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Dos voluntarias del colegio Cumbres de Valencia ayudan en un orfanato de Marruecos hace unos días

Dos voluntarias del colegio Cumbres de Valencia ayudan en un orfanato de Marruecos hace unos días

Misioneros de verano: la opción que arrastra cada vez a más jóvenes

Miles de ellos dedican parte de sus vacaciones estivales a hacer una experiencia misionera en países del Tercer Mundo. Y vuelven transformados

Las bicicletas son para el verano, reza el título de la obra de teatro escrita en 1977 por Fernando Fernán Gómez. Las misiones también son para el verano, podrían añadir los jóvenes de toda España que, cada vez más, integran en sus vacaciones estivales unas semanas de experiencia misionera en algún país del Tercer Mundo. Miles de ellos han participado o están todavía participando en diferentes iniciativas que les llevan a los lugares más recónditos y necesitados del planeta para evangelizar y ayudar a sus habitantes.

Con los salesianos, por ejemplo, se han ido casi medio centenar de jóvenes a once países de Iberoamérica y África donde está presente la congregación religiosa fundada por San Juan Bosco. Desde Angola escribe Covadonga Cid: «Estoy en el barrio de la Lixeira, en Luanda . Es un barrio de la periferia sobre lo que fue el antiguo basurero de la ciudad y actualmente es uno de los barrios más pobres de la capital». «Aquí hay un colegio con 5.000 alumnos, dos escuelas de primaria, una de secundaria, un centro de formación profesional, un centro de salud y tres centros de acogida para niños y adolescentes de la calle, y aquí aportaré lo que pueda», señala la joven voluntaria. «Quiero volver sintiendo que algo ha cambiado en mí y que eso haga que las cosas también cambien para otros», explica Marina Torres, que acaba de llegar a otra de las misiones que los salesianos poseen en Ciudad Juárez (México).

Una joven de Jatari juega con un niño en las misiones de Perú

Una joven de Jatari juega con un niño en las misiones de Perú

Hakuna es otro de los grupos habituales en la organización de misiones para jóvenes. Tienen casi todas sus actividades de verano completas desde hace meses, y en los próximos días, varias decenas de misioneros estivales saldrán hacia sus destinos. «Son los pobres los que nos enseñan a nosotros y no al revés», aseguran. A Filipinas llegarán el 2 de agosto y se instalarán en Tondo, un barrio marginal y de gran pobreza de Manila. «Nos esperarán dos intensas semanas dónde nos empaparemos de espíritu de la mano de los más pobres», explican los organizadores. «Por las mañanas nos gastaremos por entero con nuestro tiempo, nuestra ilusión y nuestro cariño con las personas de las distintas parroquias (discapacitados, bebés, niños y moribundos) y, por las tardes, disfrutaremos de la ciudad y del grupo para que, poco a poco, Él vaya haciendo con nosotros lo que quiera», subrayan. Otro grupo de Hakuna partirá hacia Venezuela, donde permanecerán unos días ayudando a las hermanas Agustinas Recoletas, y otro más a Polonia.

Un misionero de verano enseña a un niño a utilizar su cámara fotográfica

Un misionero de verano enseña a un niño a utilizar su cámara fotográfica

Jatari, otro grupo boyante de jóvenes, envía también a decenas de jóvenes de misioneros a Perú. «Las misiones de verano surgen de una vocación de servicio y de compartir la alegría de compartir a Cristo y de un deseo de acercarnos a Él a través de esta entrega», explican los promotores. Jatari –que significa «levántate» en quechua, el idioma originario de Perú– promueve proyectos misioneros y voluntariados en ese país y en España.

Hasta ese país sudamericano también acuden decenas de jóvenes de las archidiócesis de Valencia y Toledo, entre otras, dispuestos a echar una mano. Una vez en la misión, organizan programas de «vacaciones activas» para los niños, les imparten clases de refuerzo escolar, colaboran en los comedores sociales, imparten catequesis, etc. Los jóvenes valencianos también despliegan su voluntariado en Honduras, República Dominicana y Mozambique, y los toledanos llegan hasta Cuba, Argentina, India y Marruecos.

Los jóvenes del colegio Cumbres han grabado un vídeo para recoger sus experiencias en Tánger

Los jóvenes del colegio Cumbres han grabado un vídeo para recoger sus experiencias en Tánger

En este último país del norte de África desarrollan su labor los voluntarios del colegio Cumbres de Valencia. En la Crèche de Tánger, un orfanato donde los hermanos franciscanos de la Cruz Blanca atienden a bebés y niños abandonados, 30 jóvenes y cuatro responsables, entre ellos dos sacerdotes legionarios de Cristo, pasan varias semanas ayudando en todo lo que se les pide. «El trabajo de los hermanos franciscanos con las personas con discapacidad es maravilloso», asegura Rodrigo, uno de los voluntarios valencianos. «En el orfanato colaboramos para atender a los bebés y a los niños mayores con algún tipo de discapacidad. Realmente se ve la alegría en sus caras, me gusta pensar que somos los brazos de Cristo haciéndoles saber que son amados», añade.

De una vida cómoda a otra entregada

Mencía, una estudiante de 17 años de bachillerato en el colegio Highlands El Encinar de Madrid, acaba de regresar de territorio maya en México. «Yo siempre he tenido una vida muy cómoda en la que nunca me ha faltado de nada, y me he sentido en deuda por la cantidad de regalos que Dios me hace cada día», reconoce la adolescente. La experiencia misionera le ha hecho cambiar la forma de ver la vida: «Ellos tienen una sencillez, un servicio y una generosidad que nos hace mucha falta», asegura. «Viven pensando en los demás, en qué pueden hacer por el otro. Y con una gratitud que les hace apreciar las pequeñas cosas de una manera en la que en España quizás no apreciamos», subraya.

Otros jóvenes también realizan un voluntariado pero sin salir de nuestro país. Es el caso del campo de trabajo en Almería organizado por los jesuitas, en donde «70 jóvenes aprenden a servir al estilo de Jesús». Según los organizadores, los chicos provienen de Extremadura, Andalucía y Canarias, y han pasado las primeras semanas de julio en alguno de los 8 proyectos en los que han colaborado. «Personas sin hogar o en residencias de mayores; niños afrontando un cáncer en un hospital o con discapacidades psicomotoras; jóvenes en peligro de exclusión social o inmigrantes en proceso de integración sociocultural… Todos se convirtieron en maestros de vida, convivencia, fraternidad y fe», agregan.

Un joven ayuda a los residentes de la Casa de la Misericordia de Alcuéscar (Cáceres)

Un joven ayuda a los residentes de la Casa de la Misericordia de Alcuéscar (Cáceres)

Hasta la Casa de la Misericordia de Alcuéscar (Cáceres) se desplazan desde hace años en los meses veraniegos decenas de jóvenes para ayudar a los Esclavos de María y los Pobres en su labor con los residentes. Allí viven ancianos, enfermos y personas con todo tipo de discapacidades. «Nuestras casas son los palacios de los pobres», suelen repetir los Esclavos, religiosos de una congregación fundada en 1939 por el padre Leocadio Galán en ese mismo municipio extremeño.

El verano es largo –en especial, cuando todavía se es estudiante– y los jóvenes buscan cada vez más hacer algo diferente a consumir las horas tumbados al sol y descansar. Irse de misiones es, sin duda, una alternativa en auge.

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