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Entrevista a Manuel Vargas, vicario episcopal del Cerro de los Ángeles

«La encíclica de Francisco es colosal y arroja luz sobre las dos anteriores»

Dilexit nos recaba el aplauso generalizado de la mayoría de los comentaristas y expertos

Es una de las personas que más saben en España sobre el Sagrado Corazón, por lo que la nueva encíclica del Papa Francisco, Dilexit nos, le toca muy de cerca. Manuel Vargas Cano de Santayana es el vicario episcopal de la diócesis de Getafe (Madrid) para el santuario del Cerro de los Ángeles, dedicado al Sagrado Corazón.

«España tiene la suerte de tener tres grandes santuarios en honor al Corazón de Jesús», explica. «Por orden cronológico son el santuario de la Gran Promesa, en Valladolid, donde el beato Bernardo de Hoyos recibió del Señor en 1733 esa gran promesa de Reinaré en España; el santuario del Tibidabo, en Barcelona, que es un santuario expiatorio que se hizo por una inspiración de san Juan Bosco, y el Cerro de Los Ángeles donde, en 1919, Su Majestad el rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús. Yo creo que merece mucho la pena que todos los católicos españoles conozcan y visiten estos lugares de gracia», invita Vargas, que también es coautor de la primera biografía sobre el padre Luis María Mendizábal (1925-2018), profesor en el Instituto Superior de Estudios Teológicos San Ildefonso, en Toledo, vicepresidente del Instituto del Corazón de Cristo y autor del libro Al menos tú ámame. Espiritualidad del Corazón de Jesús hoy.

– Se ha dicho en muchas ocasiones que Francisco es «un Papa social», pero acaba de presentar una encíclica sobre un tema tan «tradicional» como es el Sagrado Corazón de Jesús...

– Efectivamente, eso es muy sorprendente y a mí me ha alegrado muchísimo, porque no solamente nos ha ofrecido una encíclica sobre un asunto espiritual y tradicional, sino que incluso en los últimos números dice que las dos encíclicas anteriores, Laudato si y Fratelli tutti, se pueden entender a la luz de esta. Y en ese sentido podemos entender que esta encíclica es como la clave de bóveda que sintetiza su pontificado. Yo creo que esa es una noticia excelente, porque las dos encíclicas anteriores que hablan de una ecología integral y de la concordia, el diálogo entre los pueblos y las culturas, quedarían un poco cojas, podrían parecer como ajenas al sentir cristiano si no se nos dijera esto. Y es que es en Cristo donde podemos aspirar a que haya una fraternidad universal entre todos los pueblos. Y es en Cristo donde el cuidado de la casa común se puede entender bien, no de una manera desproporcionada o desenfocada.

– El Papa hace una apología, una defensa o una proposición para confiar absolutamente en Dios, en la línea de Santa Teresa del Niño Jesús...

– Así es, así es. El Papa incide en que el centro de la fe cristiana no son ideas abstractas, conceptos, ni tampoco una ética o unos valores, sino que es una persona, es Jesucristo, centro de la fe cristiana. Es que Dios existe, es bueno, se ha hecho hombre, ha dado la vida por nosotros y permanece en la historia porque está resucitado. Él nos ama con un amor incondicional, es decir, que no nos ama solamente porque nosotros nos lo merezcamos o porque hagamos determinadas cosas para granjearnos su su afecto, sino que nos ama con un amor ilimitado, porque Él es ilimitadamente bueno.

– Pero muchas veces en la Iglesia quizá se haya incidido en esa predicación de las obras: hay que merecerse el cielo, hay que ganarse el cielo...

– También hay que entender, me parece, el contexto en el que hemos vivido en Europa en los últimos cinco siglos, que es el contexto que se inicia con la Reforma protestante. Para Lutero, la fe es concebida como una confianza que no cambia ni compromete nuestra vida. Lutero entiende que Dios es como un abuelito a quien ya le dan exactamente igual la vida de sus nietos, que sean buenos o malos, y los mal educa con chuches. Y, por el contrario, la Iglesia católica en Trento entiende que la gracia de Dios y el amor de Dios nos transforma interiormente, nos santifica de modo que nos hace capaces de ser virtuosos, de ser santos. Entonces, efectivamente, el Papa lo que hace es decirnos que la santidad es el efecto de la gracia en nosotros y por tanto, lo que uno ha de procurar en la vida no es tratar de merecer ante Dios, sino de confiar en ese Dios que nos cambia, de confiar en ese Dios que nos hace buenos.

