Nuestro mundo occidental
Hablar de Occidente sigue remitiendo a la llamada cultura judeo-cristiana, que se forja en la Historia anterior y se proyecta destacadamente en el Descubrimiento de América y la Contra Reforma, la Ilustración y la Independencia de USA, el Constitucionalismo y la Abolición de la esclavitud, y no hace tanto, en el reconocimiento del Estado de Israel por la ONU
Occidente es hoy un poco como ese elefante en el cuarto de estar del que nadie quiere hablar. Es verdad que Occidente entronca con el cristianismo como religión mayoritaria que influyó en la formación de Europa (y del resto del mundo), porque estuvo primariamente en su sustrato social. Los cristianos fueron perseguidos por Roma hasta el año 313, en el cual se aprobó el Edicto de Milán, que supuso una verdadera proclamación de la libertad religiosa, ya como libertad pública que, sin embargo, se desdibuja enseguida cuando, en el mismo siglo IV, Teodosio proclama al cristianismo como religión oficial del Imperio Romano (era el año 380 de la era de nuestro Señor). Y ello supuso orillar cualquier otra actitud religiosa no oficial, lo que históricamente significó dar un nuevo paso atrás, desde la perspectiva de esta libertad humana, como consecuencia de la imposición de la confesionalidad. Quizás, a partir de ese momento, empieza a invertirse el fenómeno social cristiano, que queda un poco cautivo bajo la batuta de los que mandaban políticamente, al mezclarse así el poder espiritual con el poder temporal. Y casi cien años después, cae el Imperio Romano de Occidente (año 476), con las invasiones bárbaras. A España llegaron los godos y sus distintas ramas, que acabaron convirtiéndose al cristianismo hispano-romano, aunque con matices propios, como fue la herejía arriana.
No sólo la importancia del mensaje cristiano, sino también el hecho de entrar en conflicto con la religión de los árabes invasores (a partir del año 711), ambos factores, contribuyeron poderosamente a que nuestra religión cristiana se erigiera en enseña de identidad española y europea. En nuestra patria, los invasores llamaron a los cristianos las gentes del Liber, que tenían la Biblia como referencia principal, luego más adelante, andando el tiempo, sirvió también para aludir a quienes se regían por el Liber iudiciorum en el Reino de Castilla. Lo cierto es que las gentes del Liber eran tanto los cristianos que vivían en territorio ocupado por los árabes o venían de allí (los mozárabes), como el resto de los cristianos, frente a los moros o moriscos. Como es sabido, fue en Covadonga donde se plantó cara a los moros (año 722) y, a partir de ahí, más adelante se puso en marcha la tradición neo-goticista, para reimplantar el poder central del Reino de Toledo que se había perdido frente a los invasores musulmanes. Y esa tradición culminaría mucho tiempo después en 1492, con la toma del Reino de Granada. La puerta del resto de Europa se les había cerrado a los moriscos, ya en el mismo siglo VIII, por los francos que les derrotaron en Poitiers (año 732) y enseguida, surgió el Sacro Imperio Romano Germánico con Carlomagno, figura clave de las raíces cristianas de Europa. Después, en el siglo XIII, el rey español Alfonso X, el sabio, estuvo a punto de ser elegido emperador y las Partidas, elaboradas bajo su reinado, estaban destinadas a ser como una especie de Código o cuerpo legal para la Europa cristiana.
La cultura europea se atesoraba en los monasterios que dieron fundamento y continuidad al cristianismo, pero éste empezó a resquebrajarse con el cisma de Oriente ya en el siglo XI y unos siglos después, a partir de la caída de Bizancio en poder de los turcos (1453), la historia de la cristiandad continuará sólo en Occidente. En el siglo XVI, el emperador Carlos V de Alemania y I de España fue aún la cabeza del Sacro Imperio, como primera potencia mundial que heredó el vallisoletano Felipe II, y donde ya «no se ponía el sol», desde el Descubrimiento de América ... Pero el cristianismo europeo acababa de romperse de nuevo, en 1521, con la Reforma protestante de Lutero y enseguida, con el cisma anglicano. Después habría guerras de religión en Europa entre católicos y protestantes, y muchas otras más… Ya en el siglo XX, en Europa tendría lugar la Gran Guerra (la Primera Guerra Mundial) y luego, la Segunda Guerra Mundial, con el Desembarco libertador en Normandía y la devastación atómica… Pues, con todo lo ocurrido, para entender eso que aún llamamos Occidente, resulta imprescindible lo que el historiador español Luis Suárez expuso, con los sucesivos hitos y sus principales ideas motrices (filosófico-políticas), sobre el importante papel de España en la historia europea y del resto del mundo, en uno de sus libros que tituló: 'Lo que el mundo le debe a España' (2009).
Hoy por hoy, hablar de Occidente sigue remitiendo a la llamada cultura judeo-cristiana, que se forja en la Historia anterior y se proyecta destacadamente en el Descubrimiento de América y la Contra Reforma, la Ilustración y la Independencia de USA, el Constitucionalismo y la Abolición de la esclavitud, y no hace tanto, en el reconocimiento del Estado de Israel por la ONU... Pero, al mismo tiempo, sigue muy presente el contrapunto del islam, con su propia auto-afirmación, en particular, a partir de la revolución iraní de los Ayatolás que denunciaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1982, porque suponía una versión seglar de la tradición judeo-cristiana, que los países árabes de religión musulmana no podían aceptar sin contrariar, según ellos, la ley islámica (la Sharía). Es como si, paradójicamente, esa cultura judeo-cristiana hubiera empezado a diluirse, precisamente, a raíz de haberse acordado de forma internacional los derechos inherentes a todas las personas, por el hecho de serlo (como quintaesencia occidental, podría decirse), en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de la que se separaron en el año 1990 los países árabes de religión islámica, para firmar su propia Declaración de derechos de El Cairo (sometida al islam).
Ante este mundo dividido y enfrentado, con la amenaza adicional de una opresión totalitaria que se asoma ya tras la Inteligencia Artificial, los cristianos tendríamos que prescindir de lo accesorio, costumbrista y local, para dar razón de nuestro credo y acoger que no cabe asumir ninguna contradicción entre nuestra fe y la razón, y para eso, aplicarnos la parábola de los talentos, porque a quien mucho se le confió, mucho se le exigirá para realizarse de verdad. Nuestra perspectiva occidental exige también un compromiso con la verdad y la buena fe en la vida política, que hoy en España les falta a algunos... Y es que hay partidos políticos indignos, que ya apuntaban maneras en las Cortes Constituyentes, cuando toda la delegación de un grupo político, con Peces Barba a la cabeza, abandonó la comisión donde se redactaba la Constitución de 1978, porque en ella había prosperado una enmienda en cuya virtud, la citada Declaración Universal de los Derechos Humanos del 48 tendría que ser norma de interpretación obligatoria, para definir el alcance de los derechos y las libertades que la Constitución reconoce. Entonces, los de esa cuerda política quedaron en minoría y es la fecha que sus actuales secuaces siguen sin aceptarlo, ocupando la otra parte de ese espacio fundamentalista y destructivo que es propio de los enemigos de la libertad, mediante una ingeniería social que se sustenta en un positivismo arbitrario y voluntarista, sin Dios y sin razón, voraz y devastador, que corrompe todo lo que toca.
Isabel María de los Mozos y Touya es profesora titular
Prof. Titular de Derecho Administrativo de la UVA