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David Beriain

Periodistas católicos asesinados: contar la verdad hasta el sacrificio de la vida

Los periodistas que ejercen su labor con valentía y compromiso se enfrentan a amenazas, intimidaciones, secuestros y asesinatos por parte de quienes quieren silenciar su voz

El periodismo es una profesión de riesgo, especialmente cuando se trata de informar sobre temas sensibles como la violencia, la corrupción, el terrorismo o los derechos humanos. Los periodistas que ejercen su labor con valentía y compromiso se enfrentan a amenazas, intimidaciones, secuestros y asesinatos por parte de quienes quieren silenciar su voz.

Según el último informe de la UNESCO, de 2006 a 2022 fueron asesinados en el mundo más de 1200 periodistas, lo que supone una muerte cada cuatro días. Además, en nueve de cada diez casos, los responsables de estos crímenes no han sido condenados, lo que genera un clima de impunidad e inseguridad para los profesionales de la información.

Entre los periodistas asesinados, hay muchos que profesaban la fe católica y que vivían su vocación como un servicio a la verdad y a la dignidad humana. Algunos de ellos son:

David Beriain y Roberto Fraile

Los periodistas españoles David Beriain (Artajona, Navarra, 43 años) y Roberto Fraile (Barakaldo, Bizkaia, 47 años) fueron asesinados el pasado mes de abril en Burkina Faso, mientras grababan un documental sobre la caza furtiva y el tráfico de especies protegidas. Ambos eran católicos practicantes y habían trabajado en zonas de conflicto como Afganistán, Irak o Siria. Beriain era fundador y director de la productora 93 Metros, especializada en reportajes de investigación. Fraile era cámara y fotógrafo freelance. Los dos dejaron viudas e hijos pequeños. El Papa Francisco recibió de manos de su viuda, el casco que David Berain usaba para sus coberturas, en el vuelo hacia Canadá en julio de 2022.

James Foley

El periodista estadounidense James Foley (Rochester, New Hampshire, 40 años) fue secuestrado en Siria en noviembre de 2012 y decapitado por el grupo terrorista DAESH en agosto de 2014. Su ejecución fue difundida en un vídeo que causó conmoción en el mundo entero. Foley era católico y había sido misionero durante un año en una cárcel de Chicago. También había trabajado como reportero en Irak, Afganistán y Libia, donde fue capturado por las fuerzas leales a Gadafi en 2011. Su familia fundó la James W. Foley Legacy Foundation para apoyar a los periodistas secuestrados y a sus familias.

Norma Sarabia

La periodista mexicana Norma Sarabia (Huimanguillo, Tabasco, 46 años) fue asesinada a tiros frente a su casa en junio de 2019 por dos hombres armados que se dieron a la fuga. Sarabia era católica y colaboraba con el diario Tabasco Hoy desde hacía 15 años. Cubría la fuente policiaca y judicial en una zona azotada por el narcotráfico y la violencia. Según el recuento del Centro Católico Multimedial, Sarabia fue la primera periodista católica asesinada en México.

Los periodistas también sufren amenazas, intimidaciones, secuestros, torturas, censura y detenciones arbitrarias por parte de actores estatales y no estatales que quieren silenciar su voz. Los países más peligrosos para los periodistas son México, Irán, China, Siria, Afganistán y Ucrania. Las mujeres periodistas son especialmente vulnerables a la violencia de género, el acoso y la discriminación.

Norma Sarabia

El precio de la verdad

La libertad de prensa es un derecho humano fundamental y un pilar de la democracia. Los periodistas desempeñan un papel esencial para garantizar el acceso a la información, el pluralismo y la diversidad de los medios de comunicación, así como para promover el debate público y el control social. Por eso, es necesario proteger su seguridad e independencia, y exigir justicia para los casos de violaciones. La sociedad civil, las organizaciones internacionales y los gobiernos tienen la responsabilidad de defender la libertad de prensa y el desarrollo de los medios de comunicación.

Estos son solo algunos ejemplos de periodistas católicos asesinados por ejercer su derecho a informar y a expresarse libremente. Su testimonio nos interpela a todos los que compartimos su fe y su pasión por el periodismo. Nos recuerda que la verdad tiene un precio, pero también un valor incalculable. Nos invita a rezar por ellos, por sus familias y por sus colegas que siguen arriesgando sus vidas para contar lo que pasa en el mundo. Y nos desafía a seguir su ejemplo de coraje, integridad y esperanza.