Poesía de Navidad
Los tres poemas de Jorge Guillén que recorren la Navidad: nacimiento en el portal y epifanía
La congruencia semántica es, así, absoluta, y la estructura circular del poema potencia su contenido de forma que el mensaje llega con total nitidez a cualquier lector
Navidad
por los caminos.
¡Alegría!
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
Miserables los hombres,
dura la tierra.
Cuanto más nieve cae
más cielo cerca.
¡Tú nos salvas,
criatura
soberana!
Aquí está luciendo
más rosa que blanca.
Los hoyuelos ríen
con risas calladas.
Frescor y primor
lucen para siempre
como en una rosa
que fuera celeste.
Y sin más callar,
grosezuelas risas
tienden hacia todos
una rosa viva.
¡Tú nos salvas,
criatura
soberana!
¡Qué encarnada la carne
recién nacida,
con qué apresuramiento
de simpatía!
Alegría de nieve
por los caminos.
¡Alegría!
Todo espera la gracia
del Bien Nacido.
La lengua poética de Guillén hace de la condensación expresiva la razón última del estilo, de forma tal que su poesía queda convertida en pura emoción lírica. Y esto es, ni más ni menos -o nada más y nada menos- el poema «Navidad». Quisiéramos reparar, a la hora de leer este poema, en la perfección de su concepción arquitectónica -que hace más expresiva la progresión temática-: el poema se abre y se cierra con la misma estrofa de breves versos heterométricos (de 7, 5, 4, 7 y 5 sílabas), en los que desempeña un papel fundamental la palabra «alegría», que inicia la estrofa y, convertida luego en sustantivo con valor interjectivo y entonación exclamativa, en verso autónomo, la divide en dos partes; estrofa que se cierra con la referencia directa al «Bien Nacido», de donde emana la alegría que todo lo inunda.
Y también se repite, como si fuera un estribillo, otra y estrofa más breve -que ocupa el séptimo lugar en las nueve que componen el poema-: «Tú nos salvas, / criatura / soberana»; una estrofa de tres sencillos versos (de 4, 3 y 4 sílabas, con rima asonante /á-a/ en los impares: «salvas/soberana», que se inicia con el pronombre «Tú» en posición enfática, y en referencia al «Bien Nacido», que es la clave de nuestra salvación -y aquí el poeta introduce el plural sociativo para incluir al lector en su propia salvación-. Por otra parte, esta estrofa está dotada de una gran movilidad, acelerada en su ritmo por un encabalgamiento (nombre+adjetivo: «criatura/soberana»), que desempeña una función apositiva de claro valor explicativo: «Tú… / criatura / soberana».
Hay, por otra parte, una clara referencia a la Encarnación del Verbo, que figura en el Evangelio de san Juan [1,14. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad»], y que Guillén resuelve con estos sorprendentes versos «Qué encarnada la carne / recién nacida»; frente a versos en los que, por su contenido, se presagia al Cristo Redentor: «Miserables los hombres / dura la tierra». Y en cuanto a la risa, hay una estrecha relación entre los versos «Los hoyuelos [hueco que sale en la barba o en los mofletes, cerca de la comisura de la boca, el reírse] ríen / con risas calladas», y estos otros: «Y sin más callar, / grosezuelas risas / tienden hacia todos / una rosa viva». Unos versos que conforman la estrofa anterior y posterior a aquella que alcanza un insuperable lirismo: «Frescor [de nieve] y primor [hermosura del Salvador] / lucen para siempre / como en una rosa / que fuera celeste», «una rosa viva». Por eso, «Cuanto más nieve cae, / más cielo cerca».
La congruencia semántica es, así, absoluta, y la estructura circular del poema potencia su contenido de forma que el mensaje llega con total nitidez a cualquier lector. Como un último apunte, señalemos la originalidad del esquema métrico, con abundantes rimas vocálicas que crean una suave musicalidad.
Epifanía
Melchor, Gaspar y Baltasar.
Se inclinan con sus esplendores
y al Niño adoran sin cantar.
Dios no es rey ni parece rey,
Dios no es suntuoso ni rico.
Dios lleva en sí la humana grey
y todo su inmenso acerico.
El cielo estrellado gravita
sobre Belén, y ese portal
a todos los hombres da cita
por invitación fraternal.
Dios está de nueva manera,
y viene a la familia de obrero,
sindicato de la madera.
el humilde es el verdadero.
Junto al borrico, junto al buey,
La criatura desvalida
Dice en silencio: No soy rey,
Soy camino, verdad y vida.
Clamor
Guillén se sirve en este poema de la adoración de los Magos (estrofa 1) para presentar el portal de Belén como lugar que convoca a la fraternidad universal (estrofa 3), y en el que ha nacido el Dios que es todo humildad -en el seno de una familia obrera- (estrofa 4), y que carga con todas las lacerantes imperfecciones del género humano (estrofa 2), enseñándole a este el verdadero camino de la salvación (estrofa 5).
