El libro olvidado, sospechoso de herejía, que «dictó» en España el Sagrado Corazón de Jesús
Se cumplen 290 años de la publicación de «Tesoro Escondido», el libro que recoge las «inspiraciones» del beato Bernardo de Hoyos para extender el culto al Corazón de Cristo
Corre el 3 de mayo del Año de Nuestro Señor de 1733. El escenario es el entonces Colegio de San Ambrosio de Valladolid, que funge como seminario de la numerosa Compañía de Jesús. Un joven novicio jesuita llamado Bernardo de Hoyos, natural de Torrelobatón y que a sus 21 años apenas lleva dos estudiando Teología, recibe una carta de su hermano de la Compañía Agustín de Cardaveraz.
El texto parece tan solo una sencilla petición entre amigos, un favor sin importancia. Sin embargo, aquella escueta misiva va a ser el detonante de un hecho portentoso, en el que no faltarán visiones sobrenaturales, mensajes dictados de lo Alto, abrumadores fenómenos sociológicos, movimientos populares que durante siglos se propagarán por todo el mundo, e incluso intervenciones políticas y eclesiásticas del más alto nivel.
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Un favor de consecuencias imprevistas
El mensaje manuscrito que recibe Bernardo de Hoyos es sencillo: dentro de pocas semanas, Cardaveraz va a tener que dirigir una predicación en Bilbao en la Solemnidad del Corpus Christi, y pide a su compañero que busque un libro de la biblioteca del colegio, y copie para él un breve extracto. Su autor, un francés de apellido Gallifet, lo había escrito en latín en 1726 y hacía referencia a las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque, de las que Bernardo nunca había oído hablar y que Cardaveraz solo había ojeado.
Pero esa lectura va a tener en Bernardo un impacto insospechado. «Yo, que no había oído jamás tales cosas, empecé a leer el origen del culto del Corazón de nuestro amado Jesús, y sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento, fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón para cooperar cuanto pudiese, a lo menos con oraciones, a la extensión de su culto», escribiría después en su diario.
A partir de ese momento, y para su propia sorpresa, Bernardo de Hoyos comenzará a tener una serie de visiones místicas en torno al Sagrado Corazón de Jesús, que con el tiempo serían acreditadas como ciertas por la Iglesia y rubricadas, después de siglos de intensa devoción, con la beatificación del novicio en el año 2010.
La primera de esas visiones acontecería al día siguiente de recibir la carta, el 4 de mayo de 1733. El propio Bernardo la relataría así: «Adorando la mañana siguiente al Señor en la Hostia Consagrada, me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón Sacrosanto, para comunicar a muchos sus dones por su Corazón adorado y reverenciado. Y entendí que había sido disposición suya especial que mi Hermano (Agustín de Cardaveraz) me hubiese hecho el encargo para arrojar con esa ocasión en mi corazón estas inteligencias. Yo, envuelto en confusión, renové mi oferta, aunque quedé algo turbado, viendo la improporción del instrumento y no ver medio para ello».
Visiones místicas «a este, su indigno siervo»
La capilla del Colegio, hoy convertida en la basílica del santuario pucelano de la Gran Promesa, fue testigo de las numerosas revelaciones místicas a este apóstol del Corazón de Jesús, similares en número y relevancia a las que había recibido santa Margarita María de Alacoque 60 años antes, también en torno a la fiesta del Corpus.
Singularmente, de aquella visión en la que, en palabras de Bernardo, Jesús «mostróme su Corazón todo abrasado en amor, y condolido de lo poco que se le estima. Repitióme la elección que había hecho de este su indigno siervo para adelantar su culto, y sosegó aquel generillo de turbación que dije, dándome a entender que yo dejase obrar a su Providencia, que ella me guiaría, y que todo lo tratase con el P. Juan de Loyola». Una indicación tan osada como providencial, puesto que Loyola, como Provincial de la Compañía, podría decretar la expulsión de Bernardo de los jesuitas… aunque terminó siendo una pieza clave de toda la historia.
Poco después de esta se produjo otra visión que tendría un impacto histórico y geopolítico imposible de calibrar para aquel joven, que por su condición de novicio se encontraba del todo incapacitado para proponer a las autoridades, eclesiásticas o civiles, cualquier cuestión de relevancia.
«Reinaré en España»
«Dióseme a entender –escribiría De Hoyos– que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino para que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en que ni aun memoria parece hay de ella, me dijo Jesús: ‘Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes».
