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MAÑANA ES DOMINGOJesús Higueras

«Vete, tu fe te ha salvado»

Casi se podría decir que, en lugar de ser ellos imagen y semejanza de Dios, hacen un Dios a su imagen y semejanza

Actualizada 04:30

Jesús distingue dos tipos de fe: la de aquellos que saben que Dios existe frente a la de aquellos que están convencido de que, además de existir, interviene en nuestra vida porque nos quiere de verdad.

Los primeros suelen ser personas inteligentes, pero no lo suficiente para desarrollar las consecuencias que en su vida supone la existencia de la divinidad. Les basta con saber que está ahí, que de vez en cuando se le puede invocar y pedir cosas, pero como es un Dios caprichoso, nunca sabrán qué es lo que va a hacer. En todo caso le rinden culto «por si acaso» e incluso siguen sus mandatos, no vaya a ser que por no cumplir unas pocas reglas sean llevados al infierno. Es un Dios que pueden adaptar a sus necesidades e incluso al momento cultural que les toca vivir, de tal modo que casi se podría decir que, en lugar de ser ellos imagen y semejanza de Dios, hacen un Dios a su imagen y semejanza. Le llaman «nuestro Dios» excluyendo a tantos que no consideran dignos por no pensar o ser como ellos.

El segundo grupo de creyentes tiene un planteamiento completamente distinto: no les cabe en la cabeza –ni en el corazón– que el Dios que ha hecho todas las cosas no se implique de tal modo con ellos que les deje en manos del azar o de un conjunto de estrictas leyes físicas o materiales que en ningún momento se puede prescindir de ellas. Son personas que saben que Dios es amor, porque así lo ha revelado su hijo Jesucristo, que ese amor de Dios supone un compromiso con la creación y de un modo especial con cada ser humano al que considera digno de toda la consideración y esfuerzo, pues sube a una Cruz para manifestar así que se hace solidario con cada instante de nuestra existencia.

Este segundo grupo de creyentes tiene una fe «que salva», como la mujer que se acerca a Jesús para tocar el borde de su manto, pues sabe que estar cerca del Salvador en una fuente constante de salud en todas sus dimensiones. No le quiere molestar, pero no deja de confiar en el poder de su amor, pues cualquiera que sepa de amores entiende que el amado siente lo mismo que la amada, especialmente en los momentos de dolor y enfermedad.

¿A qué grupo de creyente pertenecemos?

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