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La sierva de San José, Margarita Estévez

La sierva de San José, Margarita EstévezCedida

Siervas de San José

La sierva Margarita Estévez: «Seguir a Jesucristo merece la pena, plenifica la vida»

La salmantina ha consagrado su vida a los demás en Chile dentro de las Siervas de San José, que este año cumplen 150 años de labor evangelizadora por el mundo. Ahora es momento de hacer repaso de lo logrado y celebrar la continuidad de la congregación

Las Siervas de San José están este año de celebración. Bajo el lema 'trabajo, fe y amor' cumplen 150 años de labor evangelizadora. El Debate se ha puesto en contacto con una de sus hijas, Margarita Estévez, natural de Salamanca, quien vive en Chile desde el año 73 dedicando su vida a los más humildes y se muestra agradecida por todo lo logrado y, esperanzada por el futuro de la congregación.

–Usted llegó hace 51 años a Chile. ¿Qué recuerdos conserva de los primeros años?

–Yo llegué en el año 1973. Era todo muy pobre, no había caminos para llegar hasta aquí, no había pavimento. Hacía mucho frío, más incluso que ahora, y los niños iban descalzos, a pata pelada que dicen aquí, y con vestiditos. Ahora yo pienso '¡Dios mío! ¿cómo podían?', porque ahora todo el mundo va con ropa de abrigo, pantalones... había mucha pobreza. La región en la que me encuentro, Aysén, estaba deshabitada. De hecho, el Gobierno al que habitaba un lugar se lo regalaba porque nadie quería venir. Era muy inhóspito. Pero ya no es así y es precioso.

–Fue de las primeras monjas españolas que partieron para Chile con la congregación. ¿Cuántas quedan ahora?

–Sí. La congregación lleva en Chile 67 años. De las monjas antiguas quedamos tres, las otras o han muerto o han regresado a España.

–¿Y usted nunca ha pensado en volver a su tierra?

–He vivido en Chile prácticamente toda mi vida... así que quiero morir aquí. He entregado la vida a este país, pues hasta el final. Aunque nunca se sabe lo que puede pasar.

–¿Cómo resumiría la labor de la congregación en todo este tiempo?

–Ha sido una labor misionera, de evangelización, de formación de comunidades, de labor educativa. Para eso vinimos a Chile.

–¿Y cómo diría que ha cambiado Chile en todo este tiempo?

–Ha cambiado mucho, pero todavía queda mucho por hacer con los más humildes.

–¿Qué proyectos llevan a cabo las Siervas?

–El trabajo de evangelización ha sido una de las fuerzas más grandes de la congregación, o sea, descubrir a Dios en el trabajo. Hemos formado todas las comunidades cristianas de la región de Aysén, de las del Lago General... Pero también hemos desarrollado numerosos proyectos educativos, de promoción de la mujer, de capacitación, de prevención para niños y jóvenes. Se trabaja mucho tanto en la escuela como en los cursos y talleres.

–El machismo ¿sigue muy presente en las zonas pobres de Chile?

–Sí, el machismo todavía está muy arraigado en la sociedad, sobre todo en los lugares más apartados del campo. Por ello contamos con numerosos proyectos de promoción de la mujer: cursos, talleres de costura, una panadería... para que esas mujeres se dignifiquen y puedan tener un futuro laboral. El resultado ha sido siempre muy positivo. Muchas han optado por el emprendimiento, con talleres de costura propios o locales de venta de alimentos. Otras aprendieron una carrera técnica y están trabajando en oficinas, clínicas...

–¿Qué otros proyectos se han realizado?

–La construcción de viviendas para la gente que no tenía casa en tres poblaciones distintas. Había una hermana que es muy constructora y llevó a cabo ese proyecto.

En Hispanoamérica hay mucho más sentido de religiosidad que en España

–¿Hay más creencia religiosa ahora mismo en los países de Hispanoamérica que en España?

–Hay muchas más religiones y lo que hay es mucho más sentido de religiosidad, de creencias en mil cosas. Hay gente que cree en Jesucristo, que está firme en su fe. Pero luego hay mucha gente que cree en las piedras o cosas así. Yo respeto las creencias de todos.

–¿Cuántas monjas forman hoy en día el grupo en Aysén?

–En este momento somos diez, nada más. Tres españolas, dos argentinas, una cubana y las otras chilenas. Pero hemos llegado a ser 20 o algo más.

–No sé si le gustaría lanzar un llamamiento vocacional...

–Nuestro carisma es hermanar la oración y el trabajo. Yo les diría a todas esas jovencitas que se lo pueden estar pensando que seguir a Jesucristo merece la pena, que el trabajo hermanado con la oración, descubriendo a Dios en el trabajo, es capaz de plenificar la vida. Así como Jesús, María y José de Nazaret vivieron 30 años felices de vivir el plan de Dios en Nazaret, vivirlo en la vida cotidiana.

–¿Hay necesidad de más recursos dentro de las Siervas de San José?

–Sí, porque tenemos muchas obras y porque ya somos mayores también. La labor se ha ido ampliando y tenemos casas aquí en la región de Aysén, en la Patagonia y en Santiago. Falta financiación y más personal. Pero no tienen por qué ser vocaciones de por vida como las que estamos, también pueden ser vocaciones laicales, de trabajos esporádicos, de gente voluntaria que quiera hacer por un tiempo un trabajo en nuestra congregación.

–¿Y cómo ve el futuro de las Siervas?

–Para mí es esperanzador. La Madre Bonifacia –fundadora de las Siervas de San José– comenzó la congregación con mucha pobreza y siendo muy pocas. Eran solo seis o siete. En este momento estamos celebrando 150 años de vida y las Siervas siguen adelante. Creo que la congregación, aunque en estos momentos cuente con menos siervas, seguirá adelante. Tengo esa esperanza.

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