. El aborto incide fuertemente en la ralentización del crecimiento demográfico y el envejecimiento de la población es evidente. Otra de las causas del envejecimiento de la población es la esterilización y el uso de métodos anticonceptivos. Tener hijos supone mucho gasto y más con el encarecimiento de la vivienda y la subida de los precios. Los hijos suponen un esfuerzo económico y personal, pérdida del tiempo libre y renuncia a los hobbies. Los matrimonios hoy prefieren viajar, vivir experiencias nuevas, llenarse de cosas en vez de ejercitar la fecundidad. La falta de estabilidad familiar produce separaciones y divorcios, no contribuye al crecimiento de la natalidad. También influye el miedo al parto y a los sufrimientos que conlleva educar a los hijos correctamente. No tener hijos es una contribución a la ecología, aducen los más amantes de la naturaleza: reduce las emisiones de carbón, disminuye el consumo de carne… Y en general se sustituyen los hijos por mascotas, a las que se trata de un modo similar a los hijos.
Las razones para no tener hijos no son solo económicas, se trata de un verdadero cambio cultural. Occidente ha cambiado sus valores y se ha hecho más egoísta. Los hijos no se ven como riqueza, sino todo lo contrario. La cultura actual es antinatalista. «Sin hijos se vive mejor» oímos por doquier. La mujer no quiere renunciar al trabajo fuera de casa por las labores de la crianza de los hijos. La vivienda está cara, el cambio constante de lugar de trabajo influye negativamente en la natalidad. Pero también es verdad que hay familias sin problemas económicos de vivienda o inestabilidad laboral que tienen cada vez menos hijos.
Dentro de este panorama negativo hay que destacar las diversas naciones que están implementando políticas a favor de la familia y la natalidad. Polonia y Hungría están tomando medidas con el objetivo de crear un entorno apropiado para formar una familia y tener hijos. En los programas que están llevando adelante en Polonia entran las prestaciones por la crianza de los hijos, el apoyo a familias con hijos en los colegios, independientemente de los ingresos familiares, ayudas al cuidado de los niños por debajo de tres años. En Hungría se invierte el 6,2 por ciento del PIB para ayudar a las familias para que los padres puedan tener hijos como quieran y cuando quieran. Hay que tomar conciencia de que la familia no es solo una institución privada, también tiene relevancia pública.
También en Estados Unidos se desarrollan políticas familiares ordenadas a favorecer la natalidad. He aquí algunos de sus programas: Asistencia temporal para familias necesitadas (TANF), Asistencia energética para hogares de bajos ingresos (LIHEAP), Programa especial de Nutrición suplementaria para mujeres, bebés y niños (WIC), Programa de apoyo a la nutrición infantil, etc…
«El reto de la natalidad es cuestión de esperanza. La esperanza se nutre del compromiso por el bien de cada uno, crece cuando nos sentimos implicados en dar sentido a nuestra vida y a la de los demás. Alimentar la esperanza es, pues, una acción social, intelectual, artística, política en el sentido más amplio de la palabra; es poner las capacidades y recursos al servicio del bien común, es sembrar futuro», decía el papa Francisco a los participantes en la tercera edición de los Estados Generales de la Natalidad reunidos en Roma en mayo de este año.
- Manuel Sánchez Monge es obispo de Santander