El mensaje de Guillén no puede ser más claro: Dios se acerca al hombre para redimirlo -¡qué profunda emotividad encierra el sentido metafórico de estos versos (7-8), que resumen el sacrificio de la redención: «Dios lleva en sí la humana grey / y todo su inmenso acerico»!-; (puesto que el acerico es la «almohadilla que sirve para clavar en ella alfileres o agujas», hay que entender que el vocablo está usado en sentido metafórico y ensancha emocionalmente el contenido de un verso que nos presenta al Dios-Redentor del género humano); para hacerle saber, desde su encarnación como Hombre, que no es un Dios distante -ni rey, ni rico, ni suntuoso (versos 5, 6, 19)-, sino comprometido con los más humildes -«El humilde es el verdadero» (verso 16)-; y para señalarle, en definitiva, que Él es el Camino, la Verdad y la Vida (verso 20).
El poema está escrito en versos eneasílabos, agrupados en cinco serventesios, con la siguiente distribución de rimas consonánticas -versos primero con tercero y segundo con cuarto-: ores/ar (I), ey/ico (II), ita/al (III), era/ero (IV) y ey/ida (V). La musicalidad de las rimas agudas de los versos 2-4 (I), 5-7 (II), 10-12 (III) y 17-19 (V), así como lo infrecuente de ciertas palabras en final de verso agudo -rey (versos 5 y 19), grey (verso 7), buey (verso 17)- manifiestan la maestría técnica del escritor, ligada al mensaje que quiere transmitirnos, y condensado, precisamente, en las estrofas II y V: en la humildad del portal de Belén encuentran los hombres al Dios-Redentor. En definitiva: «Dios no es rey […], / Dios no es suntuoso […] / Dios lleva […] la humana grey / y […] su inmenso acerico». [Porque Dios] Dice […] / Soy camino, verdad y vida”. Y una vez más demuestra Guillén el perfección «arquitectónica» con que construye sus poemas.
Belén
Se oye un rumor de manantial.
Dice: ven.
Acude un pastor a un portal.
Es Belén.
II
Melchor Primero, Baltasar Primero,
Gaspar Primero son los reyes únicos,
más reales que todo otro monarca.
En su guía convierten a una estrella,
se postran ante lo desconocido,
ya con fe en la gran Equis del futuro,
varones de esperanza.
Vamos, vamos.
III
Aquellos reyes de paz
¿qué dieron a tu niñez?
¿Qué pesaba en tu balanza?
-La esperanza.
Y otros poemas
En este otro poema, Guillén convierte el portal de Belén en un lugar de esperanza al que acuden, con fe, humildes -pastores- y poderosos -Melchor, Baltasar y Gaspar, «los tres reyes únicos, / más reales que todo monarca», que se postran ante lo desconocido: «la gran Equis del futuro»-; unos «reyes de paz» que llevaron a la niñez del poeta esa misma esperanza que ahora evoca, ya octogenario, desde su madurez. Y no es casual el empleo por Guillén de la palabra manantial en el primer verso del poema («Se oye un rumor de manantial.»), ya que esta voz significa «origen y principio de donde proviene algo».
Componen el poema tres conjuntos estróficos arbitrarios de cuatro (I), ocho (II) y cuatro (III) versos. En la primera estrofa se combinan, alternativamente, versos eneasílabos y tetrasílabos, con rimas cruzadas agudas (ál/én). Los versos pares, a modo de pie quebrado, intensifican el mensaje del texto: una invitación a acudir a Belén. Las palabras agudas con las que terminan los cuatro versos le confieren una innegable sonoridad. Conforman la segunda estrofa ocho versos sin rima, endecasílabos del primero al sexto, heptasílabo el séptimo y tetrasílabo el octavo; un nuevo pie quebrado remata la estrofa insistiendo -con un plural mayestático de indiscutible eficacia expresiva- en lo apremiante de la necesidad de acudir, -de que acudamos- como los tres reyes, como los pastores, al «portal de la esperanza» que es garantía de nuestro futuro: «Vamos, vamos.» (verso 12).
Y cierra el poema una tercera estrofa de cuatro versos: tres octosílabos y el cuarto pentasílabo; los dos primeros, agudos y sin rima; y los dos últimos, llanos y con rima consonante (/ánza/). Y precisamente la palabra que cierra el poema ocupando el último verso -La esperanza.- es el epifonema (exclamación referida a lo que anteriormente se ha dicho, con la cual se cierra o concluye el pensamiento a la que pertenece), que recoge al actitud del poeta, en el último tramo de su vida, ante el portal de Belén, y que conecta con los días de su niñez; esa esperanza que han traído a su ánimo Melchor, Baltasar y Gaspar -«varones de esperanza» (verso 11); «aquellos reyes de paz» (verso 13). Las interrogaciones de esta tercera estrofa (versos 14 y 15: «¿qué dieron a tu niñez?/ ¿Qué pesaba en tu balanza?») crean la atmósfera adecuada para introducir una respuesta que es toda una declaración de fé: «la esperanza» en «la gran Equis del futuro» (verso 10).