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Brad Pitt y Morgan Freeman protagonizaron Seven en 1995

Brad Pitt y Morgan Freeman protagonizaron 'Seven' en 1995, basada en los siete pecados capitalesGTRES

Cuáles son los 7 pecados capitales

Según la enseñanza de la Iglesia católica, se trata de las 7 desviaciones o vicios más comunes en la vida de una persona, que abren la puerta a cometer otras faltas contra Dios, contra los demás y contra uno mismo

«Largo y escabroso es el camino que de la luz conduce al infierno». El poeta inglés John Milton puso esta cita en boca de Satanás, en su célebre obra El Paraíso perdido. Y fue la que el director de cine David Fincher utilizó para introducir su explicación de los pecados capitales en Seven, el thriller protagonizado por Brad Pitt, Morgan Freeman y Gwyneth Paltrow que es tenido como un clásico del género policíaco.

La cita de Milton en un filme de cine negro no era casual: venía a mostrar que el camino a la condenación está cuajado de tropiezos del alma y que, de forma recurrente, estos tropiezos gravitan en torno a los mismos pecados, que abren el camino al resto. Por si quedaba alguna duda, el detective Somerset (Freeman) de Seven lo remarcaba con menos prosopopeya: «Hay siete pecados capitales. Prepárese para cinco crímenes más».

Por qué son «capitales»

La denominación de pecados «capitales» no es casual. La tradición de la Iglesia explica que estos pecados representan las raíces de las principales debilidades humanas, y son, a su vez, cabeza de otras muchas.

Podría decirse que se trata de las inclinaciones desordenadas más comunes a lo largo de la vida, que apartan a las personas de Dios y de los demás, y que predisponen a cometer otros vicios y desviaciones. Por ese motivo, identificarlos y combatirlos es esencial para vivir en gracia y crecer espiritual y humanamente.

El origen de la lista

El Catecismo señala que «el pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así, el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse». Aunque con un matiz: por fuerte que sea el pecado, nunca «puede destruir el sentido moral hasta su raíz».

Y aunque la lista de los siete pecados capitales fue incorporada en la enseñanza cristiana casi desde los primeros siglos, su catalogación precisa nace siguiendo las obras de dos Padres de la Iglesia: san Juan Casiano (Conlatio), del siglo IV, y san Gregorio Magno (Moralia in Job), del siglo VII. Y son tan importantes, como señala el Catecismo, «porque generan otros pecados, otros vicios».

En concreto, los siete pecados capitales son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.

En qué consiste cada pecado capital

  • Soberbia: «De todos los vicios, la soberbia es la gran reina», dijo durante una reciente catequesis el Papa Francisco. Es el gran pecado del demonio y su Non serviam, la frase con la que se reveló contra Dios. Es el deseo desmedido de considerarse superior a los demás, sin necesitar siquiera a Dios. La Iglesia propone como remedio cultivar la humildad, a ejemplo de la Virgen María.
  • Avaricia: El afán desordenado por acumular bienes materiales, una «pasión inmoderada de las riquezas y de su poder», en palabras del Catecismo. No tiene en cuenta las necesidades ajenas ni pondera adecuadamente las propias. Se opone al décimo mandamiento (No codiciarás los bienes ajenos), y el modo de combatirlo es practicar la generosidad, la austeridad y el desprendimiento.
  • Lujuria: Tal vez el más popular de los pecados capitales es el desorden en el deseo sexual, que antepone el placer sensible propio por encima del amor. El Catecismo la define como «un deseo o un goce desordenados del placer venéreo», y matiza que «el placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión». El remedio es vivir la pureza y respetar la dignidad del cuerpo.
  • Ira: «Un deseo de venganza», explica el Catecismo, que deriva en tal falta de control sobre el enojo que lleva a la persona a dañar a los demás, a sí misma y a Dios. Junto a la avaricia está presente desde el inicio de la historia humana, como ejemplifica el pasaje de Caín y Abel del Génesis. El remedio, dado por el propio Jesús, es cultivar la mansedumbre y el perdón.
  • Gula: La «locura del vientre», como la llamaban los Padres de la Iglesia. Se trata del abuso inmoderado en el consumo de alimentos o bebidas. Como recuerda el Papa Francisco, tiene una dimensión social, porque ahonda las desigualdades. Practicar la templanza y el ayuno son el mejor antídoto.
  • Envidia: Uno de los pecados capitales más comunes. Es consentir la tristeza por el bien ajeno y el deseo de poseer lo que otro tiene. El modo más eficaz de combatirla es cultivar la caridad y la gratitud a Dios por los dones que nos ha dado.
  • Pereza: Atenta contra la caridad y el amor a Dios, por inmovilismo. Aunque en su forma más común vendría a ser la negligencia en cumplir con los deberes espirituales y temporales, tiene otras manifestaciones, recogidas en el Catecismo: la indiferencia, la ingratitud, la tibieza y la acedía o pereza espiritual. Para vencerla, nada mejor que practicar la diligencia y pedir fortaleza de ánimo en la oración.

Reconocer y combatir los 7 pecados capitales permite a la persona avanzar en el camino hacia la santidad, dejándose llevar por la misericordia de Dios y la fuerza de su gracia. A través de la oración, los sacramentos y las virtudes, se pueden superar estas inclinaciones y vivir según el plan de Dios… aunque no haya película policíaca que nos lo recuerde.

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