Un científico católico en el CSIC
Alfonso V. Carrascosa: «La leyenda progre que enfrenta ciencia y fe no tiene base científica»
Su asombro y pasión por la naturaleza le lleva a estudiar Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid, al tiempo que conoce el Camino Neocatecumenal en el que lleva más de 40 años
Alfonso V. Carrascosa nace en Madrid en 1961, en el seno de una familia católica practicante que le introduce en la vida de piedad y sacramental de la Iglesia. También le acerca a la vida parroquial, donde conoce Acción Católica, la Renovación Carismática y el Opus Dei. Por esta época y sobre todo influenciado por dos personas, su padre y el doctor Rodríguez de la Fuente –de cuyo nacimiento se cumplen ahora 95 años- le despiertan su amor hacia la naturaleza, pasándose horas y horas contemplando las aves con sus prismáticos.
Este asombro y pasión por la naturaleza le lleva a estudiar Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid, al tiempo que conoce el Camino Neocatecumenal en el que lleva más de 40 años. Por suerte consigue una beca y se doctora en microbiología, disciplina que se concilia mejor con la vida familiar que la ornitología. En los años 90 se vincula al CSIC y se dedica a la investigación científica en microbiología de los alimentos. Mientras tanto se casa y tiene ocho hijos. Hace 10 años da un cambio vocacional a su rumbo profesional y solicita al CSIC estudiar la historia de la ciencia.
–¿Qué produce el cambio de rumbo en su carrera?
–Fundamentalmente la lectura del libro Leyendas negras de la Iglesia, escrito por Vittorio Messori. Descubro el enorme cúmulo de falsedades sobre la relación ciencia-fe católica y comienzo a interesarme por conocer la relación de la Iglesia católica con la ciencia, lo que me lleva a descubrir el determinante papel que juega la Iglesia en el desarrollo científico universal a lo largo de la historia, sabido lo cual me centro en España encontrándome pronto con personajes como san Ramón Llull, san Isidoro de Sevilla, los sacerdotes como el botánico José Celestino Mutis o el zoólogo jesuita José de Acosta, laicos como Juan de Cabriada, médico líder del Movimiento Novator, con la fundación por la Iglesia de las Universidades de Palencia, Salamanca, Alcalá y las primeras universidades de Hispanoamérica.
El CSIC tiene orígenes eminentemente católicos
Poco a poco llego hasta nuestros días y descubro la ferviente religiosidad del ingeniero más importante de toda la historia de España, Leonardo Torres Quevedo o la de Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel, ambos figuras insignes de la Edad de Plata, las raíces católicas de la fundación de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y la religiosidad de sus vocales fundacionales, hasta llegar al CSIC, en cuyo quinteto fundacional hay dos miembros de la Asociación Católica de Propagandistas, el presidente Ibáñez-Martín y su secretario general Jose Mª Albareda Herrera –que termina ordenándose sacerdote del Opus Dei- el sacerdote católico y arabista Miguel Asín Palacios y los laicos profundamente creyentes Antonio Rocasolano y Juan Marcilla, todo lo cual público en un artículo en L’Osservatore Romano.
Comienzo a biografiar para la Real Academia de Historia la vida de muchos más científicos católicos y voy subiendo sus historias a webs católicas como Ecclesia o Religión en Libertad, las cuento por radio en Radio María, las escribo en papel en Alfa y Omega…todo para aportar hechos concretos que demuestran que lo que yo denomino leyenda progre, discurso laicista sin base científica que repite como un mantra que la ciencia y la Iglesia Católica española están en guerra en la historia contemporánea, no tiene base científica alguna, como no la tenía la leyenda negra.
Finalmente solicito a mi institución poder dedicarme al estudio de la historia de la ciencia española, y el CSIC me concede el cambio de temática de investigación científica. Ahora trabajo en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (perteneciente al CSIC), de orígenes eminentemente católicos, interesándome por la historia de las ciencias naturales, más en concreto la microbiología, así como por la religiosidad de los científicos españoles contemporáneos.
No solo la Iglesia católica defiende la ciencia
–Ha publicado varios libros. ¿Cómo ha sido la experiencia?
–Pues muy buena. Publiqué primero sobre mi especialidad Microbiología del vino (2005) y su versión inglesa Molecular wine microbiology (2011) que recibió un premio internacional, y el título divulgativo Los microbios que comemos (2011). Ese mismo año edité mi primer título sobre historia de la ciencia española en conciliación con la fe católica, Consideraciones sobre la investigación científica de Jose Mª Albareda, fundador del CSIC, y después vino José Ibáñez Martín y la ciencia. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (2015), Propagandista presidente fundador de mi institución. Al conmemorarse el 80 aniversario de la fundación del CSIC salió Iglesia Católica y Ciencia en la España del siglo XX (2019), de la Editorial Bendita María, en la que doy información de la religiosidad de las personas que formaron, por ejemplo, la Junta Constructora de la Universidad Complutense y Autónoma de Madrid, la historia de quienes pusieron en marcha el CSIC y la JAE, inmediato antecesor la semblanza de los científicos que fueron asesinados por el Frente Popular, ancestro ideológico de los actuales progres, algunos de los cuales tienen causa de beatificación abierta.
Con todo, no quiero decir que solamente la Iglesia católica defiende la ciencia o que solamente los progres la dificulten, no soy maniqueo. El número a nivel mundial de personas ajusticiados por la Inquisición de todas las inquisiciones de la Iglesia durante casi 4 siglos, no llega a 3000, en comparación con las víctimas del comunismo o del nazismo, bastantes más de 100 millones, requiere cuando menos una reflexión por parte de algunos. En el desarrollo científico español contemporáneo la Iglesia Católica ha tenido un papel determinante a través de laicos: una pequeña parte de eso es lo que cuenta «Iglesia Católica y Ciencia en la España del siglo XX». Los que dicen que esto no es verdad –y cada vez lo dice menos gente- lo hacen desde posturas ideológicas sin base científica.
Las primeras catedráticas de universidades españolas fueron teresianas
–¿Y qué decir de las mujeres? ¿Hubo científicas creyentes en España?
–No sólo las hubo, sino que las sigue habiendo. En cuanto a las primeras, y circunscribiéndome a la contemporaneidad, he descubierto muchos casos que he ido publicando en internet y están en acceso gratuito en las webs antes citadas. Estoy especialmente contento del estudio sobre una de ellas que terminó siendo un libro que me encargó el Gobierno de Navarra sobre la primera científica de estas tierras María Josefa Molera Mayo. Una científica izabar (2021). En el CSIC, fundado por católicos fervientes como he dicho, fue donde se profesionalizó la figura del científico y donde la presencia de científicas mujeres se triplicó, hasta que llegada la Transición sólo han aumentado en dos o tres puntos porcentuales. Este tipo de cosas la gente no las sabe, como tampoco que durante la Edad de Plata arrancó el lanzamiento de mujeres al mundo científico y universitario de la mano de san Pedro Poveda: las primeras catedráticas de universidades españolas fueron teresianas.
–¿Qué les diría a científicos que ven incompatible la fe con la ciencia?
–Les diría que lean, porque eso esa afirmación es absolutamente anticientífica, sobre todo mirando personas concretas: más allá de conflictos que haya podido haber a lo largo de la historia –hay más ruido que nueces sobre esta temática- que lean y que se planteen. Están saliendo continuamente obras acerca de la historia de la ciencia en la que no deja de manifestarse la compatibilidad ciencia-fe, hay científicos Premios Nobel diciendo que ellos creen en Dios, y no tienen ningún problema por eso. Hace poco ha echado a andar la Sociedad Española de Científicos Católico.
Desde luego que la fe se propone, y esto es lo que trato de hacer con estos estudios, poniendo ejemplos de que decir o creer que no se puede ser científico y creer en Dios es mentira. Se trata de una contribución más, entiendo yo, a la nueva evangelización a través de la cultura, que pienso pueda promover ese espacio del que nos hablo Benedicto XVI, el atrio de los gentiles, como lugar para que aquellos que buscan a Dios aun sin saberlo, se encuentren con Él o al menos se acerquen, viendo la multitud de científicos que creemos en Dios.