Falleció de tuberculosis en 1938
Ismael de Tomelloso: ¿el primer soldado republicano santo?
Las circunstancias obligaron a este joven de la Acción Católica a empuñar las armas a favor de la República. El Papa le acaba de declarar Siervo de Dios
La causa de canonización del laico español Ismael de Tomelloso ha recibido hoy un espaldarazo en El Vaticano de manos del Papa Francisco, que ha firmado el decreto en el que se reconocen las «virtudes heroicas» del laico español. Se trata del primer paso para declararle santo, aunque primero habrá que esperar a que se produzca un milagro que le llevaría a la beatificación.
Se le conocía como Ismael de Tomelloso, porque había nacido en ese municipio de Ciudad Real en 1917, pero su verdadero nombre era Ismael Molinero Novillo. Le tocó, como a tantos jóvenes que vivieron la Guerra Civil Española, enrolarse en el ejército que dominaba su área geográfica, que en su caso fue el republicano.
Ciertamente, no compartía los ideales marxistas y ateos que impregnaban los batallones, ya que poseía unas profundas convicciones cristianas. De hecho, le tocó vivir en primera persona la persecución contra la Iglesia, siendo testigo del asesinato de su párroco y del coadjutor, con quienes había colaborado asiduamente. Como católico, Ismael también fue encarcelado en dos ocasiones. Según el Dicasterio para la Causa de los Santos, el joven debió soportar en el ejército «un ambiente rudo y anticristiano, en el que, por su fe, fue objeto de constantes insolencias y afrentas».
Pero, regresando a su infancia, Ismael tuvo diez hermanos, y sus padres le educaron religiosamente. Cuando aún era un adolescente comenzó a trabajar en un comercio de tejidos para ayudar a mantener a su numerosa familia. Pese a ello, siempre encontraba tiempo para asistir asiduamente a la parroquia, distinguiéndose por su temperamento afable y cordial. En 1933 llegó a Tomelloso la Acción Católica, que abrió un local al que empezó a asistir el joven, participando en reuniones y retiros espirituales que impartía el sacerdote Bernabé Huertas.
«Desde entonces, por el paisaje ilimitado de la llanura abierta de su alma, le fue entrando a Ismael poco a poco una luz que le iba aclarando los pensamientos y las intenciones», explica el padre Valentín Arteaga, postulador de la causa de canonización del joven. «Le creció en lo hondo del ser mucha alegría para regalar a los pobres, a los ancianos, a los chiquillos, a los vecinos solos, a las humildes mujeres que venían al comercio de tejidos donde él trabajaba», agrega.
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«Soy de Dios y para Dios», solía repetir a medida que avanzaba en su vida espiritual. Le encantaba visitar a los ancianos de su pueblo, para los que «tocaba la guitarra, cantaba jotas, recitaba poesías, organizaba bailes y les montaba comedias alegres», explica el postulador.
«Él, que era tan devoto de Cristo sacramentado y siempre que podía se iba a quedarse con los ojos fijos ante el sagrario, más de una vez comentó: Me gustaría ser sacerdote», subraya Arteaga. Algunos jóvenes, debido al contacto con el ejemplo de vida de Ismael, con el tiempo se animarían a seguir la vocación sacerdotal.
A 20 grados bajo cero
Pero la Guerra Civil truncó todas estas experiencias. En septiembre de 1937 fueron movilizados por el Gobierno republicano todos los jóvenes nacidos 20 años antes, entre los que se encontraba Ismael. Fue destinado al frente de Teruel, donde se produjo la durísima y célebre batalla que asoló la ciudad aragonesa, alcanzando en ocasiones los 20 grados bajo cero.
Allí fue apresado por las tropas franquistas en febrero de 1938 pero «no reveló su identidad como católico, para compartir la suerte de sus compañeros de prisión», asegura el Dicasterio vaticano. Fue conducido a un campo de prisioneros en Santa Eulalia y posteriormente a San Juan de Mozarrifar, en Zaragoza, donde enfermó de tuberculosis y fue trasladado al hospital Clínico de Zaragoza.
«Cuando estaba en el último tramo de su vida, con el cuerpo carcomido por la tuberculosis, le confesó al capellán que le asistía: Me siento muy feliz, padre», explica el postulador. «Quizá te cures, le animó el sacerdote. No quiero nada en el mundo: si muero seré totalmente de Dios. Si no muero, quiero ser sacerdote. De los buenos. De los que sirven a Dios de balde», subraya. Allí falleció el 5 de mayo de 1938. Su cuerpo fue trasladado a Tomelloso en los años 50 por petición de la madre.
«Ismael de Tomelloso soportó con perseverancia las ofensas contra su fe, sin desfallecer en su vida de oración. Aunque optó por no demostrar públicamente su catolicismo, ofreció el sufrimiento y las privaciones que padeció como sacrificio por la salvación de España y la conversión de los pecadores», asegura el Dicasterio vaticano. «Durante su encarcelamiento compartió su ración de comida con sus compañeros más necesitados. Durante su hospitalización aceptó con resignación y esperanza los límites que le imponía la progresión de la enfermedad y al capellán que lo visitó le confesó su vocación al sacerdocio y el deseo de entregar su vida a Dios. Su fama de santidad después de su muerte creció y se difundió a través de la Acción Católica, que ya en los años 40 organizaba peregrinaciones a su tumba», enumera el organismo vaticano.
No es el único soldado que sirvió en el ejército republicano que está en proceso de canonización. Hubo otros más que, forzados por las circunstancias, se vieron obligados a empuñar las armas y que, en ocasiones, fueron asesinados por sus propios compañeros al descubrir su condición de creyentes. Pero, tal vez, pronto veamos al primer soldado del ejército de la República subir a los altares.