– El Papa habla una vez más en esta encíclica del peligro del rigorismo. Se refiere a la confusión que pueden tener algunos respecto a la reparación de los pecados, como si debiéramos tener una suerte de sobrecarga de sacrificios y esfuerzos...

– A mí me parece que ese es uno de los temas que en la teología espiritual católica recibe una luz mayor con esta encíclica. Efectivamente, la reparación, ya desde la época de Santa Margarita María de Alacoque, se ha entendido como una expresión de la devoción al Corazón de Jesús, pero se ha podido entender mal, es decir, se ha podido entender que el corazón de Jesús ha sido herido por nuestros pecados y ahora nosotros tenemos que curar a Jesús. Estoy naturalmente caricaturizando las cosas, pero sería como si cada uno de nosotros tuviera sobre sus hombros la responsabilidad de arreglar los pecados del mundo, y el Papa explica esto muy bien. Dice que el único que arregla los pecados del mundo es Jesucristo. Nosotros, efectivamente, podemos ser un motivo de gozo para el Señor en la medida en la que confiamos en Él y le queremos.

Pero la reparación consiste más bien en otra cosa. Consiste, dice el Papa, por un lado, en que procuremos no ofender a Dios. Y consiste también en que tratemos de reparar los efectos del pecado en nuestros hermanos. A mí me ha parecido que esto es muy interesante, porque une práctica tradicional, la reparación, con una cuestión que está en la moral cristiana, que es el amor fraterno. Y da a entender que esos dos asuntos no están separados, sino que están unidos.

Por poner un ejemplo: el que una religiosas atiendan a personas que tienen una adicción a las drogas o al alcohol, que esas que esas religiosas les quieran, les atiendan, les procuren todos los medios necesarios para su curación, no solamente es una obra social, sino que es una forma de reparar el efecto que el pecado ha producido en la vida de algunas personas. Y es un consuelo para Jesucristo que, entre los seres humanos, nos cuidemos, nos ayudemos.

– Y ahí el Papa enlaza también con el tema del perdón...

– Efectivamente: nos lleva a perdonar a los otros y a pedir perdón también por nuestras culpas. Y este es otro aspecto sobre el que él insiste en un par de números diciendo que es muy necesario que aprendamos a pedirnos perdón, porque en cada uno de nosotros, sin darnos cuenta, hay un fariseo como el que aparece en el Evangelio que se acercaba a la sinagoga, se ponía en primera fila y le decía a Dios: Te doy gracias porque no me has hecho como los demás. No, no; somos débiles, pecadores, y por eso es propio de un buen cristiano el que se arrepienta de sus culpas y pida perdón, se disculpe con los demás y se humille ante los otros para reconocer que no es perfecto, que hace las cosas mal.

– Francisco se refiere en varias ocasiones al jansenismo. Él habla de devociones que tuvieron sentido en un momento, pero no hay que continuar practicándolas solo por obligación. En el punto 85, por ejemplo, afirma que «nadie debe sentirse obligado a realizar una hora de adoración los jueves». Me parece un punto muy interesante.

– Claro. ¡Bueno, este es otro temazo interesantísimo! Porque cuando ocurren las apariciones de Paray-le-Monial a Santa Margarita, precisamente suceden cuando se está extendiendo por Europa una herejía que es muy peligrosa. Una herejía, por cierto, que a mi modo de ver, está en la raíz después del pensamiento ilustrado, y es la herejía de pensar que Dios está muy lejos de nosotros, que Dios es, en el fondo, el Gran Arquitecto del Universo. Como dicen los masones, Dios es una energía impersonal, pero que nuestra vida le trae sin cuidado, que no se interesa por los hombres, que no le importamos.

El Señor se aparece a Santa Margarita para decirle: Mira este corazón que tanto ama a los hombres, es decir: Yo os quiero y estoy con vosotros, he dado la vida por vosotros. Sigo presente en la Eucaristía. Y le dice también: Al menos tú ámame. Es decir, te agradecería que te dieras cuenta de cuánto te quiero y supieras corresponderme a mí. De modo que la espiritualidad del Corazón de Cristo es una cierta vacuna contra el jansenismo, porque nos acerca a Dios, nos ayuda a entender que Dios es muy próximo a nosotros.

