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mañana es domingoJesús Higueras

«Este es el pan que ha bajado del cielo»

La Eucaristía es un grito silencioso de amor que solo los corazones sensibles son capaces de oír, pues somos invitados a vivir la presencia eucarística de Jesús como un modelo de vida

Actualizada 04:50

Entre todos los milagros que realiza nuestro Señor Jesucristo hay uno que excede con mucho a todos los demás: la presencia real Eucarística. Nosotros creemos que, terminada la Santa Misa, Jesús permanece en el sagrario con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Verdadero Dios y verdadero hombre, se hace prisionero de amor y queda voluntariamente encerrado en el tabernáculo a nuestra completa disposición para que le amemos y adoremos con una proximidad que no puede dejar de asombrarnos.

Si mucha fue la humildad del Señor en el pesebre de Belén o al morir despreciado en la cruz, mucho más desconcertante es la humildad que muestra en este sacramento, en el que permanece silencioso, a la espera que alguien con suficiente amor se acerque para manifestarle su gratitud y adoración. ¡Cuántas horas de silencio vive Jesús en todos los sagrarios de la tierra con el simple deseo de facilitarnos su cariño y proximidad!

Y lo más desconcertante es esa indiferencia que muchos cristianos padecemos ante este milagro de amor tan inmenso. Sabemos que está ahí, pero no somos capaces de entrar en el templo con el único deseo de estar un poco con Él. Incluso cuando hacemos turismo, entramos en las catedrales o templos católicos y no buscamos esa pequeña luz roja que indica su presencia real, sino que ponderamos la belleza y el arte que los caracterizan olvidándonos de la fuente de donde brota tanta maravilla.

Cuando escuchamos a Jesús decir «yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo», no podemos quedarnos igual que antes, ya que la Eucaristía es un grito silencioso de amor que solo los corazones sensibles son capaces de oír, pues somos invitados a vivir la presencia eucarística de Jesús como un modelo de vida en el que lo importante no es tanto las cosas que hacemos, cuanto saber estar en nuestro sitio, silenciosos y discretos pero siempre atentos a las necesidades de los demás.

Jesús Eucaristía nos explica sin palabras la importancia de saber escuchar, de dar más valor a lo que sucede por dentro que a lo que se ve por fuera, de no escatimar nuestro tiempo cuando los demás nos necesitan y, en definitiva, de construir una vida desde los pilares del amor y del servicio, pues al final lo más valioso de nuestra historia es lo que hemos dado y no lo que hemos conseguido.

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