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17 de septiembre de 2024

“Mis amigos saben que soy monaguillo. La mayoría no son creyentes, pero me respetan”, cuenta Marcos Diego

«Mis amigos saben que soy monaguillo. La mayoría no son creyentes, pero me respetan», cuenta Marcos DiegoCEE

Marcos, el monaguillo y árbitro de fútbol que «en la Eucaristía observa que no haya un fuera de juego»

Marcos Diego estudia el primer curso de Bachillerato en el Instituto de Educación Secundaria Dr. José Zapatero, en Castro Urdiales

la Conferencia Episcopal Española (CEE), en el contexto de la iniciativa #HazMemoria, con la que durante 12 semanas quiere acercar a la sociedad el trabajo, a veces silencioso, a veces vetado, que la Iglesia lleva a cabo en distintos ámbitos. Desde el anuncio del Evangelio, a la acogida de enfermos; desde la catequesis a los jóvenes hasta las historias que se esconden detrás de la liturgia.

Es el caso de Marcos Diego, un joven de Castro Urdiales, que compagina su pasión por el fútbol con apoyar a su párroco desde hace más de seis años en la Iglesia de San Nicolás.

Tal y como cuenta en la página web de la CEE, Marcos no se ha formado nunca en una escuela de monaguillos, sin embargo, sobre ornamentos, incensarios, tiempos litúrgicos, los pasos eucarísticos y otros sacramentos ha ido sabiendo con el tiempo.

«Todos mis compañeros de clase, mis amigos, saben perfectamente que voy todos los domingos a Misa y que soy monaguillo. A veces me gastan alguna burla, pero entre amigos, porque siempre se ha quedado ahí. Ellos, la mayoría, no son creyentes, pero me respetan por ser yo, y sobre todo por ser monaguillo», apunta sonriente Marcos.

El joven Marcos preparando todo antes de empezar la Misa

El joven Marcos preparando todo antes de empezar la MisaCEE

«Ayudas a que la fe no muera»

Marcos es, además, un auténtico apasionado del fútbol y buen conocedor de las reglas en el campo de juego, pues se desempeña como árbitro en categorías inferiores. «Igual que en el terreno de juego debo estar pendiente de todo lo que pase, en una Eucaristía tengo que observar que no haya ningún fuera de juego». Respecto a esa doble vocación incipiente, el alumno de primero de bachillerato apunta el bien que le hace el ejercicio de esta ayuda a don Antonio, párroco de la Iglesia de San Nicolás. «Merece la pena ser monaguillo, sentirse bien con uno mismo, y con Dios».

Sus tareas, según cuenta él mismo, es preparar las formas, el agua y el vino, y dejar todo listo para las ofrendas. «También me encargo de echar cera en caso de que las velas no lo tengan y junto a mi madre preparo las lecturas».

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