Pero, efectivamente, la espiritualidad del Corazón de Jesús tiene algunas manifestaciones concretas, y cuando uno pone el acento en esas manifestaciones concretas puede terminar volviéndose un voluntarista, como aquellos a los que combatía esta espiritualidad. ¿A qué prácticas se refiere el Papa? Pues aquí el Señor le dice a Santa Margarita que le agradecería que en la noche de los jueves al viernes, que es cuando él sufrió en el huerto de Getsemaní la oración del Huerto de los Olivos, ella le acompañara en la adoración eucarística. Esto es a lo que llamamos la Hora Santa, los jueves a las 23:00 horas. Y también le dice que le agradaría que ella comulgara los viernes y, en particular, los primeros viernes de cada mes, como para expresarle el amor que le tiene el Señor y también para acostumbrarse a recibir a Jesús. Piensa que, durante siglos, se restringía mucho el acceso a la comunión, y había muchas personas que apenas comulgaban el domingo, o incluso otras que, con comulgar una vez al año, que es el mandamiento de la Iglesia, pensaban que tenían suficiente.

Bueno, pues hoy en día, uno podría equivocadamente pensar que es devoto del Corazón de Jesús simplemente porque tiene un estandarte en su casa, hace la Hora Santa y la comunión reparadora de los primeros viernes. Y lo que el Papa nos dice es oye, no, esto de la espiritualidad del Corazón de Cristo es algo mucho más profundo, mucho más hermoso que se puede concretar en estas prácticas, pero que tiene un significado infinitamente más interesante.

– ¿Con qué idea se ha quedado usted de Dilexit nos?

– A algunas personas les ha causado una cierta extrañeza que la segunda y tercera encíclica del Papa, Laudato si y Fratelli tutti, tuvieran como contenido asuntos que les parecían poco espirituales. Yo creo que, con esta cuarta encíclica, el Papa nos da la clave para entender su magisterio anterior. Es a la luz del Corazón de Cristo como se entiende que el cristiano tiene una responsabilidad en la conservación de la casa común o en el fomento de una cultura de paz y de concordia entre los pueblos.

Otro tema muy importante es que me parece que esta encíclica despeja algunos prejuicios que muchas personas pueden tener a esta devoción al Corazón de Jesús. Por ejemplo, hay muchas personas que pueden pensar que esto es algo antiguo y el Papa, por el contrario, publica este documento en el año 2024 con citas de autores contemporáneos como es Byung-Chul Han, y dándonos a entender que nada necesitamos más hoy que el Corazón de Jesucristo.

Otras personas podían entender que la devoción al Corazón de Jesús es algo un poco sensiblero o sentimental, y el Papa nos ayuda a entender que en absoluto; esto tiene una extraordinaria profundidad y que los apóstoles y devotos del Corazón de Jesús son gente de una espiritualidad recia.

También hay personas que pueden pensar que la devoción al Corazón de Jesús es algo intimista, es decir, que es algo que a uno le encierra en sí mismo en momentos de oración personal, pero le aísla de la sociedad y del mundo. Y, por el contrario, el Papa nos ayuda a entender que precisamente la devoción al Corazón de Jesús nos asocia a Jesucristo en sus ansias redentoras, en ese deseo que Él tiene de llevar su amor a todo el mundo, es decir, nos saca de nosotros mismos, nos ayuda a entender que tenemos una tarea, una misión que cumplir en el mundo.

También hay personas que pueden pensar que esta espiritualidad tiene poco fundamento teológico. Bueno, pues es impresionante el arsenal de citas bíblicas que ofrece el Papa Francisco que fundamentan esta espiritualidad, con textos de los Santos Padres y de la Tradición de la Iglesia, en particular de sus mejores hijos, que son los santos. Por ejemplo, San Francisco de Sales, Santa Teresita, San Carlos de Foucault, San Claudio de la Colombière, Santa Margarita María de Alacoque... De modo que es una espiritualidad y una devoción que tiene un fundamento teológico muy sólido. No es una devoción secundaria. Uno puede salvarse y llegar a ser santo, llegar al cielo, sin tener devoción a San Roque, por poner un ejemplo, o sin rezarle novenas a San Antonio. Y sin embargo, la espiritualidad del Corazón de Cristo, como dice el Papa y como han dicho los Papas anteriores, es la esencia del cristianismo.

– Es la síntesis del Evangelio, enfatiza Francisco en su encíclica...

– Exacto. Llega a decir literalmente eso, y eso es formidable. Así que, en resumen, yo creo que es una encíclica colosal, de verdad colosal, y que me parece que nos ayuda a dar en el clavo de cuál es el centro de nuestra religión cristiana.