Francisco denuncia terribles «acusaciones sin fundamento» contra Juan Pablo II
El Papa sale en defensa de Karol Wojtyla, acusado de formar parte de una red de abuso sexual se menores por parte del hermano de Emanuela Orlandi, la adolescente ciudadana vaticana desaparecida hace 40 años.
El Papa Francisco ha alzado la voz este domingo para responder a las «ofensivas acusaciones sin fundamento» contra san Juan Pablo II, emitidas en un programa de televisión por Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, la adolescente ciudadana vaticana desaparecida sin rastro hace casi 40 años.
Después de haber sido escuchado durante ocho horas por el promotor de justicia del Vaticano (fiscal), el 11 de abril, Pietro participó en un programa del canal de televisión italiano La7, donde afirmó: «Me dicen que Wojtyla, de vez en cuando, salía de noche con dos monseñores polacos y no iba precisamente a bendecir casas».
La afirmación dejaba a entender que Juan Pablo II podría haber sido cómplice de una red de abuso sexual de menores de edad. Como es fácil de comprender, el revuelo suscitado por tal declaración en los medios de información italianos fue mayúsculo.
El Papa Francisco, que como ha explicado el fiscal vaticano ha dado indicaciones de investigar «sin contemplaciones» la verdad de Emanuela Orlandi, adolescente que tenía quince años en el momento de su desaparición, no ha querido dejar pasar sin respuesta una acusación tan grave.
Al concluir la oración mariana del Ángelus, este domingo a mediodía, hablando desde la ventana del Palacio Apostólico vaticano, el pontífice recordó que, en este domingo, la Iglesia celebraba la fiesta litúrgica del Domingo de la Divina Misericordia, instituida por Juan Pablo II, ocasión que aprovechó para defender su memoria ante el fango lanzado contra su persona.
«Una locura»
Poco después de que Pietro Orlandi lanzara la gravísima acusación, el cardenal polaco Stanislaw Dziwisz, arzobispo emérito de Cracovia y antiguo secretario de Juan Pablo II, reaccionó con dureza, denunciando «acusaciones inconexas, falsas de principio a fin, irreales, risibles hasta la comedia si no fueran en sí mismas trágicas, incluso criminales».
El mismo cardenal Dziwisz recuerda que Orlanda, en el programa de televisión, afirmó que las acusaciones contra Karol Wojtyla se basan en rumores lanzados por un miembro de la mafia italiana.
El purpurado reconoce que es «un crimen gigantesco» lo que se ha hecho a Emanuela y a su familia, pero igualmente «criminal es sacar provecho de ello con divagaciones incontrolables, destinadas a desacreditar preventivamente a personas y ambientes hasta que se demuestre lo contrario, dignos de la estima universal».
La Santa Sede respondió el 14 de abril con un artículo del director editorial de los medios de comunicación vaticanos, Andrea Tornielli, publicado en el portal oficial Vatican News.
«Imagínese lo que hubiera ocurrido si alguien hubiera salido en televisión afirmando, basándose en ‘rumores’ de una fuente anónima y sin la menor prueba, ni siquiera un testimonio de tercera mano, que su padre o su abuelo salían por la noche y junto con algunos ‘compañeros de juegos’ iban por ahí abusando de niñas menores de edad», comienza diciendo Tornielli.
«E imagine lo que habría ocurrido si su pariente, ya fallecido, fuera universalmente conocido y respetado por todos, debido al papel importante desempeñado. ¿No habríamos leído comentarios y editoriales indignados por la forma incalificable con la que se ha lesionado la buena reputación de este gran hombre, querido por tantos?», se pregunta el editorial.
«Ha sucedido, por desgracia, con san Juan Pablo II, pontífice de la Iglesia católica, del 16 de octubre de 1978 al 2 de abril de 2005. La acusación la hizo Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, la niña desaparecida en el centro de Roma una tarde de junio de 1983. Pietro, en presencia de su abogada Laura Sgrò que asentía con la cabeza», recuerda Tornielli refiriéndose al programa televisivo.
«Todo se presentó como una indiscreción creíble, acompañada de algunos guiños sonrientes, como si se tratara de un secreto a voces. ¿Pruebas? Ninguna. ¿Pistas? Menos. ¿Testimonios al menos de segunda o tercera mano? Ni sombra. Sólo acusaciones calumniosas anónimas», constata el director editorial de los medios de información vaticanos.
Según Tornielli, nos encontramos ante «una locura. Y no decimos esto porque Karol Wojtyla sea un santo o porque haya sido Papa. Aunque esta masacre mediática entristezca y consterne, hiriendo el corazón de millones de creyentes y no creyentes, hay que denunciar la difamación, porque es indigno de un país civilizado tratar así a cualquier persona, viva o muerta, sea clérigo o laico. Papa, obrero metalúrgico o joven en paro».
«Es justo que todos respondan de sus crímenes, si los han cometido, sin impunidad ni privilegios --añade--. Es sacrosanto que haya una investigación completa para buscar la verdad sobre la desaparición de Emanuela. Pero nadie merece que se le calumnie de esta manera, sin ni siquiera una pizca de pruebas, basándose en los ‘rumores’ de algún personaje desconocido del submundo criminal o de algún comentario anónimo de pacotilla emitido en directo por la televisión».
La reacción de la abogada
«Lamento que algunas personas hayan extrapolado algunas frases y manipulado el conjunto de sus declaraciones», escribió este viernes, en nombre de Pietro Orlandi la abogada Laura Sgrò, en un comunicado de prensa.
«El señor Orlandi no pretendía formular acusaciones contra nadie», añade. «Solo ha pedido que la búsqueda de la verdad no se haga con condiciones».
El comunicado es ambiguo, pues no hace mención explícita de las declaraciones de su cliente en el programa de televisión, concentrándose más bien en la declaración prestada ante el promotor de justicia del Vaticano.
«La búsqueda de la verdad es un acto de valentía, y el Santo Padre [Francisco] ha demostrado que desea seguir este camino con decisión. Espero que este acto extraordinario pero necesario no pertenezca sólo a Su Santidad», insiste Laura Sgrò, abogada que conoce bien el funcionamiento interno del Vaticano, ya que está acreditada ante la Rota Romana, el Tribunal de Apelación del Estado de la Ciudad del Vaticano y la Oficina de Trabajo de la Sede Apostólica.