«La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado»
A veces podemos caer en el error de pensar que la fe es un don que nos facilita todo en la vida, que un creyente no tiene miedos, ni dudas, ni se deja llevar por las debilidades
Sabemos que la fe es un don, un regalo que Dios nos hace sin nosotros merecerlo, pero a la vez, como todo regalo que se recibe, si no lo cuidamos corremos el riesgo de estropearlo o perderlo. Es por esto que cuando a Jesús le preguntan cuál es el trabajo que Dios quiere que hagamos contesta, sin dudar, que la obra más importante es creer en el que Dios ha enviado, es decir, en Jesús el Nazareno.
A veces podemos caer en el error de pensar que la fe es un don que nos facilita todo en la vida, que un creyente no tiene miedos, ni dudas, ni se deja llevar por las debilidades; pero nada más lejos de la realidad, pues cuando Dios nos visita con sus dones no por ello suprime nuestra fragilidad, sino que estos dones suceden contando con ella.
Tenemos la imagen errada de un creyente como alguien a quien no le cuestan las cosas porque el Señor ha «inyectado» en él una dosis de fortaleza, que le hace diferente al común de los mortales. Creer supone un esfuerzo diario -y de por vida- para responder con acierto a los planes que Dios nos propone dentro y fuera de nosotros mismos. Supone aceptar sin reprochar, obedecer sin entender y entregar cada día la propia voluntad a otra voluntad superior que nos invita a ceder el propio juicio, por muy certero que creamos que sea. Creer supone saber hacer vida de cruz cuando ésta aparece en nuestra vida sin pedirnos permiso y a la vez saber gozar y descansar en el corazón de Aquel que nos ama y entrega su vida por nosotros.
Reconozcamos que es un trabajo de por vida configurar nuestra personalidad, nuestras decisiones y nuestro corazón con el mismo Cristo que se convierte para el creyente en camino, verdad y vida.
No nos engañemos pensando que Dios ha venido para ponernos una alfombra roja sobre la que caminar hacia el Cielo, sino que constantemente somos invitados a elegir la senda estrecha pues su voluntad no suele coincidir con lo fácil sino con lo sencillo. Es su voluntad que seamos capaces de vivir en la verdad aunque el precio que hayamos de pagar sea la incomprensión y el rechazo social. Y todo esto con debilidades y apoyándonos únicamente en su gracia, que sabemos que nunca nos faltará.