El hijo del fundador del diario italiano liberal 'La Stampa' será santo

Su padre era senador liberal, periodista y propietario del periódico La Stampa; su madre, una pintora muy reconocida, hasta el punto de que el propio rey de Italia, Víctor Manuel III, compró uno de sus cuadros expuestos en la Bienal de Venecia. En este ambiente sofisticado, progresista y adinerado creció Pier Giorgio Frassati, que había nacido en Turín en 1901 y murió con sólo 24 años.

Su figura ha vuelto ahora ha vuelto a la actualidad porque, hace unos días, el prefecto del dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, anunció que el beato Pier Giorgio será canonizado durante el Jubileo de 2025

En el suntuoso hogar de los Frassati no se respiraba un ambiente especialmente espiritual. Por eso, cuando Pier Giorgio comenzó a implicarse en la Acción Católica, en las Conferencias de San Vicente de Paúl y, a los 21años, se hizo terciario dominico, los roces con sus padres comenzaron a aflorar. El joven turinés se alejaba del camino que habían previsto para él: abrirse hueco en la acomodada sociedad a la que pertenecía, completar con éxito unos estudios superiores y triunfar en la vida. ¿Por qué su hijo tenía que estar siempre con los pobres, visitándoles en sus chabolas, preocupándose por conseguirles ropa y vestido y atendiéndoles en cualquiera de sus necesidades?

Y es que eso es a lo que se dedicaba Pier Giorgio la mayor parte del tiempo. De hecho, en la universidad se inscribió en Ingeniería Mecánica con especialidad en Minería para estar cerca de los mineros, considerados entonces los más explotados entre los explotados. Pero los estudios nunca le fueron demasiado bien, lo que exasperaba aún más a su padre, Alfredo Frassati, que le dedicaba improperios como «eres un inútil» y le recriminaba su «vagabundeo» por la ciudad entre personas que no estaban a su altura social. «Piergiorgio no respondía a las provocaciones de su padre con la suficiencia y el orgullo propio de los jóvenes de su clase; al contrario, su alegría era avasalladora, siempre sonreía y aceptaba los reproches», explica la agencia de noticias vaticana.

A Piergiorgio se le considera uno de los «santos sociales» de Turín, como Don Bosco y Don Cottolengo, por la ingente labor que hizo a favor de los más pobres, a quienes «proveía de todo: comida, ropa, madera, carbón, muebles; se gastaba todo el dinero que su familia le daba, y que cada vez sería menos», añade la agencia vaticana.

El 30 de junio de 1925, toda la familia Frassati estaba pendiente de la abuela Linda, que se encontraba moribunda. Tal vez por eso nadie le prestó demasiada atención a Piergiorgio, que tenía un fuerte dolor de cabeza y había perdido el apetito. La abuela falleció, y el día del funeral, Piergiorgio no pudo ni levantarse de la cama. Una poliomielitis fulminante, posiblemente contraída en las chabolas, le arrebataría la vida sólo cuatro días después, a los 24 años de edad.

«¡No conocí a mi hijo!»

El funeral de Piergiorgio fue apoteósico: miles de personas asistieron, y la mayoría de ellas eran pobres de Turín a los que había ayudado y a los que había evangelizado. «Conmovido por el intenso dolor e impresionado por la gran multitud, el padre repetía sollozando: '¡No conocí a mi hijo!'», señala la agencia vaticana. Tras la muerte de su hijo, Alfredo Frassati se fue acercando a la fe. Murió en 1961 después de una progresiva conversión que muchos consideraron, tal vez con razón, el «primer» milagro de Piergiorgio.

El joven turinés fue beatificado el 20 de mayo de 1990 por san Juan Pablo II y será canonizado el año que viene.