La sectaria memoria histórica
Conviene recordar al poeta comunista Rafael Alberti, que durante la guerra civil presidió en Madrid una organización de «intelectuales antifascistas» que tenía una «checa» en la calle de Serrano donde se sometía a un paripé de juicio a los que eran sacados de sus casas por las siniestras Brigadas
En diciembre de 2023, seis meses exactos después de formarse el Ayuntamiento de Pamplona salido de las elecciones del 28 de mayo, una moción de censura apoyada por EH-Bildu, PSN-PSOE, Geroa Bai y Contigo (16 votos), cesó a la alcaldesa de UPN, nombrada en junio, y colocó como primer edil al concejal Asiron de EH-Bildu. Para que esa moción prosperara era preciso el apoyo de los socialistas (5) cuya cabeza de lista, Elma Saiz, había criticado abiertamente a Asiron en la campaña electoral y había negado que su partido fuera a darle sus votos para ser alcalde. En esos seis meses, Bildu había hecho presidentes del Gobierno de España y de Navarra a Pedro Sánchez y María Chivite, respectivamente, y en pago, el PSN-PSOE tenía que entregar a Asiron la alcaldía de la capital navarra, su mejor escaparate. Por eso, para no dejarla en posición desairada, antes de anunciar la moción, apartaron a Elma Saiz, elevándola a ministra. En definitiva, cambiaron principios por poder.
Y desde el primer día Asiron trabaja para lograr su objetivo: eliminar todo resquicio de España en Pamplona para diluir a Navarra dentro de una Euskadi soberana. Y, a la chita callando, va dando pasos para lograrlo. Uno de ellos es en el callejero de la ciudad. Veamos:
El 24 de enero de 2022 se bautizó con el nombre de plaza de la Constitución a un espacio de la ciudad. Las placas que ese día se descubrieron decían, en bilingüe: «Plaza Constitución– Constitución Española de 1978». Asiron, sin publicidad, las cambió por otras que dicen: «Plaza de la Constitución», sin mención a la Carta Magna.
Después, con su obsesión por el euskera, se ha dedicado a cambiar placas en buen estado y en bilingüe, que cumplían la ordenanza municipal, para situar al vascuence en primer término. Por ejemplo: «Binkulo plaza / Plaza Vinculo».
Y, ahora, por decreto de alcaldía, ha cambiado los nombres de tres calles, las dedicadas al arquitecto Víctor Eusa Razquin (1894-1990), al poeta Ángel María Pascual Viscor (1911-1947) y al general Antonio Los Arcos Miranda (30.06.1861-1952). Y dice que lo hace, a requerimiento del Gobierno de Navarra, por ser «franquistas» y «para preservar la memoria histórica».
Eusa ejerció como arquitecto entre 1920 y 1970 y el segundo ensanche pamplonés, que comenzó a construirse hace cien años, está sembrado de múltiples edificios, públicos y privados, todos catalogados, que son obras diseñadas por él. El motivo de la supresión es que Eusa era carlista y en 1936 formaba parte de la Junta General Carlista de Navarra. Pero se olvidan de que, el 23 de julio de 1936, Joaquín Baleztena, Jefe Regional carlista, ordenó a sus miembros de Navarra: «Los carlistas, soldados, nietos, biznietos de soldados, no ven enemigos más que en el campo de batalla. Por consiguiente, ningún movilizado, voluntario ni afiliado a nuestra Comunión, debe ejercer acto de violencia y sí evitar que se cometan en su presencia. Para nosotros no existen más actos de represalia que los que la autoridad militar, siempre justa y prudente, se crea en el deber de ordenar.»
Pascual era falangista. En 1936 fue director del diario Arriba España y entre 1936 y 1937, en aquella «pequeña Atenas militarizada» de la que habló Dámaso Santos, reunió a poetas, ensayistas, escritores, periodistas y profesores que la guerra había empujado hasta Pamplona: Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Gonzalo Torrente Ballester, Pedro Laín Entralgo, Eugenio D’Ors, Dionisio Ridruejo, Agustín de Foxá, Eugenio Montes, Álvaro Cunqueiro o Antonio Tovar. Además, escribió las Glosas a la ciudad [de Pamplona].
Los Arcos, a comienzos del siglo XX, construyó los cuarteles de Pamplona y pasó a la reserva en 1927. En 1936 tenía 75 años, por lo que cuesta pensar que a esa edad pudiera mandar tropas o tener cargos durante la guerra civil.
Ante estos atropellos, conviene recordar al poeta comunista Rafael Alberti, que durante la guerra civil presidió en Madrid una organización de «intelectuales antifascistas» que tenía una «checa» en la calle de Serrano donde se sometía a un paripé de juicio a los que eran sacados de sus casas por las siniestras Brigadas de Amanecer de García Atadell. Juan Ignacio Luca de Tena escribió: «Rafael Alberti fue un gran poeta siempre y, en la revolución, intransigente y cruel ciudadano Rafael Alberti.» En 1969, en el exilio, empezó a pensar que Franco era inmortal y que él no volvería a ver su amadísimo Puerto de Santa María. Por eso, contactó con José María Pemán, paisano, amigo y poeta liberal, y le pidió que le ayudara a entrar en España secretamente durante algunos pocos días. Pemán recurrió a Alonso Vega, ministro de la Gobernación. Este consintió, con el plácet de Franco, y Alberti pudo visitar su tierra en 1969. ¿Qué habría sucedido si los vencedores de la guerra hubieran sido los del otro bando? ¿Le habrían dado permiso a uno de estos tres para hacer algo así?
El hecho es que, «para preservar la memoria histórica», va a desaparecer la recóndita plaza pamplonesa del poeta falangista pamplonés Ángel María Pascual, pero en localidades muy próximas a esta ciudad, como Ansoain, Barañain u Orcoyen, se mantienen calles dedicadas al poeta y chequista, sin arraigo en Navarra, Rafael Alberti. Está visto que nuestros actuales gobernantes saben muy bien lo que hacen y a dónde quieren ir. Y, además de sectarios, son artistas en usar la ley del embudo. ¡Así se escribe la Historia!
- José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra