Los contemplativos: el secreto que sostiene la Iglesia desde lo escondido
La Jornada Pro Orantibus reconoce el papel fundamental de quienes viven su vocación a la vida consagrada dedicada a la oración
Cerca de 38.000 hombres y mujeres consagrados se reparten en España a través de 408 institutos religiosos, de los que la mayoría son mujeres, según la Conferencia Española de Religiosos (Confer). Dependiendo de su carisma, tienen una colaboración fundamental en la evangelización. A través de la sanidad, la caridad, la educación o la oración entregan su vida a Dios y a los hermanos.
Durante este domingo, la Iglesia recuerda y pone en valor a los que se han consagrado a vivir en actitud orante. Tras los muros de los conventos y monasterios sostienen al Cuerpo Místico de Cristo a través de sus rezos, cumpliendo cada día con el lema escogido por la Conferencia Episcopal Española: «Contemplando tu rostro aprendemos a decir: Hágase tu voluntad».
«Para ti, para siempre»
Ocho hermanas llevan a cabo «una vida fraterna de familia preciosa» en el Carmelo de Boadilla del Monte. Sor María de los Ángeles de Santa Teresita lleva 47 de sus 71 años en el antiguo convento de la Encarnación. Fue durante esta solemnidad que sintió una tercera fuerte llamada del Señor.
Cuando era una niña sufrió el fallecimiento de su padre, quedando su madre viuda a los 35 años con cuatro niños pequeños. «El Señor fue llamando uno por uno a los cuatro», revelaba. La hermana creció pensando que sería la única que conservaría el apellido de la familia, creyendo que su vocación sería la del matrimonio.
El día de la Anunciación, mientras estaba sola en la capilla, «el Señor volvió a llamar fuerte». Entonces, se quitó la alianza de novia y la puso a los pies de la Virgen. «Le dije a Dios: para ti sola, para ti, para siempre». Tenía 21 años en aquel momento. Sin embargo, tuvo que esperar a los 25 hasta ingresar en la orden de las Carmelitas Descalzas por ayudar económicamente a su madre.
«La jornada discurre entre oración y trabajo. Lo hacemos por amor al Señor, para ayudar a los pobres con lo que Él nos va dando», explicaba. Sin embargo, «la base de la vida carmelita» es la oración. «Estar ante el rostro del Señor no solo por mí, sino llevar conmigo a todos mis hermanos. Le pedimos que bendiga a este mundo, nuestra pequeña oración va a todos los lugares donde hay sufrimiento», comenta.
Sor María de los Ángeles tiene claro que está en el Carmelo no para ella, sino para todos. Los religiosos como ella permanecen como «lamparitas que estén junto a Él, pidiendo día y noche por el mundo, consolándole, adorándole y dándole gloria en nombre de todos».
«Cuando te enamoras no hace falta más»
Cuatro son las prioridades que tienen la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara de Asís: «la oración, la fraternidad, la pobreza franciscana y la misión». Desde hace 9 la hermana Edith Kleimberg reside en el convento de Algezares, Murcia. El pasado 13 de abril, fue consagrada de manera definitiva a la vida religiosa, en su Profesión Solemne.
«Cuando te enamoras no hace falta más», decía Kleimberg respecto a la congregación en la que ingresó. Esta monja franco-española «estaba cansada de la vida», creyendo que ya había conocido todo. Cuando tenía 21 años, viajó a Murcia con su familia y una amiga la llevó a conocer a las hermanas. «Era la primera vez que tenía una conversación con unas religiosas. Y ese encuentro cambió mi vida. Las vi demasiado felices y libres, fue un flechazo. Empecé a enamorarme de Dios a través de ellas».
Tras una experiencia viviendo con ellas, tenía claro que estaba escuchando la voz de Dios en su corazón. «Me sentía feliz, plena; descubrí que este era el lugar y la vocación que Él había pensado para mí y yo no podía decirle que no porque o entraba al convento o me moría», aseguraba. A su vuelta trató de relativizar lo vivido, pero «ante tanto amor» no pudo hacer otra cosa que responder a su llamada.
«En la oración pedimos por la gente que se ha encomendado a nosotras y le presentamos al Señor sus situaciones», continuaba. Igualmente, se dedican al trabajo, que está unida a la pobreza para que, como estipuló Clara de Asís, no depender de nadie, solo de lo que realizan con sus manos.
También se dedican a «propiciar el encuentro con Dios» de los que se acercan al convento por medio de la acogida, y el acompañamiento espiritual. «Ayudamos a mirar la propia vida desde los ojos de Dios, descubriendo que no hace falta que cambien nuestras circunstancias para ser felices, sino mirarlas como las mira Dios».
«La oración es lo que mueve todo»
A veces, Dios también se sirve del testimonio de otros para despertar en el corazón el deseo ardiente de responder a su llamada. Esto le ocurrió a la hermana Virginia que, cuando fue invitada a la Eucaristía de profesión temporal de una amiga, su vida cambió para siempre.
«Su sí hizo que surgieran en mí muchas preguntas. Con el tiempo entendí que el Señor me llamaba a algo que descubriría después», revela. Esta religiosa había sido educada en la fe por su familia, pero llegada la adolescencia, solo acudía a la iglesia «para la celebración de algún sacramento de algún familiar».
«Empecé a plantearme muchas cosas, todo eso me llevó a querer ahondar más en la fe y comencé la catequesis de adultos para hacer la Confirmación», proseguía. En los grupos parroquiales se dio cuenta de que el Señor la comprometía cada vez más, pero ella seguía con su vida y su trabajo. Fue entonces que las hermanas agustinas se cruzaron en su camino. Tras un discernimiento más profundo, se dio cuenta de que debía pertenecer a esa comunidad.
Una vez en la Orden de san Agustín, en el monasterio de Sotillo de la Adrada de Ávila, «El corazón de nuestra vida es Cristo y la oración es lo que mueve todo lo demás». Además de la contemplación, realizan trabajos de artesanía, cuidados del campo y domésticos. Igualmente, durante los fines de semana acogen a grupos que suelen acudir a la hospedería para retiros o convivencias. «Estamos entre el fuego y el agua porque, como agustinas, queremos dar a otros lo contemplado. Vivimos entre la contemplación y la evangelización», comenta.