El cardenal Amigo sufre un accidente en la celebración de las bodas de plata episcopales de Osoro
El hecho ha ocurrido justo al comenzar la Misa conmemorativa del 25 aniversario de la ordenación episcopal del ahora cardenal y arzobispo de Madrid. Se encuentra estable y fuera de peligro
El cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, ha sufrido una aparatosa caída en la celebración eucarística en honor a los 25 años de ordenación episcopal del cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
El suceso ha ocurrido esta misma tarde en la catedral de La Almudena, justo al comienzo de la ceremonia. Según los testigos allí presentes, el cardenal Amigo habría tropezado con uno de los escalones ubicados frente al Altar Mayor, cayendo al suelo entre gestos de dolor.
Atendido por personal de la catedral y algunos de los feligreses allí presentes, la Misa siguió su curso hasta la llegada del SAMUR, que le trasladó al hospital más cercano una vez estabilizado.
Fuentes de la archidiócesis de Madrid señalan que el cardenal está sedado y que, a la espera del parte médico, todo parece indicar que podría haber tenido una lesión grave en la cadera. Carlos Osoro, antes de comenzar la homilía, pidió el rezo de un avemaría por la salud de su colega.
Amigo, de 87 años de edad, ya tuvo en 2011 un incidente en Venezuela, sufriendo una caída que donde se rompió tres costillas.
Una vida consagrada a Dios
Una vez restablecida la normalidad en la celebración, Osoro ha repasado durante la homilía su función como servidor de Cristo, su Iglesia y de todo el Pueblo de Dios.
«Con todos los límites que tengo, los que me veo yo, pero seguro que vosotros veréis muchos más –ha arrancado el arzobispo de Madrid–, he intentado confesar con todas mis fuerzas en el gozo del Espíritu Santo que «Cristo ha resucitado verdaderamente y que en su humanidad glorificada ha abierto el horizonte de la Vida eterna para todos los hombres»».
En su homilía, tal y como ha recogido Rodrigo Pinedo en la nota publicada en la archidiócesis de Madrid, el purpurado ha querido recordar al obispo que lo ordenó sacerdote en su natal Santander, monseñor Juan Antonio del Val, quien, «con su humanidad fraguada en la comunión con Nuestro Señor Jesucristo» y con su «sacrificio y entrega total», le hizo ver que la Iglesia es «casa y escuela de comunión y misión». A su lado, tal y como ha rememorado, fue vicario general y rector del Seminario, hasta que fue enviado a Orense.
Acto seguido, ha ido repasando con cariño y agradecimiento las distintas diócesis por las que ha pasado. En Orense encontró una «una familia» y aprendió a ser obispo; en Oviedo vio «las entrañas de la dignidad del ser humano» y experimentó cómo la Santina ayuda a «agrandar el corazón»; en Valencia vivió «años felices» y percibió la necesidad de «entrar en la nueva etapa de la historia que la Iglesia tiene que emprender por fidelidad a su misión»… y ahora, en Madrid, ha sentido la invitación a «seguir construyendo la cultura del encuentro», a «avivar cada día con más fuerza y energía la comunión» y a vivir «la misión».