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08 de septiembre de 2024

Ángel Barahona

Maldiciones contra los fariseos actuales

Sus ideas les parecen éxitos luminosos, pero están ciegas ante lo esencial. Arrojan tanta luz sobre la realidad que opacan la verdad que tratan de desvelar

Actualizada 04:30

Los textos evangélicos son relatos del más puro realismo político. El texto de Mateo nos dice que siempre ha habido y seguirá habiendo crímenes contra inocentes. El texto solo cita dos, el de Abel y Zacarías, el primero y el último, de lo que quiere ser una lista recopilatoria. La mención de Abel es un guiño que alude a lo que, desde entonces, nos permite hablar de cultura cainita, algo que atañe a la humanidad entera, no solo al pueblo judío. El texto es claro: «Toda la sangre de los justos derramada sobre la tierra». Lucas 11, 50 añade algo que nos suena a mero recurso literario: la sangre de todos los profetas derramada desde la fundación del mundo. Afirmación desconcertante que ratifica también Mateo cuando cita el salmo 78.

Dice Mateo de Cristo: «Abriré en parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo». Mateo 13, 35 confirma que, generación tras generación, todos hacemos lo que hicieron nuestros padres y que creemos rechazar, mintiéndonos a nosotros mismos, ocultándonos la violencia que preside la historia de la humanidad entera. Los evangelios lo personifican en Satanás, «padre de la mentira y homicida desde el principio», y nos parece que esa alusión es mítica y por tanto no le damos crédito. Pero lejos de esto Michel Serres nos dirá que es un texto que hay que descifrar, porque es la clave de la interpretación de la historia de la humanidad. Por todos lados huele a sangre de víctimas inocentes en la cultura humana. Pero todos los cadáveres que amontonamos están sintetizados en el siervo de YHWH. Sobre él converge el verdadero principio y consumación final de la historia. Este principio no es el producto de la imaginación mitológica del ser humano, si no una figura que esconde la clave científica para entender lo que nos está pasando. Lucas 11, 52 dice «hay de vosotros»... podemos añadir «los filósofos y los políticos de siempre, que nos habéis tratado de iluminar el porqué de la violencia criminal que nos asola». Son estos fariseos actuales de los que habla el Evangelio. Sus ideas les parecen éxitos luminosos, pero están ciegas ante lo esencial. Arrojan tanta luz sobre la realidad que opacan la verdad que tratan de desvelar.

La llave de la ciencia de la que hablan Serres y Girard es la Pasión. La pasión, creyeron muchos, desde Reimarus, Nietzsche, Frazer, Freud, etc., que era lo mismo que podía observarse en todos los ritos del planeta. Ese hallazgo los condujo a un legítimo escepticismo hostil contra las pretensiones científicas del Evangelio. La Pasión le recordaba al durostorum, el falso rey de las saturnales o a Dionisos, que eran sacrificados cada año con la esperanza de que su sacrificio restaurase el orden social que ellos habían alterado previamente. Creyeron que por esas coincidencias notables se trataba de lo mismo, pero la Pasión deconstruye completamente la historia criminal de la humanidad. Es ella la que desvela, no la que es desvelada.

Los filósofos y políticos «se tapan los oídos» (Hechos 7,51) y se precipitan contra Esteban, contra el cristianismo que les denunica, queriendo cerrar el capítulo de la historia en el que éste se convierte en denuncia de todas las mentiras que nos sirven para justificar el seguir matándonos creyendo que hacemos justicia. Todos creemos poseer razones suficientes para derramar la sangre de otros. Fuera de la ciudad, «como un solo hombre, se precipitaron contra Esteban»... La unanimidad o sonambulismo colectivo qué hay en las redes sociales y en los medios de comunicación han convertido en legal este linchamiento contra el cristianismo. Pero nuestras sociedades actuales asesinas no consiguen ocultar del todo la falsedad que esconde esa legalidad asesina. La Revelación puso en marcha ese conocimiento. Lucas 11, 49 nos recuerda que Cristo profetiza «les enviaré profetas y apóstoles, y algunos los matarán».

La última estratagema de esta sociedad criminal y corrupta es llevar a los tribunales públicos la condena de todo lo que suene a cristiano, en nombre de la propia caridad que el cristianismo trae a colación en la historia cuando nos denuncia que todas las víctimas son inocentes, que son declaradas culpables por juicios inicuos, inconsistentes, basados en opiniones y medias verdades. Burla suprema porque este es el gran descubrimiento del cristianismo. El mundo parece que exhala sonrisas, educación, buenas maneras, al mismo tiempo que oculta escándalo, violencia, ironía, falsa solidaridad y crímenes injustificables. Los evangelios no nos ocultan que estamos todos implicados en ese mecanismo persecutorio. Incluso el cristianismo es el único que vuelve la crítica sobre sí mismo, y no justifica los crímenes que se han cometido en su nombre. Perseguidos y perseguidores son actores del mismo crimen.

Es escandaloso decir esto, pero es así: si no nos convertimos todos pareceremos creyendo que estamos haciendo justicia. Convertirse es abandonar el fariseísmo universal que es pura ceguera, a veces ingenua, a veces perversa. Convertirse es aceptar que la piedra que los constructores desecharon es la piedra angular, soportando la violencia de unos y otros, de perseguidores y perseguidos que se vuelven a su vez linchadores, montados «pasado mañana» sobre el caballo del victimismo. Utilizaron a Cristo como arma arrojadiza de su propia violencia. No pueden soportar que Él reveló esta escandalosa y paradójica verdad que desenmascara el antifaz intelectual que la oculta: a saber, que todos somos criminales. Aplaudimos los crímenes nefandos de los que no valen, o todavía no son productivos y no tienen voz, aplaudimos la mentira, mandamos a la guerra a nuestros jóvenes para mantener órdenes espurios; avalamos ideas falsas sobre la naturaleza humana para compadecernos de los que sufren porque no les gusta su cuerpo, ratificamos historias inventadas del pasado para fraguar utopías del futuro, que seguirán amontonando cadáveres. Mientras la Revelación sigue su marcha inexorable: la verdad se hará patente más pronto que tarde.

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