Una España que, en aquel momento, abarcaba no solo la Península Ibérica, sino los territorios ultramarinos de Hispanoamérica (que incluían buena parte de lo que hoy es Estados Unidos), Ceuta, Melilla y Orán, Filipinas, las islas Marianas, e incluso un minúsculo enclave australiano reclamado por España, llamado Australia del Espíritu Santo. O lo que es lo mismo, la promesa de que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús (con las gracias a ella asociada) se extendería por Europa, Asia, América, África y Oceanía: los cinco continentes.
Para lograr semejante empresa y en obediencia a sus visiones, Bernardo confesó cuanto le ocurría al P. Juan de Loyola. Y tras un escrupuloso discernimiento del superior, ambos compusieron, a cuatro manos, el primer tratado en español sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús: el libro Tesoro Escondido.
Un 'best seller' a cuatro manos
Aunque firmado por Juan de Loyola para otorgarle una mayor credibilidad, en realidad el libro había sido escrito por Bernardo de Hoyos «al dictado» del Corazón de Jesús, en sus tiempos de oración. Incluso las correcciones e incorporaciones que introducía el jesuita de superior rango eran revisadas o matizadas por el novicio.
La obra, deliberadamente, omite las visiones de Bernardo de Hoyos, que quedaron consignadas en su diario y en la Vida que escribiría Loyola tras la temprana muerte del joven, acontecida dos años después, cuando Bernardo contaba sólo con 24 años. Así, el Tesoro se limitó a «dar noticia compendiosa a nuestra España del Sagrado Culto del Corazón Santísimo de Jesús» cuyo «solo nombre del Corazón Sacrosanto de Jesús es un imán divinísimo para los corazones humanos», y terminaría de escribirse en 1734, hace exactamente 290 años.
No les era posible imaginar que, tan pronto como viese la luz, se convertiría en un auténtico best seller que llegaría a las ocho ediciones en pocos años, que sería traducido a varias lenguas, y cuya publicación se mantendría ininterrumpida en todo el mundo hispanohablante hasta prácticamente la mitad del siglo XX.
Sospechoso de herejía
Y eso que, como le fue anunciado al beato Bernardo de Hoyos en una visión mística de san Miguel Arcángel, «este santo Arcángel me dijo cómo en el extender el culto del Corazón de Jesús por toda España, y más universalmente por toda la Iglesia, aunque llegará día en que suceda, ha de tener gravísimas dificultades». Y las hubo.
De hecho, el Tesoro Escondido tardaría más de un año en recibir todas las aprobaciones necesarias, y fue sometido a los rigurosos escrutinios de los obispos de Valladolid y Burgos, de los Provinciales de la Compañía de Jesús, e incluso del Santo Oficio en Roma, que sospechaban podía estar promoviendo algún tipo de herejía teológica, engaño a la fe o incluso de perversión política –pues el propio Bernardo llegó a escribir al rey Felipe V para pedirle que rogase al Papa conceder a España el culto al Sagrado Corazón… aunque desconocía las tensiones que en ese momento la Corona tenía con el Pontífice–.
Y aunque la demora le inquietaba, Bernardo de Hoyos siempre se mostró seguro de que el Tesoro Escondido finalmente vería la luz. Una convicción que nacía del particularísimo Nihil Obstat que había recibido al presentar al propio Sagrado Corazón, durante la comunión, el primer ejemplar del libro, «con todos nuestros corazones, afectos, deseos e ideas, y con todos los trabajos que se han padecido hasta haberlo puesto en estos términos». Y «respondió que su Corazón confirmaba que los que leyesen este librito con buena intención serían aprobados en su Corazón, el cual a todos concedía, entre otros, un don especial: a los pecadores, inspiraciones por medio de su lección para salir de su mal estado; a los justos, mayores gracias y deseos de caminar a la perfección; y a los perfectos, un amor purísimo y ardentísimo a su Corazón, en el cual sentirían sus deliciosísimas dulzuras».
Ante semejante recomendación, palidecían a ojos del novicio, aunque deslumbraban al mundo, las indulgencias que acompañaron la publicación de Tesoro Escondido, firmadas por el obispo de Valladolid, los arzobispos de Burgos y Segovia, el Patriarca de las Indias, el cardenal italiano cercanísimo al Papa Toriano de Aquaviva, y hasta una carta firmada por Felipe V.